POLÍTICA

El solitario Humberto De la Calle

Descartada la alianza entre De la Calle y Fajardo, solo los liberales irán a la primera vuelta sin aliados. Una carta de mucho riesgo en una campaña caracterizada, precisamente, por las coaliciones.

7 de abril de 2018

"No hay espacio para alianzas en estos momentos”. La contundente frase de Humberto de la Calle cerró el capítulo final de la historia de aproximaciones con Sergio Fajardo para unir esfuerzos antes de la primera vuelta. El exalcalde de Medellín había rechazado el apoyo liberal el año pasado y, por esa razón, los dos candidatos –con efectos negativos para ambos– no tuvieron el impulso que las consultas interpartidistas les brindaron a Iván Duque y a Gustavo Petro.

El intento tardío de Semana Santa, con un café para recuperar el tiempo perdido, no cambió la situación. De la Calle se reunió con el director del Partido Liberal, César Gaviria; luego, este último, con los 35 congresistas rojos recientemente elegidos, y allí quedó clara una dura oposición para la alianza con Fajardo. El expresidente le dejó ver al candidato que la única forma de garantizarle el apoyo sólido del partido era poner a un lado la carta de Fajardo.

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El exalcalde de Medellín resulta lejano para los rojos. Los de Antioquia lo ven como un rival regional. Los demás tienen reservas por las duras posiciones de los tres líderes del equipo –Fajardo, Claudia López y Jorge Enrique Robledo– contra la política tradicional y contra los liberales a quienes no bajan de enmermelados. Mientras entre De la Calle y Fajardo hay química y convergencia, los equipos de cada uno no simpatizan entre sí. Fajardo tuiteó: “De la Calle quería, pero no podía. Está atrapado”.

Después de sellar su suerte como un candidato de un solo partido, De la Calle mencionó también su preocupación sobre la incertidumbre legal. La consulta que elevó ante el Consejo Nacional Electoral sobre si puede aliarse con otro candidato después de haber ganado una consulta popular no se iba a resolver rápidamente. Incluso, circularon versiones de que el CNE quería lavarse las manos con una decisión general y ambigua. Lo cual dejaría a la alianza De la Calle-Fajardo bajo la amenaza de una incómoda espada de Damocles durante toda la campaña.

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El exnegociador quedó abocado a buscar del ahogado el sombrero. Su plan A, una alianza amplia de sectores que votaron por el Sí en el plebiscito por la paz, quedó descartado. Ahora le apuntará a alinear las toldas rojas en favor de su candidatura. Hasta el momento, De la Calle había hecho una campaña sin congresistas –ni siquiera ha tenido una reunión de bancada– y la publicidad de su estrategia utilizó su apellido para presentarlo como un hombre de a pie. Ha aparecido más con jóvenes y gente del común que con parlamentarios.

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Bajo la nueva situación, De la Calle le apuntará a una estrategia doble para combinar votos de opinión y apoyos de la maquinaria roja. En lo primero le ayudará su presencia en los múltiples debates convocados, en los que tiene ventaja por su amplia experiencia. Y el apoyo de la bancada roja, por otra parte, no se puede despreciar. Al fin de cuentas, en las elecciones del 11 de marzo los liberales alcanzaron casi 2 millones de votos. Es poco probable que todos ellos se movilicen en la campaña presidencial, pero ofrecen una fuente para pescar votos que puedan aumentar los lánguidos registros en las encuestas.

A comienzos de la semana De la Calle aparecerá por primera vez con la bancada de su partido y con su director, César Gaviria. Será el último paso para consolidar la unión en torno al candidato presidencial y evitar desplazamientos individuales que estuvieron a punto de concretarse hacia Germán Vargas e incluso hacia Iván Duque. Puede lograr este objetivo que le sirva para mejorar su posición en las encuestas, pero no le alcanzará para llegar a la segunda vuelta. Todos sus rivales tienen coaliciones: Duque, con Marta Lucía Ramírez; Petro, con Carlos Caicedo; Fajardo, con Claudia López y Robledo; Vargas, con La U. De la Calle quedó nadando contra la corriente, para tratar de dar una sorpresa, desde una posición muy diferente a la que imaginaba cuando lanzó su candidatura.