política
Gustavo Petro y Álvaro Uribe: después de dos décadas de ‘sacarse chispas’, hoy dialogan, siendo gobierno y oposición, ¿qué hay detrás?
Los encuentros entre el presidente y el expresidente responden a un clima de conciliación democrática, pero también está claro que cada uno se juega sus propios intereses. Se necesitan mutuamente.
El presidente Gustavo Petro y el expresidente Álvaro Uribe, jefe natural del Centro Democrático, viven hoy, a pesar de sus agudas diferencias ideológicas, una ‘luna de miel’ en su relación política. Hace cuatro meses nadie imaginaba que los dos líderes que en el pasado se habían lanzado improperios mutuamente ahora se hayan dado la mano en la Casa de Nariño para hablar de los temas del país.
El presidente Petro se había mostrado poco dispuesto a abrir las puertas de su despacho privado en la Casa de Nariño a los líderes políticos. Las relaciones con los partidos se las delegó al ministro del Interior, Alfonso Prada. El hecho de que Uribe sea uno de los pocos en gozar de este privilegio de estrechar directamente la mano del jefe de Estado responde a un clima de conciliación democrática y respeto institucional entre Gobierno y oposición, pero también a que esta cita resulta siendo un gana-gana para ambos.
La interlocución que le ha dado Petro, con quien se ha reunido ya dos veces en los últimos tres meses, ha significado para Uribe una bocanada de aire para empezar a restablecer su importancia política después de una campaña en la que fue de derrota tras derrota: su partido perdió la fuerza en el Congreso; su candidato presidencial, Óscar Iván Zuluaga, no llegó ni siquiera a primera vuelta y tuvo que guardar prudente silencio ante la posibilidad de que cualquier apoyo público que expresara terminara siendo un lastre para cualquier candidato, dada su situación judicial.
Después de las elecciones, los sectores más radicales de la derecha llegaron incluso a hablar de “una derecha sin Uribe”. Pero con una oposición fragmentada y la legitimidad que le ha otorgado Petro, Uribe se ratificó esta semana, desde la Casa de Nariño, como el jefe de una “oposición constructiva” al Gobierno.
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“No queremos que estigmaticen más al gobierno del presidente Petro, pero tampoco que a nosotros nos digan de ultraderecha, eso tiene que acabarse”, reiteró el expresidente.
El exmandatario, además, muestra que está vigente de cara a las elecciones de 2023, en las que su partido espera recuperar el poder regional. Este tipo de escenarios le sirven a Uribe para mostrar que está dispuesto a seguir “trabajando por Colombia” y para que, como él mismo lo dijo, el actual Ejecutivo no siga la senda de la izquierda latinoamericana, sino el modelo europeo, donde tanto la derecha como la izquierda gobiernan con “equidistancia del centro”.
Esta posición conciliadora y ponderada del expresidente ha sido reconocida por igual por figuras de la derecha y la izquierda. Se ha convertido en un interlocutor con autoridad para ambas franjas del espectro político.
“Es una actitud civilizada de quien fuera mandatario ocho años, esto no es descabellado (...). No podemos tener una visión blanco y negro, se lo he dicho a muchos seguidores nuestros”, expresó la senadora María Fernanda Cabal, del Centro Democrático.
En el mismo sentido se pronunció el presidente de la Cámara, David Racero, quien pertenece a la línea dura del petrismo: “Van dos reuniones con Uribe. Seguro habrá otras más. Una democracia sólida se construye si gobierno y oposición dialogan”.
Más allá de los réditos políticos, este tipo de encuentros también ha tenido beneficios personales para Uribe, quien ha visto cómo al tender la mano a Petro ha puesto fin al hostigamiento moral y judicial del que venía siendo objeto de parte del petrismo.
Esto se ha hecho evidente con la tregua que ha habido entre el senador Iván Cepeda y Uribe, quienes no han vuelto a confrontar a pesar de estar enfrentados en los estrados judiciales.
Está claro que el jefe natural del Centro Democrático no quiere generar conflictos con el Gobierno teniendo un proceso judicial en su contra, más aún cuando Petro pondrá fiscal el próximo año.
Petro, el estadista
Para Petro, los encuentros con Uribe lo muestran como un estadista, un jefe de Estado dispuesto a conciliar y a lograr el gran acuerdo nacional que anunció mientras estaba en campaña. Pero, también, el mandatario sabe que apretar la mano del expresidente le sirve para calmar los ánimos de un sector de la sociedad que tiene temor ante las reformas que ha empezado a impulsar.
No es casual que el encuentro entre ambos se diera justo un día después de las multitudinarias marchas en contra de la reforma tributaria, el alza de la gasolina, la reforma a la salud y otras medidas que ha anunciado el Gobierno.
El encuentro con Uribe también le ha servido a Petro para apaciguar la tormenta con un sector con el que el Centro Democrático goza de gran reputación: los ganaderos y terratenientes, preocupados por el conflicto por la tierra que se ha abierto en esta administración.
Mientras el Gobierno habla de democratización de la tierra y alista una reforma agraria que aún sigue en el papel, en diferentes regiones del país ha estallado una confrontación civil sin precedentes por la invasión de predios privados.
Las primeras confrontaciones iniciaron hace poco más de tres meses, cuando se conoció la victoria de Petro en segunda vuelta. Las invasiones han estado marcadas por violentos enfrentamientos entre indígenas y campesinos que defienden, con títulos en mano, lo que, según dicen, les pertenece por ley. Así mismo, se está presentando un conflicto entre los invasores y los trabajadores de los cultivos de caña, los ganaderos y los líderes afro.
Después del encuentro Petro-Uribe, los ganaderos y empresarios del campo se han mostrado más abiertos a dialogar con el Gobierno e incluso han empezado a hablar de negociar sus tierras con el Estado.
“La compra de tierras para la producción de alimentos es un gran paso para consolidar la paz. Debemos dimensionar este anuncio tan importante. Si nos ponemos de acuerdo con el uribismo y su bloque social tenedores de tierras, avanzaremos en desarrollo y justicia social. Sin lugar a dudas es como otro acuerdo de paz”, reconoció el representante Racero.
Como era de esperarse, este encuentro y el tono conciliador de Uribe ha generado inquietud en algunos sectores de la oposición. El exprecandidato presidencial Rafel Nieto aseguró que la reunión “después de las marchas, da un mensaje equívoco y desafortunado”, y agregó que el expresidente le está “lavando la cara a Petro”.
Pero está claro que ambos, tanto Uribe como Petro, se están jugando mucho más con estos encuentros. Desde 2002, Uribe ha sido determinante en los resultados de las urnas, tanto para la Presidencia como para el Congreso de la República. La vida del país ha estado relacionada con su actuar en el día a día, tanto cuando ha ostentado el poder como cuando Juan Manuel Santos, después de haber sido el candidato que proyectó, se convirtió en su archienemigo.
Tras sus dos mandatos (2002-2010), Uribe llevó de la mano a las urnas, literalmente, a quienes lo sucedieron, garantizándoles sus triunfos.Primero lo hizo con Juan Manuel Santos, en 2010, y luego con Iván Duque, en 2018. A Óscar Iván Zuluaga, en 2014, lo hizo ganador en primera vuelta. En la segunda vino el revés.
Su mayor traspiés político se dio en 2022, cuando vio reducida su bancada a la mitad y su candidato presidencial ni siquiera llegó a la primera vuelta. Pero cuando muchos lo daban por derrotado, el expresidente salió ahora a demostrar que hay Uribe para rato.
Por su parte, el presidente Gustavo Petro ha visto en los encuentros con Uribe una forma de alejar los fantasmas que lo vinculan con la supuesta ‘venezolanización’ de Colombia. Tenderle la mano al expresidente lo muestra como un estadista y genera confianza en el país.
Aunque suene paradójico, Petro y Uribe, en medio de sus diferencias ideológicas, se necesitan mutuamente en sus caminos políticos. Están en un gana-gana.