Habla José Elías Melo expresidente de Corficolombiana preso por caso Odebrecht | Foto: Alejandro acosta

ENTREVISTA

“Soy el único pendejo clavado en este escándalo”: José Elías Melo

El expresidente de Corficolombiana preso por el escándalo de Odebrecht, se destapa en este diálogo con SEMANA.

25 de julio de 2020

SEMANA: ¿Cómo es un día suyo en la cárcel?

José Elías Melo: Pues yo sabía lo que era confinamiento antes que ustedes. Esto no se lo deseo a nadie. Desde hace cinco meses nos prohibieron todas las visitas por la pandemia. No puedo recibir ni a mi familia ni a mis abogados.

SEMANA: ¿Y las condiciones de reclusión?

J.M.: La televisión y la lectura son la forma de matar las horas. Fuera de eso, no hay más que hacer que pensar mil veces en el proceso de uno y confiar que haya pronto una decisión acertada. Desde enero estoy en el pabellón Ere Sur. Aquí estamos unas 28 personas. Uno acaba teniendo contacto con gente que conocía por los medios, pero no personalmente. En este pabellón están, por ejemplo, Iván Moreno y el gordo García. Ellos se han vuelto unos de mis compañeros de encierro.

SEMANA: ¿Y cuántos años le faltan por estar ahí?

J.M.: Eso depende de lo que pase con mi apelación, que fue admitida en mayo de 2019. Llevamos más de un año esperando qué resuelve el tribunal. Si mi condena a once años acaba siendo confirmada, podría obtener la libertad condicional al cumplir seis años. Pero yo tengo fe en la Justicia colombiana y creo que, una vez se sopese la evidencia con imparcialidad, puede haber una revocatoria de esa condena.

SEMANA: ¿Usted cree que lo ayudan o perjudican las recientes publicaciones en los medios en las que los brasileños de Odebrecht dejaron claro que nunca habían hablado de sobornos con Luis Carlos Sarmiento o su hijo?

J.M.: No debería ni ayudarme ni perjudicarme. Lo que veo es que todo el mundo está desmarcándose y tratan de hacer ver que el único que tuvo que ver con Odebrecht fui yo. Pero, además, lo que salió es una noticia vieja, pues los brasileños habían hecho esa declaración desde el comienzo de este proceso, y así lo ratificaron en mi juicio.

SEMANA: Uno de los brasileños, Luiz Bueno, afirmó que había hablado con usted del soborno al viceministro García por 6,5 millones de dólares. Esa acusación también la expresó ante una comitiva de fiscales que fueron a interrogarlo a Brasil.

J.M.: Lo que dice el señor Bueno que conversó conmigo es totalmente falso. Yo jamás he hablado con él ni con nadie de sobornos. Lo único novedoso es la ingenuidad de la Fiscalía. Qué curioso. A finales de 2018 una comitiva de fiscales viaja a Brasil para preguntarles a los ejecutivos de Odebrecht si tienen algo que decir con relación a los Sarmiento y estos dijeron “no, en absoluto”. Pero, luego, en enero de 2019, el mismo Luiz Bueno dice en mi juicio que supuestamente yo aprobé el soborno y que yo le iba a informar al doctor Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez. Es increíble que la Fiscalía le da valor a un testimonio que ese señor cambió para venirse en mi contra.

SEMANA: Le voy a leer la frase que el fiscal Daniel Hernández, uno de los que fue a Brasil, dijo sobre la reunión que sostuvo con Luiz Bueno y los otros implicados de Odebrecht: “Pedí se nos informara si Luis Carlos Sarmiento y su hijo habían tenido participación en los hechos, manifestándose en esa oportunidad que no tenían información que los comprometiera. Recuerdo, inclusive, que dijeron que el presidente de Corficolombiana había pedido que no se tocaran estos temas con Alberto Mariño, porque este le contaría directamente al viejo Sarmiento y tendrían problemas”. Esa es una afirmación incriminatoria en su contra.

J.M.: Pero ese es un testimonio descabellado y ridículo. El señor Bueno afirma que yo le dije que no debía enterarse el “viejo Sarmiento”, y también dice que yo quedé de informarle a Sarmiento hijo. Eso es incongruente. ¿Acaso no son padre e hijo, y, si se entera el uno, se entera el otro? Por otra parte, la teoría detrás de eso es que los brasileños habrían hecho el soborno por su cuenta, y que lo que yo habría aprobado es el reembolso del 33 por ciento de esa coima, pues Luis Carlos Sarmiento tenía el 33 por ciento del consorcio. Si el soborno al viceministro fue de 6,5 millones de dólares y yo tenía que reembolsar la tercera parte, serían 2,1. Sin embargo, los pagos por los que me acusan son de 10,8 millones de dólares. ¿Cómo puede ser que el reembolso de la tercera parte de un soborno acabe siendo mucho más que la totalidad de tal soborno?

SEMANA: Pero usted no solo fue acusado por Luiz Bueno, sino también por Mauricio Millán, el representante de Episol, una filial de Corficolombiana, ante el consorcio que controlaba Odebrecht. Él declaró que autorizó girar 10,8 millones de dólares porque había recibido instrucciones suyas.

J.M.: Él dijo eso sin presentar un solo documento, sin mostrar un contrato, sin explicar de qué se trataba, fuera de decir que el responsable era yo. ¿Ustedes creen que en la organización de Luis Carlos Sarmiento, con el sistema de controles que tiene, se pueden girar 10,8 millones de dólares sin que se enteren los superiores? Eso es mecánicamente imposible. Olvídense de la ética o el Código Penal, por simples razones de control interno una operación de esa envergadura no se puede hacer clandestinamente con base en conversaciones verbales entre dos funcionarios. Por eso, lo que afirma Millán no tiene ni pies ni cabeza.

SEMANA: Cuando dice que en el Grupo Aval es imposible girar esos montos sin que se enteren los superiores, ¿está pasando la responsabilidad hacia arriba?

J.M.: Yo no tengo ninguna evidencia de que el doctor Luis Carlos Sarmiento o su hijo hayan tenido conocimiento de un soborno. Para mí los sobornos son responsabilidad exclusiva de Odebrecht. Pero lo que no entiendo es que se pueda creer que yo, a escondidas de todos, cometí un delito que iba a arruinar mi vida sin absolutamente ningún beneficio personal. Yo no era el contratista, no tenía bono de éxito, y a diferencia de todos los otros procesados, como Otto Bula, el Ñoño Elías y los otros, la Justicia no me ha acusado de quedarme con un solo peso.

SEMANA: Pero, si todos son inocentes, ¿cómo se explica el hecho de que esa plata efectivamente sí se giró?

J.M.: Yo lo que sé es que no tuve nada que ver. Mauricio Millán ordenó esos pagos desde Episol y dijo que eran para los estudios del proyecto. Eso es algo que él debe explicar. Por cierto, no le ha pasado nada. Él está tranquilo y yo en La Picota. De Corficolombiana, que era la empresa que yo dirigía, no hay un solo peso para pagos irregulares en los ocho años que estuve al frente de la compañía. Los pagos ilegales se hicieron desde compañías administradas por Odebrecht. Ellos pagaron los sobornos con su plata y a espaldas de Corficolombiana. Así se probó en mi juicio y así lo evidencian testimonios como el de Gabriel Dumar y los chats que este le entregó a la Fiscalía. Ahí queda claro que Corficolombiana no debía enterarse por instrucción expresa de Odebrecht. Los sobornos de los brasileños son un hecho y entraron a múltiples bolsillos, pero no hay un solo movimiento financiero que vincule a Corficolombiana con ese carrusel de corrupción.

SEMANA: ¿Qué motivación tendría el señor Luiz Bueno para acusarlo a usted?

J.M.: Muy sencillo: negociar su principio de oportunidad con mi cabeza. Acusando a un funcionario medio del Grupo Aval, todos los brasileños que confesaron que habían sobornado lograron blindaje ante la Justicia colombiana. Les salió barata esa impunidad. Hasta el sobornado viceministro García, quien admitió haber recibido 6,5 millones de dólares, ya salió de la cárcel y está en detención domiciliaria. Y yo, que no me he robado un peso en toda mi vida, he pasado ya 20 meses en prisión y sigo acá.

SEMANA: ¿Y cómo se explica que usted sea el único culpable mientras que los sobornadores brasileños recibieron impunidad?

J.M.: El principio de oportunidad que les otorgó la Fiscalía, para mí, es una cosa misteriosa. A Néstor Humberto Martínez le tocó a regañadientes declararse impedido, y la corte nombró un fiscal ad hoc. Pero sorprendentemente este no fue el que le aprobó ese beneficio. Yo he tratado de averiguar quién fue y no he podido obtener respuesta por parte de la Fiscalía. Es claro que alguien quería ayudar a alguien y definitivamente no fue a mí.

SEMANA: ¿Insinúa usted una manipulación?

J.M.: Me voy a limitar a decir esto: Odebrecht era una multinacional del soborno y tenía contratos como socio mayoritario no solo en la Ruta del Sol 2, sino también en la adición Ocaña-Gamarra y en el proyecto Tunjuelo-Canoas, así como con Navelena. Además, está probado que financiaron ilegalmente las campañas presidenciales. Y en todos esos casos no ha pasado absolutamente nada, salvo que el paganini he sido yo.

SEMANA: ¿Usted se siente el chivo expiatorio de la Ruta del Sol 2?

J.M.: Me siento el chivo expiatorio de todo: de la Ruta del Sol 2, de Navelena, de Ocaña-Gamarra, de la financiación ilegal de las campañas, etcétera. Todo el mundo está tranquilo: Andrade está feliz en Estados Unidos, los doctores Sarmiento Angulo y Sarmiento Gutiérrez también, Néstor Humberto Martínez seguramente está trabajando en su oficina personal, y todos los políticos implicados directa o indirectamente están como si nada. El único –perdón por la expresión– pendejo clavado en este tema soy yo.

SEMANA: ¿Y por qué cree que el único ‘paganini’, como dijo antes, ha sido usted?

J.M.: Por dos cosas. Primero, por confiar en la Justicia colombiana. Cuando me soltaron la primera vez, les dije a mi esposa y a mis hijos: “Uno, cuando es inocente, pone la cara”. Y, en segundo lugar, porque también soy el único que no se la pasa chantajeando con enlodar a todo el mundo para que no se atrevan a tocarlo, como hizo, por ejemplo, Armando Benedetti. Yo decidí afrontar la justicia. Soy inocente y mientras tenga vida defenderé mi completa inocencia.