POLÍTICA
¿Habrá una nueva cruzada del Centro Democrático contra la JEP?
Cada vez cogen más fuerza las versiones sobre un proyecto de reforma que impulsaría el Centro Democrático para eliminar la JEP. Si se materializa, el fruto de los esfuerzos de Duque por conseguir gobernabilidad podría evaporarse.
Con el comienzo de una nueva legislatura a la vuelta de la esquina, esta semana los distintos partidos han reunido a sus bancadas para coordinar acciones conjuntas de cara al inicio de las sesiones de Senado y Cámara. Aunque el presidente Duque hizo ajustes en su gabinete para mejorar su hasta ahora precaria situación de gobernabilidad, un anuncio hecho por el Centro Democrático al término de la reunión de bancada podría poner en riesgo el avance del presidente en ese frente.
Se trata de la intención manifiesta del partido de gobierno de seguir insistiendo en efectuar, por la vía legislativa, cambios profundos a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). En un comunicado de casi 80 puntos que fue publicado por el senador Álvaro Uribe en su cuenta de Twitter, se fijan los que serán los lineamientos del partido para la legislatura que comienza. Aunque de manera contundente se afirma que una de las principales tareas de la colectividad será la de seguir apoyando al gobierno de Duque, las apreciaciones hechas sobre la JEP crean una realidad política que para el jefe de Estado será muy difícil de manejar en adelante.
Los puntos 56 y 57 de ese comunicado constatan lo siguiente: “La adopción de la Corte Única y la eliminación o reforma profunda de la JEP, parecen hoy imposibles políticos. Esos imposibles políticos no nos pueden olvidar de la eliminación de la JEP. La política es un proceso de pedagogía permanente que al final se cimenta en la credibilidad derivada de la coherencia. La actitud de pasar la página puede apaciguar las aguas de la crítica pero siembra los gérmenes de la derrota”.
Este párrafo, que a simple vista puede ser considerado como un mero ejercicio de retórica política, en el fondo podría ser la antesala de una situación insostenible en el Congreso.
Por un lado, están las ya conocidas tensiones que desde hace tiempo han venido creciendo entre el primer mandatario y el partido que lo llevó al poder. Para nadie es un secreto que dentro del uribismo hay una corriente radical que considera que Iván Duque ha sido demasiado moderado y conciliador, y que por esto no comulga con el estilo de gobierno del hoy presidente.
Esas tensiones llegaron en gran medida cuando fue claro que, luego de hundidas las objeciones, el presidente cerraría el capítulo de la JEP para poder concentrarse en sacar adelante su agenda de gobierno. Ese fue un acto de responsabilidad política por parte del primer mandatario, pues no era lógico quedarse enfrascado en un solo tema que pocas posibilidades tenía de ver la luz en el Congreso, pero que a su vez estaba bloqueando cualquier posible acercamiento con los demás partidos.
Cabe recordar que Iván Duque no llegó al poder solamente con el apoyo del Centro Democrático. Una vez pasada la segunda vuelta, todos los partidos tradicionales se montaron a la campaña uribista y el hoy presidente se hizo al triunfo también gracias al apoyo de esas colectividades. Así las cosas, Duque se posesionó con un bloque de partidos importarte con una mayoría sólida que estaba dispuesta a apoyar su agenda de gobierno. No obstante, cuando el recién posesionado presidente decidió presentar las objeciones a la ley estatutaria de la JEP, todo ese apoyo se vino abajo.
Aunque por razones de lógica política puede argumentarse que Iván Duque no tenía otra opción, lo cierto es que haberse metido en la aventura de reformar la JEP fue una estrategia que, en lugar de funcionar, terminó creando un bloque improbable de partidos que se alió para bloquearle en adelante cualquier iniciativa que viniera de Palacio.
Esa fue, en gran medida, la razón por la que en términos de gobernabilidad, el periodo de Duque comenzó con el pie izquierdo. Y no fue fácil salir de esa situación. Luego de meses de presión tanto política como mediática, el presidente accedió a darle un vuelco a su gabinete para que a este llegaran figuras que representaran los intereses de los partidos. Puede afirmarse que la razón principal de ese cambio de tercio fue la de buscar los votos en el parlamento que hasta entonces le habían sido esquivos al gobierno.
Curiosamente, cuando está por empezar la legislatura y el presidente aún no ha podido poner a prueba su nuevo esquema de gobernabilidad, el comunicado del Centro Democrático pone en riesgo las alianzas que tanto trabajo le costó concretar a Iván Duque.
Uno de los inamovibles para entrar a hacer parte del gobierno por parte de varias de las figuras prominentes de La U y de Cambio Radical, fue pedir que la Jurisdicción Especial Para la Paz se dejara quieta. En el país político ya se daba por sentado que el hundimiento de las objeciones se constituía como un mandato contundente en esa dirección y que el capítulo había quedado cerrado.
No obstante, la clara intención del partido de gobierno de seguir embarcado en esa aventura pondrá al presidente en una disyuntiva que no es menor: Si en efecto el Centro Democrático radica un proyecto de reforma para eliminar la JEP, Iván Duque tendrá que decidir si lo apoya o le da la espalda. Si lo apoya, no solo se generaría el mismo bloqueo legislativo que se vio cuando las objeciones, sino que los partidos que el presidente logró poner de su lado terminarían bajándose del bus y la situación de gobernabilidad podría ser incluso peor que antes de los cambios de ministros.
Ahora, si Iván Duque le da la espalda a su partido en este esfuerzo y decide no apoyarlo en el intento de eliminar la JEP, las divisiones internas que hoy existen podrían dejar de serlo para convertirse en un total rompimiento de la unidad del uribismo. Con las elecciones presidenciales acercándose, hay muchas voces dentro del Centro Democrático que están pensando en armar un partido aparte, que se defina de manera aún más clara hacia la derecha.
Así las cosas, si ese polémico párrafo del comunicado termina convertido en un proyecto real de reforma, ya será muy difícil para el presidente encontrar un punto medio. En ese escenario, tendría que decidir entre quedarse con el apoyo de sus partidos y perder el del Centro Democrático, o quedarse con el uribismo y perder a los partidos.