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Injusticia: la historia del hombre que ha pasado 13 años en la cárcel, al parecer, siendo inocente
SEMANA conoció una grabación en la que Elda Neyis Mosquera, alias Karina, exjefe del frente 47 de las Farc, reconoce que un hombre inocente está en la cárcel por culpa de la extinta guerrilla.
En la cárcel La Paz de Itagüí, en el patio número cuatro, donde están los reclusos de mediana seguridad, pasa los días y noches Javier Cadavid. Es un hombre de 64 años, condenado a 20 años por extorsión y enriquecimiento ilícito. Según la justicia colombiana, él en 2007 era comerciante y un colaborador de los frentes 9 y 47 de las Farc, que operaban en el corregimiento de Puerto Venus, en Nariño (Antioquia). Lleva ocho años y medio en la misma celda, pero a esa cifra debe sumarle cuatro años y seis meses que estuvo recluido en Manizales. Ya ha completado el 70 por ciento de su condena (13 años), los mismos en los que tras los barrotes ha gritado infructuosamente ser inocente. Pide que, por lo menos, lo dejen salir en libertad condicional porque tiene derecho, según la ley.
Sus cuatro hijos se hicieron hombres y no los vio crecer. Su esposa ha tenido que vender las propiedades que edificaron para poder pagar los costosos abogados. Él se ha visto envejecer en un pequeño espejo. Una enfermedad pulmonar obstructiva crónica desgasta su respiración y Medicina Legal lo diagnosticó con trastornos depresivos, ansiedad e ideas autolíticas. De la alegría y energía con la que describen en su pueblo a ese hombre bonachón –cuando SEMANA pregunta por él–, poco queda.
Mientras su vida se derrumba, a 14 kilómetros de distancia en Medellín, Elda Neyis Mosquera, alias Karina, exjefe del frente 47 de las Farc, no puede contener las lágrimas cuando ve llegar a Mariela Toro, la esposa de Cadavid, junto a su hijo a una reunión con la Comisión de la Verdad y víctimas del municipio de Argelia (Antioquia). “Hacía tiempos no veía a esta familia. Pero hoy que los veo y me dicen que sigue su esposo en la cárcel también se me arruga el corazón. Porque sé que es un inocente en la cárcel”, afirma alias Karina.
Este es el momento en el que reconoce la injusticia y pide perdón:
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Así lo ha dicho en diferentes estrados judiciales a los que ha asistido, pero pareciera, según ella, que al sistema judicial poco le interesa su versión. Aseguran que las Farc se aprovecharon de que Javier era el único que tenía una cuenta bancaria en el corregimiento y que acostumbraba prestarla a los campesinos, a miembros de la fuerza pública y a otras personas para que les consignaran sus salarios o dinero que enviaba algún familiar. “Todo el mundo tenía mi cuenta”, dijo Javier.
SEMANA verificó una de las cartas presentada por la Policía en 2008 en la que se afirma que Cadavid efectivamente era quien hacía las veces de banco con la cuenta de su establecimiento comercial porque allí, para la época, no había entidades financieras. Precisamente esa cuenta la usaban las Farc para cometer sus fechorías. Alias Rojas, uno de los comandantes del frente 47, pedía que el dinero de las extorsiones se depositara en ese banco. En aquella entidad financiera, una víctima de este delito depositó 18 millones de pesos y aunque Cadavid nunca fue denunciado por las víctimas, un fiscal argumentó que él era colaborador de la guerrilla, pidió su captura y tiempo después un juez lo condenó a 20 años.
Durante más de una década, Cadavid y su familia han buscado la manera de apelar la decisión, pero ha sido en vano. Pese a que varios guerrilleros de esos frentes han dicho lo mismo y explicaron cómo lo usaron, el hombre sigue en la cárcel y es otra víctima de las Farc. “Es como si al Estado colombiano le costara reconocer que los jueces y fiscales también se equivocan. Soy víctima de un falso positivo”, asegura Cadavid, quien dice sentirse secuestrado. Para él su vida se arruinó, pero tiene la esperanza de vivir los últimos años junto a su familia. Por eso clama a la Jurisdicción Especial para la Paz que escuche a las Farc y acredite su caso como uno más de las víctimas que dejó el conflicto en Colombia. Para Cadavid, el Estado resultó ser su verdugo.