NACIÓN

La carta de despedida que Serpa escribió a su bigote

El jefe del Partido Liberal lo apostó en las pasadas elecciones pero aún no ha cumplido. Sin embargo, anunció por escrito que en los próximos días se afeitará.

3 de noviembre de 2015
| Foto: Archivo Semana

Pocos se imaginan al senador Horacio Serpa sin bigote. Desde muy joven, cuando empezó su carrera en la vida pública en Santander, el mostacho ha sido su principal seña de identidad. Muchos dicen que el bigote de Serpa es para la política lo que la dorada melena del Pibe Valderrama es para el fútbol.

Pues bien, Serpa prometió afeitarse su bigote, o mejor, lo apostó en el programa de televisión que conducen Alejandra Azcárate y Eva Rey. El jefe liberal les dijo que si Rafael Pardo no ganaba la Alcaldía de la capital, se lo afeitará.

No fue la primera vez que Serpa puso en juego su famoso bigote. En 1994 apostó a Juan Gossaín que Ernesto Samper ganaría con el 55 % de los votos.

Pero esta vez falló, y Pardo perdió la Alcaldía de Bogotá tras ser derrotado por Enrique Peñalosa. Ha pasado una semana desde los comicios y Serpa nada que cumple su palabra. Aún se le ve con su tradicional bigote, aunque encanecido y disminuido frente a aquel frondoso mustacho que lo hizo célebre, por ejemplo, como ministro de Gobierno de Samper.

Réquiem por un fiel compañero
 
Horacio Serpa
 
Resistió todas las tormentas. No se doblegó nunca, ni en los peores momentos. Aguantó hasta lo imposible fieros y desconsiderados embates; no lo afligieron las derrotas ni perdió el empeño en los instantes azarosos que le tocó enfrentar; siempre fue altivo, decidido, arrogante cuando fue menester, humilde y conciliador en épocas decisivas; mantuvo sin doblegarse la dignidad, el pundonor y el honor. Fue todo un ejemplo de entereza y valor.
 
No siempre lo afectaron las inconveniencias. Acarició triunfos con indecible dicha; recorrió calles, carreteras y veredas llevando entusiasmo, compromisos y bienestar; recibió buenas noticias, conoció aliados leales, celebró satisfacciones inmensas, alegre festejó gratos recuerdos y con regocijo fue aplaudido en solemnes ceremonias. También compartió exquisitos aromas y finas fragancias.
 
Qué no le pasó en 54 años de vida, durante los cuales estuvo tranquilo y alborotado, despelucado y gigantón, desaliñado en la protesta y ahora juicioso y bien alineado desde cuando Rosita resolvió, sin consulta previa, que había llegado la hora de estar bien afeitado. No hubo remedio ni apelación. Para colmo de males le cayó encima la viejera de su socio y esos orgullosos pelos negros se volvieron una mancha blanquecina, más parduzca que de otro color.
 
A mí lado, en campañas políticas, fue objeto de ojerizas y le gritaron bigotón, bigote de brocha y bigote mazamorrero. Escasamente contestó, ¡mamola! Se mantuvo firme, serio, decidido, tranquilo. Lo admiré y respeté sin límites, pero fui a descararme con Alejandra y con Eva y convine una propuesta irrechazable. Lo aposté, porque era una buena causa. Luego de una ardua lucha, lo perdí.
 
El dolor es inmenso. Pensé pedir una amnistía pero no la aceptan en asuntos de lesa humanidad. Traté de pedir asilo, pero a donde vaya llegará la Corte de Roma. No reconocen la Justicia Transicional dizque porque habría impunidad. Me tocó la justicia ordinaria, así nunca vuelva a tener paz en el alma.
 
Rosita está de catre. Sandrita, Rosita y Horacio José han pataleado y ya no tienen en donde reclamar. Sebastián y Nicolás no aceptan tanta crueldad. He pensado en Salomón para que me lo siga arrancando pelo a pelo, hasta el final.
 
En el aeropuerto cuando iba para Cuba un señor me regañó porque no me lo había quitado. Otro me dijo “hágase el pendejo, que no le cuesta ningún trabajo”. En un twitter me trataron de faltón y alguien me ofreció un apartamento para que me encerrara hasta que me volviera a salir. Como si fuera poco, Eva me llama a mañana y tarde.
 
Esta semana mi fiel compañero va al cadalso. No hay nada que hacer y ni siquiera tengo palabras propias para despedirlo. Aun cuando no fue escrito para la ocasión, me toca parafrasear el verso de Miguel Acuña: "¡Adiós por la vez última, bigote de mis amores, la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores, mi lira de poeta, mi juventud, adiós”!
 
Posdata: Las fragancias siempre fueron las de Rosita.