Política
Íngrid Betancourt y Alejandro Gaviria: se desmorona la esperanza
Íngrid Betancourt lanzó un tercer ultimátum a la Centro Esperanza para que acepte sus condiciones. El plazo vence este sábado al mediodía, de lo contrario abandonará este proyecto político.
La exigencia de Íngrid Betancourt a sus compañeros para establecer un protocolo riguroso que no permita el ingreso de “políticos de maquinaria”, bajo la amenaza de abandonar el proyecto, tenía, al cierre de esta edición, a la Centro Esperanza sumida en la peor crisis. La confrontación entre Íngrid Betancourt y Alejandro Gaviria, surgida durante el cara a cara de SEMANA y El Tiempo el pasado martes, ha escalado hasta poner en peligro la supervivencia de esa alianza.
La discusión entre Betancourt y Gaviria, que ya se apoderó de todos los socios de la convergencia, radica en cuáles son las condiciones que deben regir para recibir apoyos políticos. Íngrid considera que las condiciones que se pacten tienen que ser retroactivas, lo que obligaría a Gaviria a rechazar los apoyos recibidos de líderes políticos como Germán Varón Cotrino y Miguel Ángel Pinto, senadores de Cambio Radical y el Partido Liberal. Gaviria se niega de manera rotunda a aceptar esas condiciones e insiste en mantener intactos esos respaldos. Desde el pasado martes los precandidatos han intentado en varias oportunidades ponerse de acuerdo en estas condiciones, pero no han podido. Entre ellos rondan por lo menos seis borradores del protocolo.
Ante la imposibilidad de siquiera reunirse para decidir, Íngrid dio un primer ultimátum el jueves durante una conferencia de prensa que tomó por sorpresa a sus compañeros. “Si la coalición no toma la decisión de prohibir los apoyos de personas vinculadas con las maquinarias que llevan a la corrupción, y si esa decisión no se toma hoy (jueves), con mucho dolor, pero con el compromiso y la responsabilidad que tengo con los colombianos, yo me retiro de la coalición”, dijo.
Aunque Íngrid prometió que si no había respuesta de sus socios ese mismo día, se iría, no lo hizo. Aceptó esperar a que se avanzara el viernes. Y en efecto, desde las seis de la mañana del viernes se iniciaron los contactos para tratar de impedir un desenlace no deseado. Pero todos los intentos fracasaron. El de las seis de la mañana, el de las nueve de la mañana, el de las 12 del mediodía y el de las tres de la tarde. Ninguno de los dos, ni Íngrid ni Gaviria, cedieron en sus posiciones. Y los demás trataron todo el tiempo de evitar la ruptura. En lo que sí parece haber un mínimo consenso es en que la decisión que se tome debe ser por unanimidad. Se requeriría el voto de los siete.
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Aunque las discusiones han sido muy tensas no se ha llegado a plantear que se someta a votación para que gane la mayoría. Tampoco hay bandos claramente definidos, aunque sí se intuyen solidaridades. Es claro que Íngrid cuenta con el respaldo casi incondicional de Carlos Amaya, a quien su partido avala. Y Gaviria también tiene un apoyo fuerte de Juan Fernando Cristo, uno de los que más aboga por la búsqueda del consenso.
Galán ha permanecido distante. Poco asiste a reuniones, no ha dado declaraciones sobre el tema y a veces ni les responde al teléfono. Robledo nunca fue partidario de la llegada de Gaviria a la coalición y no es su defensor. Fajardo parece unas veces estar al lado de Íngrid y otras al lado de Gaviria.
Los desenlaces de esta pelea entre candidatos de la alianza creada para sacar al país de la polarización podrían ser dos: que Íngrid abandone la coalición Centro Esperanza y vaya como candidata presidencial de Verde Oxígeno y que Alejandro Gaviria conserve su puesto en la convergencia. O que sea Gaviria quien se vea obligado a salir por no firmar el protocolo para recibir apoyos políticos.
En cualquier caso, esta convergencia quedaría marcada con el sello del conflicto, minada por la falta de confianza no solo en el ámbito interno, sino ante la opinión pública. Si las cosas se arreglaran hoy, les quedaría apenas 42 días de campaña para persuadir a los colombianos en las urnas de que ellos son la alternativa.
Segundo ultimátum de Íngrid
A las seis de la tarde del viernes, Íngrid volvió a dar el ultimátum: o Alejandro rechaza los apoyos, que ella considera como “la llegada de los lobos donde las ovejas”, o ella se va. Pero esta vez hubo un ingrediente adicional más grave en la pelea: Íngrid advirtió que se va con su partido Verde Oxígeno y que Sergio Fajardo y Carlos Amaya se quedarían sin aval para ir a la consulta, así como Humberto de la Calle, cabeza de la lista a Senado de la coalición, quien es avalado por su partido. Íngrid entonces se iría como candidata presidencial de Verde Oxígeno, dejando la coalición desmantelada.
Ante ese anuncio, Íngrid y Gaviria se retiraron de la reunión virtual y los demás precandidatos se quedaron para insistir en la búsqueda de una solución. Pero lo que al parecer Íngrid no sabe bien es que el manejo del partido, cuya personería jurídica le acaban de restablecer, está reglado, que no lo puede manejar a su amaño, sino que hay normas que ella debe acatar.
Por ejemplo: no es cierto que al irse ella de la coalición, Humberto de la Calle, cabeza de la lista al Senado, avalado por su partido, quede en el asfalto. Alfonso Portela, experto en asuntos electorales, explicó que la Ley 1475 de 2011 no permite que el jefe de un partido revoque la inscripción de un candidato a cualquier cargo de elección popular.
Así las cosas, De la Calle podría seguir, si él lo desea, en la coalición Centro Esperanza, aunque Íngrid se vaya. Portela también asegura que los precandidatos hoy respaldados por el partido de Íngrid, Verde Oxígeno, para la consulta (Fajardo y Amaya), podrían hacer valer sus derechos como un hecho cumplido, así no se hayan inscrito todavía en la Registraduría. “La Ley 1475 de 2011 no permite que los partidos políticos sean manejados por sus representantes legales como feudos propios. Los partidos les pertenecen a sus afiliados y simpatizantes”, señala Portela. Inclusive, dijo que Íngrid podría hacerse acreedora a sanciones del Consejo Nacional Electoral si pretende desconocer derechos otorgados a los candidatos.
Crisis desde el primer día
Desde que vio la luz, el pasado 28 de noviembre de 2021, la coalición Centro Esperanza no ha tenido ni un solo día sin zozobras. Sus socios, Íngrid Betancourt, Alejandro Gaviria, Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Carlos Amaya, Juan Fernando Cristo y Juan Manuel Galán, se han dedicado más a reuniones cerradas en Bogotá para resolver sus disputas internas, que a hacer sus propuestas al país.
Las desavenencias y la imposibilidad de consensos han estado siempre en el primer lugar del orden del día de sus reuniones. La primera crisis, que según uno de sus integrantes estuvo a punto de “abortar el proyecto” el primer día, fue la discusión por el nombre. Al final el criterio de Íngrid se impuso para que la coalición se llamara “Centro Esperanza”.
Después han venido muchas otras diferencias que los han llevado al borde de la ruptura. En estos dos meses la alianza no logró ponerse de acuerdo para recibir al exministro Luis Gilberto Murillo, a quien habían invitado a sumarse para ir juntos a la consulta de marzo. Cuando Murillo, quien había renunciado a su proyecto en la prestigiosa universidad estadounidense MIT, llegó a la primera reunión como socio, se encontró con la sorpresa de que el tema que estaba sobre la mesa era que no había cupo para más miembros de la coalición.
El invitado sintió que no fue “bienvenido” y tras denunciar el “desplante” decidió ir solo a primera vuelta con su partido, Colombia Renaciente. Un hecho curioso es que, ese mismo día, Centro Esperanza sí le dio la bienvenida a Íngrid Betancourt, sin el comentario de que “ya eran muchos”.
Aunque la inesperada decisión de Íngrid de aspirar a la presidencia también generó sorpresas internas, incluso incomodidades en algunos de ellos, no hubo comentarios públicos en ese sentido. Ese hecho coincidió con la propuesta de Juan Manuel Galán de que se redujera a tres el número de aspirantes que se inscribieran en la consulta interna para escoger candidato único, la cual no fue aceptada.
En los dos meses de vida de Centro Esperanza no ha podido cumplir ni uno solo de los seis compromisos adquiridos el día de su fundación: competir con lealtad, no hacer guerra sucia, hacer debates programáticos conjuntos, acordar mecanismos para resolver diferencias, respaldar las listas al Congreso y convocar la solidaridad de los colombianos. ¡Ninguno!