CRÓNICA
Gustavo Petro no es profeta en su tierra: aquí le contamos por qué
¿Qué tanta acogida tiene Gustavo Petro en las regiones que considera como suyas? SEMANA recorrió los municipios en los que creció el candidato presidencial del Pacto Histórico.
Durante la grabación del documental La política del amor, que cuenta la vida de Gustavo Petro y fue publicado durante la reciente campaña electoral, el candidato del Pacto Histórico dijo que siempre consideró a Córdoba como su tierra, aunque confesó que los cordobeses no piensan lo mismo, pues jamás lo trataron como uno de ellos. Lo registraron en Zipaquirá, Cundinamarca, pero su familia asegura que nació en Ciénaga de Oro, y que María Montes, la partera del pueblo, lo ayudó a llegar al mundo. Petro dice en la filmación: “En Zipaquirá no me sentía zipaquireño, pero tampoco los zipaquireños me sentían zipaquireño”, y asegura que siempre se concibió como un extranjero en todas partes.
Los dos son municipios ricos en cultura, coloniales. Uno con el desparpajo caribeño, pero de tradición política conservadora, y el otro reservado, pero de bases liberales. Ciénaga de Oro tiene una Semana Santa declarada como patrimonio cultural e inmaterial de la nación, mientras que en Zipaquirá está la Catedral de Sal, considerada como una maravilla arquitectónica. En el municipio de Córdoba cuentan con compositores de porro que han llevado la música a nivel internacional, y en el minero estudió Gabriel García Márquez, en el mismo colegio de Gustavo Petro. En ambas regiones, a pesar de que las separan 745 kilómetros, más de 16 horas por carretera, hablan del niño callado que poco a poco, con sus ideas, se convirtió en un hombre polémico, que hablando de la política del amor ha despertado sentimientos contrarios entre quienes están en desacuerdo con la manera en la que propone un cambio para Colombia. “Es un mitómano que habla simplemente para endulzar el oído, pero a la hora de la verdad solo busca el beneficio propio y satisfacer su ego”, dice con evidente enojo Octavio Martelo, desde una de las fincas ganaderas y agrícolas en la región del Sinú.
El 29 de mayo, 15.167 orenses votaron por Petro, y en Zipaquirá 33.192 habitantes lo respaldaron. En ambos lugares ocupó el primer lugar, un logro importante para alguien que pensaba que en ninguno de los dos municipios lo sentían como propio. Cuando se recorren las calles de Ciénaga, de grandes balcones y terrazas con barandas talladas en madera, se escuchan las historias del niño que iba a vacacionar. “Esta es la calle en la que jugaba fútbol, frente a la casa de la abuela. En ese caño aprendió a nadar. Acá se sentaba a leer y a ver pasar las jovencitas del pueblo”, son algunas de las referencias que dan los pobladores, resaltando el interés que mostraba en cerrar las brechas de la desigualdad social y pensando en cómo mejorar las condiciones de vida de sus paisanos.
Algo que en plena campaña le reprochan sus contradictores. “Señor Gustavo Petro, por favor, venga y entérese de lo que está sucediendo en su municipio”, dice Hernando Bedoya, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Arena Central de Ciénaga de Oro, mientras trata de solucionar el suministro de agua potable a su comunidad. Asegura que no hay conexión del líquido por parte del acueducto a las casas, donde viven niños y ancianos. Los pozos subterráneos de los que se proveían, en lugar de agua, tienen lixiviados porque montaron un relleno sanitario que recibe la basura de más de 14 municipios de la región.
Lo más leído
Bedoya asegura que en 40 años que tiene nunca vio a Gustavo, algo que contrasta con lo que pasa en Zipaquirá, donde los más viejos aseguran conocer al Flaco, como le decían a Petro. En el municipio ubicado al norte de Bogotá están los rastros de sus principales logros académicos y políticos. En los pasillos del Colegio La Salle se cuentan las historias del estudiante que siempre ocupó los primeros puestos, el que se graduó con honores y cuya foto de promoción de 1976 reposa en el primer piso, frente a la escalera principal. De sus calificaciones todos presumen, 100 sobre 100 en metodología, 90 en análisis matemático y la más bajita en física fue de 71. Su primer cargo público lo ocupó allí. Fue personero municipal desde el 14 de enero de 1983 hasta el 22 de enero de 1984, su sueldo mensual era de 20.000 pesos en promedio. Para aquella época ya era militante del M-19 de manera clandestina. “La guerrilla una vez se tomó el matadero del municipio y Gustavo Petro llegó a mediar como personero. Era astuto porque él ya sabía lo que iba a pasar”, cuenta Jaime Gómez, coequipero de Petro.
Durante la misma época empezó a convocar a mujeres cabeza de hogar, desplazados, obreros, incluso delincuentes, las personas más vulnerables de la sociedad, para decirles que ellos merecían tener una casa propia, y lideró la toma de predios tras bambalinas, pues oficialmente era el que mediaba entre la comunidad y las autoridades. Inicialmente, se registraron jornadas de protestas que terminaron en desmanes, pero después de varios meses de lucha lograron que la Alcaldía donara unos terrenos a los que llegaron a vivir cientos de familias. El barrio fue llamado Bolívar 83, como homenaje al bicentenario del libertador. Allí Petro es admirado, no permiten un mal comentario de él. “Él fue capaz de dar su vida por la nuestra”, dicen algunos de sus simpatizantes.
Sin embargo, hay quienes creen que el afecto es exagerado, pues las condiciones en las que viven varias familias aún son indignas, en casas improvisadas, con madera, tejas de zinc y plástico. Petro fue concejal de Zipaquirá. Mientras desempeñaba ese cargo fue capturado en octubre de 1985 por porte ilegal de armas. La noticia llegó hasta Ciénaga de Oro. Los amigos de la infancia y la adolescencia lamentaron lo sucedido, otros hablaban en voz baja para no incomodar a la familia Petro, que siempre ha gozado de buen prestigio. Pero cuatro décadas después dicen sin tapujo: “Yo que voy a escoger a un guerrillero como presidente, causó mucho dolor y vergüenza”, frases que salen a relucir cuando empieza el debate de quién gobernará a Colombia. Otros tienen la esperanza de que su paisano llegue a la Casa de Nariño.
“Si no más cuando fue alcalde de Bogotá nos donó un carro de bomberos, qué será si es presidente de todo un país”, dice la tendera que está en la cuadra donde queda ubicado el cuerpo de bomberos del municipio cordobés. El gran carro rojo es la obra más tangible que han tenido de manos de quien ha sido congresista en varios periodos. No dejan que nadie se le acerque al vehículo, porque pretenden poner publicidad de la campaña de Petro, algo que, según dicen, sería injusto, pues el carro fue enviado sin licencia, solo apto para temas didácticos, y con los años el sector empresarial con donaciones y la administración municipal de turno lo habilitaron.
Con el paso del tiempo, la tensión aumenta. Petro despierta amores y odios. A estas alturas, lo que menos tiene que sentirse es “extranjero” porque, si llega a ganar la presidencia, tendrá que gobernar para todos los colombianos.