Jesús Santrich era apenas un niño cuando Rafael Caro Quintero empezó a ganarse, a sangre y fuego, el alias del "capo de capos" que ostenta en México. En los 70 ya cultivaba marihuana y en la década siguiente, mientras Santrich militaba en movimientos políticos de izquierda, Caro Quintero montó el cartel de Guadalajara, uno de los grupos que fundó el
narcotráfico a gran escala en el país manito.
"Para don Rafa Caro con aprecio y esperanza de paz": esa es la dedicatoria que se lee en un cuadro firmado por Santrich y fechado el 2 noviembre de 2017. Según la Fiscalía, esa pintura en la que aparece la figura de un hombre con melena, flaco y de ojos hundidos, habría sido una especie de gesto de cordialidad del ex jefe guerrillero con el narco mexicano, en medio del negocio que intentaba cerrar con el cartel de Sinaloa para venderles 10 toneladas de cocaína desde Colombia.
Los negocios con Colombia fueron, precisamente, una de las claves del ascenso de Caro Quintero en el mundo del crimen. Él fue uno de los primero mexicanos en estrechar lazos con los carteles colombianos para coronar los cargamentos de droga en Estados Unidos. Por varios años vio crecer su poder y su riqueza, hasta que cometió un asesinato que desató la furia de las autoridades norteamericanas.
Luego de perder gran parte de sus cultivos de marihuana, en 1985, Caro Quintero descubrió que tenía infiltrados en su organización. Identificó a un piloto mexicano y un agente de la DEA, a quienes torturó y mató. El operativo que se desplegó en su contra, luego de que aparecieron los cuerpos, fue tan grande que ese mismo año fue capturado.
Luego de completar 28 años tras las rejas, parecía que el "capo de capos" había dejado de existir en el panorama del narco. Su nombre pasó a un segundo plano mientras empezaron a figurar otros, como el del Chapo Guzmán, entre las cabezas de esa renta ilícita que se propagó por México con violencia.
Entretanto, en esas tres décadas, Santrich entró a las filas de las
Farc, perdió la visión, se convirtió en un comandante de la estructura y, con los aires de paz, figuró en 2012 como uno de los jefes negociadores guerrilleros que se presentaron en Oslo, Noruega, cuando el proceso dejó de ser un secreto para el mundo. Luego, cuando los diálogos se asentaron en Cuba, el excomandante retomó la pintura, una vieja afición que había olvidado en las correrías de la guerra.
Por esos mismos tiempos, cuando Colombia conoció a Santrich, luego de su irónica respuesta (Quizás, quizás, quizás), a la pregunta de si las Farc le pedirían perdón a las víctimas del conflicto, la imagen de Caro Quintero resurgió en México. Por un error procesal, el "capo de capos" quedó libre en agosto de 2013.
Lo sorpresivo fue que luego de 28 años en prisión, Caro Quintero no salió convertido en una figura menor, secundaria entre tantos nuevos jefes de la mafia, y en un escenario criminal tan distinto al que había conocido en libertad. Por el contrario, los informes de la DEA indican que habría recuperado su poder. Incluso lo sitúan en la cumbre del organigrama del temido cartel de Sinaloa, junto al detenido Chapo Guzmán y a Ismael Zambada.
Y retomando sus negocios con los colombianos, según la hipótesis de la Fiscalía, es como los hombres de Caro Quintero habrían establecido contacto con Santrich, quien, ya desde la vida civil, y luego de haber sido uno de los artífices del acuerdo de La Habana, se aprestaba para ocupar una de las 10 curules en el Congreso pactadas entre el Gobierno y las Farc.
Pero, supuestamente, el excombatiente habría optado por no abandonar el narcotráfico, pese a que volver a delinquir lo conduciría a perder los beneficios del mismo, y a exponerse, como lo está ahora, a una posible extradición a Estados Unidos. Las interceptaciones telefónicas, las fotos y los seguimientos que la DEA y las autoridades colombianas le hicieron a Santrich y a otro grupo de sindicados, indicarían que el exguerrillero y el cartel de Sinaloa intentaron hacer negocios durante 2017 y 2018.
Santrich y los que son señalados como sus cómplices, entre ellos Marlon Marín, sobrino de Iván Márquez, le habrían mandado una prueba de 5 kilos de cocaína a los hombres de Caro Quintero, para que verificaran la calidad del producto. La Fiscalía tiene información de que esa droga llegó a su destino. Así, en medio de las negociaciones que rondaban una cifra de 15 millones de dólares por 10 toneladas de droga, Santrich le habría pintado el cuadro al capo de capos, como un gesto de buena voluntad de su parte.