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Gustavo Petro habrá para rato al quedarse con el liderazgo de la izquierda
Las posibilidades del exalcalde de Bogotá de ganar la presidencia se reducen, pero se consolidó como protagonista de la política nacional y, tras la consulta del 11 de marzo, se posicionó como la figura más representativa de la izquierda colombiana.
Las elecciones del 11-M fueron agridulces para Gustavo Petro. Su votación en la consulta de la izquierda, 2.850.000 votos, fue muy amplia y superó por más de 2 millones a Carlos Caicedo, el exalcalde de Santa Marta que competía por la candidatura de la coalición. Ese hecho le sirvió para que su lista al Congreso lograra el umbral y elegir a tres senadores. Todo un fenómeno. Sin partido ni maquinaria, ese proyecto superó el mejor resultado que había alcanzado la izquierda colombiana con la candidatura de unidad de Carlos Gaviria en 2006.
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Pero otros hechos aguaron la fiesta. En primer lugar, que la elección de la derecha entre Iván Duque, Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez alcanzó una votación mucho mayor: casi 6 millones de sufragios. Como se trataba de las únicas dos elecciones entre candidatos para definir alianzas para las presidenciales, quedó la sensación de que la derecha supera con creces a la izquierda y de que, en la eventualidad de que Petro llegue a la segunda vuelta, sería fácilmente derrotable por el alto rechazo que genera. Para nadie es un secreto que el buen comportamiento de Duque se debió, en buena medida, al miedo que genera la imagen del exalcalde como simpatizante del proyecto ‘castrochavista’.
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Hasta el momento, Gustavo Petro lideraba las encuestas de intención de voto tras destronar de ese lugar a Sergio Fajardo. Pero el abanderado del Centro Democrático, Iván Duque, iba creciendo en forma sostenida y, con sus 4 millones de votos el domingo pasado, se apoderó de la punta. El exalcalde de Bogotá no solo perdió la camiseta, sino que puso en duda la viabilidad de su candidatura. La enorme diferencia entre sus votos y los de su lista al Congreso –2.300.000 votos– indica que hubo ciudadanos que optaron por esta alternativa para manifestarse contra la derecha uribista, pero no están plenamente comprometidos con el proyecto petrista. En el mejor de los casos, el candidato de la coalición de la izquierda alcanzó un techo que no basta para llegar al palacio de Nariño y tiene muy pocas posibilidades de crecer. En los esfuerzos para construir alianzas entre diversos candidatos, Petro ha encontrado puertas cerradas en todas las toldas.
Lo anterior no significa que el resultado de las elecciones de Congreso haya sido un fracaso para Gustavo Petro. Con el volumen de sufragios alcanzado y con el pobre registro del partido de la Farc –escasos 85.000 sufragios–, el exalcalde se consolidó como líder de la izquierda. Más aún con la preferencia de otras corrientes como el Polo y Clara López con proyectos de centro: el partido amarillo con Sergio Fajardo y Clara con Humberto de la Calle. El liderazgo en la izquierda en el futuro inmediato está asegurado para Petro. En el escenario –lejano, pero que debe tenerse en cuenta– de un paso a la segunda vuelta, tendría además un escaño en el Senado que le serviría de espacio para sostener su discurso y su actividad política.
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Petro, además, ha conquistado sectores de gran valor estratégico. Más que una propuesta de izquierda radical, su discurso recoge causas modernas que caen muy bien entre los jóvenes. La búsqueda de energía limpia y la oposición a la economía extractiva, la defensa de los derechos animales, la protección ambiental no forman parte de la política tradicional y Petro, de alguna manera, se está apoderando de ellas. Su postura contra la clase política, en momentos en que los partidos y el Congreso pasan por una crisis de credibilidad, es más radical que la de Fajardo y Clara López, puede haber pegado más, y es una bandera muy taquillera por estos días.
Después del 11-M, Gustavo Petro perdió su imagen de ganador, pero se consolidó como gran jugador de la política. Hasta el momento, ninguno de los demás aspirantes a la Presidencia ha aceptado aliarse con él, pero en la eventualidad de una segunda vuelta –que parece segura– sus votos estarán en la mira de alguien.