Investigación
¡Inaudito! La iglesia de Gigante, Huila, está a punto de desplomarse y amenazan con cárcel a quien intente repararla
El Ministerio de Cultura declaró la estructura de 163 años como un bien de interés cultural de la nación, lo cual impide que particulares e incluso la alcaldía municipal puedan intervenirla. El techo del templo colapsó y ahora los residentes temen que la casa de Dios se les caiga encima.
“Que Dios nos coja confesados, pero no desprevenidos”, es la triste adición que el padre José Arley Bermeo le hizo a este viejo refrán, que ahora sirve como advertencia para los vecinos de la parroquia de San Antonio de Padua, en el municipio de Gigante, Huila.
“Aquí uno no sabe cuándo va a ir pasando y le cae un muro encima”, cuenta con desazón en su voz. El problema estructural que tiene hoy en riesgo al templo fue identificado en 2002 por uno de sus antiguos párrocos, el padre Héctor Trujillo.
“Él se dio cuenta de que habían afectaciones graves en la estructura de madera del cielo raso del templo, así como grietas en el presbiterio. Mi predecesor interpuso una queja formal ante la alcaldía de Gigante y la secretaría de Cultura del Huila, buscando que vinieran y arreglaran la iglesia. Le respondieron que el tema le competía al Ministerio de Cultura, el cual, a su vez, en una carta, indicó que no había presupuesto por la difícil crisis del Estado”, reveló el Padre Bermeo.
“Hemos sido tres los párrocos que instauramos quejas ante las autoridades, buscando que se repare el templo, porque puede venirse abajo en cualquier momento. Parece que a nadie le importa”, dice Bermeo mientras suspira ofuscado.
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“Cuando llegué en 2018, las grietas se habían resanado con masilla, lo que no las repara, sino que solo las oculta a la vista, luego las pintaron para disimular. Como el daño se encuentra a 12 metros de altura, pues ya no se notaba la afectación desde el suelo, pero el edificio seguía resquebrajándose por dentro”.
Al mes de haberse instalado en la parroquia de San Antonio de Padua, la más antigua del municipio, el padre José Arley, de 42 años, notó algo preocupante en el piso de las gradas del presbiterio, muy cerca del altar.
“Cuando llegué a oficiar la misa de las 6:00 de la tarde me encontré con trozos de cielo raso que se habían estrellado contra el piso. Cada uno era tan grande como una biblia. Pensé que era causado por una vieja gotera, pero al arreglarla siguieron cayendo escombros, cada vez más grandes”.
“Decidí treparme al techo junto con el maestro de obra, quien me mostró que el problema era mucho más grave de lo que imaginaba: las vigas de madera que sostienen el techo del templo se están deshaciendo lentamente a causa de un animalito conocido como comején, o termita, que se come los palos. Las polillas anidan ahí mismo y también se comen la viga”, explica.
El techo cuenta con 15 vigas por cada cara de la iglesia. En la parte occidental ya desapareció una hilera completa de estos maderos, pero nadie lo había notado porque los habían “camuflado” con tela y pintura.
“Fernando Torres, arquitecto y director de patrimonio de la Secretaría de Cultura de la Gobernación del Huila, me visitó al poco tiempo e hizo una inspección preliminar a la iglesia. Ahí corroboró el riesgo de inminente desplome del techo y recomendó cambiar el techo completo o, en su defecto, apuntalar el actual”, dice Bermeo.
Torres se comunicó con el Ministerio de Cultura para informar lo sucedido, pues la iglesia –que data de 1858– se considera un bien de interés cultural de la nación (BIC), categoría que recibió mediante el decreto presidencial 222 del 22 de febrero de 1972. Lamentablemente la respuesta no fue la que esperaba.
“El director de Patrimonio del Ministerio, el doctor Alberto Escovar, le dijo que por ser un bien de patrimonio nadie podía revisarlo más que ellos. Le aclararon que estaba estrictamente prohibido hacer cualquier tipo de reparación o modificación en el templo, y que incluso mover una teja, alterando al edificio, podría generarnos multas millonarias e incluso cárcel por incumplimiento”, denunció el párroco.
A mediados de 2018 se adelantó una reunión de gestión del riesgo entre las autoridades del municipio, bomberos y otros organismos de socorro para levantar un informe completo que lograra persuadir al Ministerio. Los delegados de la cartera de cultura accedieron a una visita más completa a Gigante, pero incumplieron la misma en dos ocasiones, según Bermeo.
“La tercera vez fue más descarado el asunto, porque nos dijeron por teléfono que no tenían plata ni para pagar los pasajes aéreos ni los viáticos. Que si les pagábamos el viaje sí podían acceder. Obviamente no podíamos”, denunció el sacerdote.
Este es el informe de inspección que realizó la secretaría de planeación de Gigante el 14 de diciembre de 2018, el cual se entregó posteriormente al Ministerio de Cultura.
“Hacia las 3:00 de la tarde me encontraba en visita a una vereda cercana, cuando ocurrió el desastre. Al llegar para la eucaristía de las 6:00 p. m., un feligrés me abordó angustiado para contarme que se había escuchado un estruendo tremendo dentro de la parroquia, el cual levantó una polvareda terrible. Entré y vi las vigas podridas en el suelo y la placa de concreto del techo del presbiterio desplomada, lo que destruyó el atril y el piso”.
Si bien no hubo personas lesionadas o víctimas fatales, se tomó la decisión de clausurar por completo la edificación. Finalmente, una arquitecta del MinCultura realizó la visita prometida el 13 de junio de 2019, en la cual se autorizó el cambio de la zona afectada del techo bajo la figura de “Emergencia”, pero no se dijo nada sobre el resto de la estructura.
“Nos dijo que para arreglar nos tocaba con nuestros propios recursos económicos, pero que si necesitábamos plata para hacer todas las reparaciones que necesita la iglesia, debíamos presentar un proyecto de obra patrimonial”, cuenta con disgusto el sacerdote.
La solución parecía estar a la vista, pero lo que no mencionó la funcionaria es que dicho proyecto cuesta alrededor de 350 millones de pesos, pues hay que contratar a un experto en estructuras de patrimonio nacional, además de un equipo de profesionales, que incluyen patólogo, arquitecto, ingeniero y demás.
Para que el proyecto sea viable se debe realizar además un estudio de suelo y múltiples pruebas, pero lo insólito es que todo este procedimiento no garantiza la reparación, pues cuando ya se tenga listo el documento debe entrar a “concursar” por recursos nacionales con municipios y regiones que sufren idénticos problemas, ya que actualmente existen cerca de 2.000 bienes catalogados como de interés cultural de la nación.
“Como no hay plata, pues tuvimos que arrinconarnos en el salón parroquial, ubicado al lado de la iglesia. Es un espacio pequeño, apenas para unas 100 personas, similar a un salón comunal. Imagínese el problema, pues aquí vienen a misa aproximadamente unas 360 personas por cada eucaristía, y en domingo pueden llegar a ser casi 1.000”, relata el párroco.
En 2020, el padre Bermeo y el alcalde de Gigante, César Germán Roa, intentaron de nuevo conseguir los recursos del gobierno Duque, pero llegó la pandemia de la covid-19 y con ella una nueva respuesta desalentadora. “Nos dijeron que la plata destinada para el Ministerio fue redireccionada para atender la crisis sanitaria. Se volvió la excusa perfecta para todo, y de nuevo nos ignoraron”, cuenta el sacerdote.
La diócesis de Garzón también intermedió a favor de los compungidos habitantes de Gigante, pero la respuesta fue todavía más absurda. “En respuesta al obispo, el ministerio copió la respuesta y la envió a la alcaldía, donde nos reiteraban la prohibición de hacer cualquier arreglo en el templo, so pena de multas y medidas policiacas. Eso sí dejaron claro que si se llega a desplomar y causa daños a terceros, la responsabilidad recae en el dueño del predio, o sea la parroquia”, explica.
Estos son los documentos que a través de los años ha recopilado el padre Bermeo con respecto a la tragedia que vive su parroquia:
SEMANA se comunicó con el Ministerio de Cultura, que respondió de manera similar a las comunicaciones que sostuvieron previamente con los funcionarios de la alcaldía de Gigante y con el padre José Arley.
“El templo de San Antonio en Gigante, Huila, cuenta con una declaratoria en el ámbito nacional y se encuentra protegido por las leyes 397 de 1997 y 1185 de 2008. La responsabilidad sobre su cuidado y recuperación depende enteramente de sus propietarios. El Ministerio de Cultura, a través de la dirección de Patrimonio, ofrece todo el apoyo técnico para recuperar este importante inmueble que es patrimonio cultural de todos los colombianos”, aseveró Alberto Escobar, director de Patrimonio.
“Ni rajan ni prestan el hacha”
El peligro no reside solamente en esta vieja estructura, sino en su desplome sobre las casas aledañas que están habitadas, además de la vía nacional y el parque, por donde se movilizan propios y turistas que vienen desde Pitalito, Neiva y el sur del departamento.
“Si hoy se derrumbara la iglesia le caería encima a un restaurante, a los carros que vayan pasando y al salón Getsemaní, donde se reúnen mis feligreses. Estoy seguro de que la tragedia sería grande”, considera Bermeo.
Cansados y asustados, los habitantes de Gigante realizaron una marcha pacífica el pasado 16 de julio en el tradicional día de la Virgen del Carmen. La estatua de la madre de Dios, desplazada de su tradicional pedestal, fue cargada en una camioneta por las calles, recorriéndolas esta vez, no como santa, sino como otra manifestante.
“Es la segunda patrona de la parroquia: le tocó salir a hacerle frente a la injusticia”, cuenta el padre.
Por su parte, el secretario de Cultura de la Gobernación del Huila, Daniel Sáenz, aclaró que están al tanto de esta problemática y anunció que su cartera gestionará los recursos para adelantar el estudio de restauración del bien.
A su vez, el arquitecto Fernando Torres advirtió que la zona de la capilla presenta un riesgo inminente de colapso e instó a que todos los involucrados aporten tanto logística como económicamente para poder rescatar la parroquia de Gigante, antes de que suceda una tragedia.