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Invierno mortal en Colombia: lo peor de las lluvias estaría por venir
En tres meses de este año, las fuertes lluvias han cobrado la vida de 55 personas. Sin embargo, no es solo culpa de la naturaleza, sino del desastre que ha generado la deforestación que alimenta la furia del cambio climático.
El pasado 18 de febrero, Claudia Muñoz saltaba de casa en casa por el tejado, mientras las gotas de lluvia caían tan fuerte que parecían piedras. Mantener los ojos abiertos era difícil, pero necesario, para no perder el equilibrio. Estaba tratando de encontrar, allá abajo, a su familia. “Todo el mundo gritaba ‘el agua se los llevó’”, dice aún con angustia. En el municipio de San Pablo, Nariño, llovió todo el fin de semana y su hermana, con la pareja y los niños se subieron al carro en medio del aguacero. Pero una avalancha causada por el desbordamiento de la quebrada Las Brisas, arrasó con ellos. La vía se había convertido en un río, que en lugar de peces llevaba motos, postes de energía y cuanto se atravesara por el camino. Era imposible caminar en ella. Por eso la opción que tomó Claudia, tenía que llegar al puente donde, al parecer, el carro se había detenido al chocar con muros, y auxiliar a sus seres queridos.
Desde el primero de enero hasta el 23 de marzo, en 249 municipios se registraron 498 eventos similares a los que vivió la familia Muñoz. Las lluvias han generado caos en algunos territorios y entre deslizamientos de tierra (267), inundaciones (95), crecientes súbitas (48), vendavales (38) avalanchas (16), granizadas (7), tormentas eléctricas (1), entre otros, se ha creado el pánico. Lo que genera más preocupación es que la temporada de lluvias en realidad empezó el 15 de marzo. El cambio climático y el fenómeno de La Niña hizo que los meses que normalmente son secos, como enero y febrero estuvieran pasados por lluvia, pero lo que viene puede ser peor. La primera temporada oficial de lluvias, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) va desde marzo hasta mediados de junio.
En este tipo de tragedias son familias enteras las víctimas directas, muchas sorprendidas en los momentos más especiales de sus vidas. Cuando están de viaje, por ejemplo. Hernán Caro recuerda el amargo primero de marzo, faltaban solo cuatro días para su boda, los suegros y su novia se transportaban por carreteras de Cocorná, Antioquia, cuando la lluvia generó un movimiento de masa y cayó sobre su carro. La prometida de Hernán fue lanzada por el mismo alud de tierra, así que logró salvarse, la mamá de ella, aunque con graves heridas, también fue rescatada con vida. Pero el hombre de 65 años no contó con la misma suerte. Una semana de alegría se convirtió en una verdadera pesadilla.
Seis personas han muerto en Antioquia por cuenta de las lluvias durante 2022. “Para nosotros ha sido muy duro, perdimos a nuestra familia en un derrumbe que hubo en la vía Urabá-Medellín”, indica Nancy Ramírez. El 8 de marzo recibió la noticia de que su hijo Edwin Guevara, de 29 años; su nuera Ana María Giraldo, de 27, y su nieto Maximiliano, de 2 años, perdieron la vida en un deslizamiento de tierra. “Ellos siempre fueron muy unidos, hasta su final”, dijo con nostalgia la mujer.
Según Eduardo González, director general de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), Colombia es uno de los países que cuenta con un sistema integral y robusto desde hace tres décadas para la prevención de este tipo de acontecimientos. Con las acciones que se han tomado en todo el país se han logrado salvar miles de vidas, pero aclaran que están peleando contra la corriente; mientras reine la inconsciencia y el ser humano siga deforestando y causando daños ambientales. Cada vez va a ser más difícil frenar la furia del cambio climático. SEMANA conoció que el estudio de un terreno afectado por la erosión cuesta alrededor de 2.500 millones de pesos, sin contar con la cantidad de presupuesto que se va en los planes a ejecutar.
En los últimos tres años y medio, la UNGRD ha adelantado 249 proyectos de mitigación con una inversión 3,3 billones de pesos, destinados para la construcción de muros de contención, canalizaciones y programas de prevención. Obras con las que se espera beneficiar a 5,4 millones de personas en 28 departamentos y 150 municipios del territorio nacional .Sin embargo, es imposible cumplir todas las necesidades por la misma complejidad y diversidad topográfica del país. En lo corrido del año los desastres naturales han afectado a 9.902 familias, 6.818 viviendas averiadas, 74 heridos, 55 muertos y cinco desaparecidos. No saber qué pasó exactamente con un ser querido que la naturaleza arrasó, no tiene explicación y la experiencia la describe Claudia Muñoz, la misma que caminó en Nariño sobre los techos para encontrar a su familia.
Cuando logró llegar al punto donde estaba el carro, encontró a su hermana tirada en una esquina, su sobrino estaba atrapado en el arroyo, y su cuñado gritaba desesperado, “Gabriela, Gabriela”, repitiendo una y otra vez el nombre de la pequeña que una semana atrás había cumplido 8 años. La misma que la fuerza del agua le arrebató de sus brazos. “La comunidad grababa con los celulares, pero nadie se atrevió a hacer algo, solo un policía auxilió a mi sobrino”, dice con desgano .A la niña la buscaron al lado del puente, entre ramas, kilómetros abajo, alrededor de los lotes del cementerio y no encontraron rastro de ella. En San Pablo aseguran que todo aquello que las quebradas se llevan, desemboca en una vereda conocida como Los Olivos, así que fueron hasta allá, pero en ese momento se regresaron con los brazos y el corazón vacío.
Diez días después, el 28 de febrero, uno de los niños de la vereda despertó diciéndole a su padre, un campesino de la región, que mientras dormía tuvo una premonición y que la niña que buscaban podría encontrarse en el sector del Arenal. La comunidad llegó a la orilla del río, a ese punto en particular. Pasaron varios minutos y no veían nada, hasta que un cuervo hizo un sobrevuelo, “todo parece extraño, pero en realidad creo que fue obra de Dios, no encuentro otra explicación”, dice la tía de la menor. El ave carroñera inclinó el pico y descendió, “alcanzó a sacar una piernita de la nenita”, relatan los testigos. En ese momento el campesino se lanzó, cruzó el río y recuperó el cuerpo de Gabriela.
Son los niños, por su cuerpo frágil, quienes menos posibilidades tienen de salir con vida de estos eventos. El 21 de marzo, Solangie y Tatiana Acosta Hortúa, de 9 y 12 años, murieron por una creciente súbita en Quebradanegra, Cundinamarca. Era una tarde de paseo, estaban con su papá, “un hombre humilde que se desvivía por sus tres hijas, pese a ser una familia de escasos recursos”, cuentan los profesores de las pequeñas. Ese día caminaban por el campo y tenían que cruzar un riachuelo que en cuestión de segundos se convirtió en un depredador. La corriente tuvo compasión con su hija mayor de 15 años y con él, pero sobrevivieron para despedir a las dos niñas menores.
Los departamentos en los que más muertes se han registrado en este primer trimestre son Risaralda; Antioquia; Caldas; Cauca y Cundinamarca. En 24 de los 32 departamentos hay alertas. Las recomendaciones son claras a la hora de evitar más desgracias. Las familias que viven en casas con techos, tejas o láminas de zinc deben asegurarlos muy bien durante los próximos tres meses para evitar que los vendavales las levanten.
Cuando se presenten tormentas eléctricas se debe evitar acercarse a todo lo que pueda actuar como pararrayos, tampoco se debe salir a campos abiertos. Si bien es cierto que los paseos a ríos es una de las mejores experiencias para cientos de familias, lo recomendado es evitarlos porque por más que se vea tranquila la corriente, la lluvia en municipios cercanos pueden generar una creciente súbita. Las alcantarillas deben estar libres de basura para evitar que las calles se conviertan en ríos y no se debe tomar carretera cuando hay fuertes lluvias. Actos pequeños pueden frenar la lista de seres queridos y sueños que el agua se lleva.