HISTORIA
“En la casa del Salto del Tequendama no hay espíritus”
La vieja construcción tiene sus puertas abiertas desde hace tres años para que los turistas conozcan la historia y el paisaje de un destino que durante 50 años solo podía visitar la élite del país.
La presencia de María Victoria Blanco se siente con mucha energía en la vieja construcción que queda a un costado del Salto del Tequendama. Todos los días esta veterinaria y directora ejecutiva de la Fundación El Porvenir, propietaria de la edificación, se levanta con un solo propósito: recuperar el bosque que cubre la zona y tratar de buscar una solución para que desaparezca la espuma, que por cuenta de la contaminación, cubre el agua que cae por el salto. También repetir como disco rayado que el único fantasma que merodea el antiguo hotel es el de la indiferencia.
93 años atrás
El presidente Pedro Nel Ospina (1922-1926) fue el artífice de la edificación. En 1923 se inauguró como lujosa estación terminal del Ferrocarril del Sur, que sirviera también como hotel y en la que él tuviera su propio despacho presidencial para descansar, concibiendo al Salto del Tequendama como un sitio turístico, referenciado desde hace siglos por comunidades de diferente índole: un lugar de culto para los muiscas, estudio para los científicos que admiraban la flora y fauna de la región y centro de atracción de miles de turistas.
Suit presidencial//Foto: SEMANA
Despacho presidencial//Foto: SEMANA
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En 1927 se inauguró oficialmente como Hotel El Refugio del Salto, una construcción con un tinte francés, de cinco pisos en la que solo se hospedaba la crema y nata de la vida nacional, realizaban cenas y fiestas especiales, pero después de los años cincuenta del siglo pasado el edificio fue vendido a particulares que lo tuvieron como un lujoso restaurante hasta finales de los ochenta, cuando cerró el restaurante en vista del poco público que asistía al salto por la contaminación del río. La casa fue abandonada a la suerte del clima, de la naturaleza y del folclor espiritual del país.
Ejemplo de cómo debían ir vestidos al hotel los huéspedes de la época. María Victoria comenta que si las personas no usaban esas prendas, no podían ingresar. //Foto: SEMANA.
En 2011 la fundación que dirige María la compró y trabajó en su reconstrucción con la ayuda de varias organizaciones. Desde hace tres años funciona como museo y mirador del gran salto.
Un nido de espíritus
Durante la década de los noventa y la primera del 2000 el viejo hotel cayó en el olvido y un sinfín de cuentos de horror terminaron por tejer su historia. No es del todo mentira que la cascada se haya tragado la vida de varias personas que decidieron suicidarse.
Los mismo medios de comunicación han registrado el rescate de cuerpos de personas que acabaron con su vida. Los 157 metros de caída libre sobre rocas son una muerte segura, pero quienes decidían lanzarse lo hacían desde el mismo salto, que está a por lo menos medio kilómetro frente a la construcción.
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“Toda la estigmatización que tuvo el salto fue en parte gracias a una voluntad de abandonar nuestro patrimonio. Entonces, en la medida en que dijeron que acá asustaban, que huele feo, que estaba abandonado, al colombiano del común le dejó de interesar el lugar”, agrega María Victoria Blanco.
Han sido tan fuertes las historias de terror alrededor de la casa que ella cuenta que hace unos meses fueron a quemarla por poseer supuestos espíritus, pero “el único fantasma que hay acá es el de la indiferencia”.
El nuevo rostro del hotel
Mensualmente la casa tiene gastos de 12 millones de pesos entre funcionamiento, manutención y nómina de empleados. Ahora, como Casa Museo Salto de Tequendama Biodiversidad y Cultura tuvo el apoyo del ingeniero Luis Guillermo Aycardi y de la arquitecta Claudia Hernández, que fueron las personas que más patrocinaron a la fundación en la parte técnica, junto con la Dirección de Museos y Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional.
Lámparas originales de la construcción, en 1923 //Foto: SEMANA.
Ya en la parte financiera la Unión Europea, la Agencia Francesa de Desarrollo y la Embajada de Francia se metieron la mano al dril para poder restaurar toda la construcción y dejarla tal como nació hace 93 años. Otro personaje que también le ha apostado a la conservación de la casa es el expresidente Ernesto Samper, ya que sus ancestros construyeron la primera electrificadora de Bogotá usando las fuerzas de las aguas del río Bogotá.
La idea no es solamente que los turistas puedan caminar por los niveles de la construcción, sino también que se paseen por el bosque de niebla que arropa la región. Es un plan turístico que está a la venta toda la semana, mientras la casa va siendo restaurada por la misma fundación que lidera María Victoria con el fin de que regresen las especies que antes merodeaban el bosque, como el oso perezoso y otras que prácticamente se extinguieron y hoy son los únicos fantasmas que vigilan el bosque, la casa y el gran salto.