En noviembre del año pasado, los presidentes de los partidos políticos se estaban viendo en calzas prietas para cumplir un requisito que la ley les exigía: tenían que inscribir en sus listas un 30 por ciento de mujeres. Eso significaba, por ejemplo, que de los 100 candidatos al Senado al menos 30 tenían que ser mujeres.
“Es que no hay tantas mujeres”, se les oía decir a algunos políticos que no lograban ajustar la ‘cuota’ a la que los obligó la reforma política de 2009 y que por primera vez se aplicaba en estas elecciones para el Congreso.
Y de cierta manera tenían razón. No es fácil, en un país con porcentajes históricos bajos de participación en mujeres en política, encontrar 30 nombres de calibre para poner en una lista. Porque, como decía en ese entonces la presidenta del Polo Democrático, Clara López: “No queremos ‘mujeres constancia’ (de relleno)”. El desafío se convirtió en una tarea titánica para algunos.
Pero la noticia ahora es que esa ley de ‘cuotas’ al parecer tuvo su efecto: nunca antes en la historia de Colombia habían salido elegidas tantas mujeres para el Congreso, 23 senadoras y 28 representantes. En total son 52 congresistas. Eso equivale al 20 por ciento del Congreso. Lo que quiere decir, que una de cada cinco curules del Capitolio está ocupada por una mujer.
Ese número ya tiene un peso específico. A diferencia de antes. Por ejemplo, durante casi 30 años, desde 1958 (cuando se permitió elegir a una mujer en el Congreso) hasta 1988 las elegidas tan solo ocuparon el 2 por ciento del Senado. Y esa pobre participación se mantuvo en los primeros 30 años: el número de mujeres en el Senado se movía entre una y dos hasta 1988.
A partir de 1991, gracias a la nueva Constitución, mejoraron los resultados, pero en el caso del Senado, las mujeres no lograban romper el techo de 10 por ciento. Lo cual solo se alcanzó en 2006 (11 por ciento) y en 2010 (16 por ciento). Ahora, en las elecciones del domingo, el porcentaje solo en el Senado es de 22,5 por ciento.
Colombia llegó tarde a la ley de ‘cuotas’, para ese entonces ya operaba en 98 países del mundo. Este esquema que trata de ‘forzar’ a la sociedad a cambiar los patrones de discriminación incluso estuvo a punto de no hacerse efectivo en el país porque en marzo de 2011, el entonces ministro de Interior Germán Vargas propuso una contrarreforma que decía que la cuota del 30 por ciento no era obligatoria. Pero no lo logró.
Las mujeres entonces se cotizaron para la campaña parlamentaria de 2014. Y el efecto es evidente en los resultados. Sin embargo, la discriminación positiva (la que se da gracias a la ley de ‘cuotas’) tiene sentido si en la medida en que se abren nuevos espacios para las mujeres también estas introducen a la política elementos que la hagan mejor y la fortalezcan. ¿Qué hay de bueno y de malo en los resultados de las mujeres del pasado domingo?
Lo bueno es que el Congreso recupera un tipo de mujeres aguerridas y que se han labrado una carrera política por sí mismas como Claudia López (investigadora) y Viviane Morales (exfiscal general). Y eso es significativo porque en el Congreso elegido en 2010, tal vez con excepción de Gilma Jiménez que murió sin terminar su periodo, ese tipo de mujeres brillan por su ausencia. Es lo contrario a lo que ocurrió en el Senado elegido en 2006 en el que estaban políticas como Marta Lucía Ramírez, Cecilia López y Gina Parody.
A ellas se les suman las mujeres de la lista uribista. Este es un grupo peculiar, porque a diferencia de las demás mujeres no tuvieron que batirse en la arena política para conseguir los votos, pues el músculo electoral de Uribe las catapultó para salir elegidas. Es todo un interrogante el papel que van a desempeñar, sin embargo varias de ellas han tenido reconocimiento en sus campos profesionales, como María del Rosario Guerra (exvicerrectora de la Universidad del Rosario), Paloma Valencia (columnista y panelista de programas de radio), Ana Mercedes Gómez (exdirectora de El Colombiano) y Susana Correa (empresaria y dirigente de entidades públicas). Y otras como Paola Holguín (exasesora de Uribe en la Presidencia), Nora Tovar (expresidenta de Fenalco en Villavicencio), y Thania Vega (esposa del coronel Plazas) tendrán su prueba de fuego en la arena pública.
En total son nueve mujeres ‘nuevas’ en el Congreso, contando a Viviane Morales que regresa después de varios periodos por fuera. Y de la manera como ellas se desempeñen se sabrá si van a tener un impacto en las prácticas políticas o no.
Lo malo es que como ocurrió hace cuatro años, en estas elecciones ganaron varias mujeres que heredaron los votos de condenados. Eso ocurre con tres senadoras nuevas: Yamina Pestana (su hermano Pedro está condenado por paramilitarismo), Nadia Blel (hija de Vicente Blel, condenado por parapolítica) y Sandra Villadiego, que pasó de Cámara a Senado y es esposa del parapolítico Miguel Ángel Rangel.
A estas tres se suman otras cuatro que repiten la curul que les dejaron sus familiares también con problemas con la justicia: Olga Suárez Mira (hermana de Óscar Suárez), Teresita García (hermana de Álvaro el ‘Gordo’ García), Doris Vega (esposa de Luis Alberto Gil), Arleth Casado (esposa de Juan Manuel López Cabrales) y Rosmery Martínez, cuyo hermano, Emilio Martínez, fue condenado por peculado.
A estas ocho senadoras se suman otras dos que han visto su nombre, en menor medida, salpicado por la parapolítica. Se trata de Nora García Burgos y Maritza Martínez. La primera fue la mujer con más votos en el Senado (86.047) y si bien hizo su carrera política retomando las banderas de su papá, el senador asesinado Amaury García, se ha visto salpicada por una investigación preliminar que la Corte Suprema tiene sobre ella. Y la segunda, recogió también las banderas de su esposo Luis Carlos Torres, destituido por la Procuraduría por irregularidades en la contratación y con una investigación abierta por supuestos nexos con paramilitares de los llanos. Cabe anotar que Maritza Martínez fue elegida por la revista Dinero en la lista de los diez mejores congresistas.
Y por último, está un tercer grupo de mujeres que pertenecen a reconocidas casas políticas regionales, como Sofía Gaviria, hermana del alcalde de Medellín y del exgobernador de Antioquia asesinado por las Farc, Guillermo Gaviria. Así como otras que han hecho su carrera política por ellas mismas, pero manteniendo controvertidas prácticas de la política tradicional, como Nidia Osorio, Myriam Paredes y Daira Galvis.
El Congreso elegido hace cuatro años no fue el mejor para las mujeres. Lo curioso es que en ese entonces, solo ocho senadores sacaron más de 100.000 votos y seis de ellos eran mujeres. Pero de las 17 mujeres que fueron elegidas en el Senado en 2010, cuatro no pudieron terminar por sanciones o investigaciones. Ojalá esta vez no se repita la historia. Y ojalá le hagan honor al vaticinio del nobel Gabriel García Márquez cuando decía que este siglo sería el de las mujeres.