NARCOTRÁFICO

El Pablo Escobar cubano

Este hombre, utilizando tres identidades diferentes, logró exportar 25 toneladas de cocaína desde todos los rincones del país. Su historia es increíble.

23 de junio de 2018
Juan José Santisteban, alias chacal, tenía tres documentos de Estados Unidos, Venezuela, y Colombia. Durante varios años la DEA y la Interpol lo buscaron en una docena de países.

A Juan José Santisteban lo buscaban por cielo y tierra la DEA y la Interpol. Esta había emitido una circular roja para alertar a las autoridades de más de 180 países sobre su peligrosidad y los delitos por los que lo requerían varias cortes estadounidenses. Lo señalaban de enviar nada más y nada menos que 25 toneladas de cocaína desde Colombia hacia Centroamérica y Estados Unidos tan solo en 2016. ¿Cómo un solo hombre logró enviar semejante cantidad de droga? Su historia, digna de un guion de Hollywood, es sencillamente increíble.

Aunque durante años lo buscaron las principales agencias antinarcóticos en una docena de países, Santisteban siempre logró eludir a las autoridades. Lo hizo acudiendo al truco simple pero efectivo de tener tres nacionalidades. Oriundo de Cuba, muy joven lo llevaron a Estados Unidos. Unos años más tarde obtuvo la nacionalidad bajo el nombre de José Santisteban. En Miami, donde estaba radicado, comenzó a involucrarse con los grupos mafiosos, principalmente colombianos, que actuaban en esa ciudad.

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Con el tiempo sus actividades ilegales lo pusieron en la mira de las autoridades y se radicó en Venezuela. En ese país hizo contactos con bandas dedicadas al comercio de cocaína hacia el Caribe. Logró entablar amistad y negocios con altos oficiales de las Fuerzas Armadas que lo ayudaron a sacar documentos y nacionalizarse venezolano con el nombre de Juan José Santisteban Gómez. Gracias a esas alianzas consiguió acceso privilegiado a una de las partes más importantes en el negocio del tráfico de drogas: las pistas clandestinas ubicadas en la frontera con Colombia.

Con una flota de aeronaves se transformó en uno de los hombres más efectivos para el transporte de la droga, al tiempo que sus finanzas fueron aumentando. La mayoría de esos cargamentos tenían como destinatarios finales los capos del cartel mexicano conocido como Jalisco Nueva Generación, uno de los más poderosos de ese país. En el bajo mundo conocían a Santisteban con el alias del Chacal debido a su habilidad para cambiar su fisionomía y usar múltiples personalidades, pasaportes y documentos.

En Medellín el Chacal rápidamente entró en contacto con los capos de la llamada Oficina de Envigado.


El Chacal poseía pistas clandestinas como esta en Venezuela. En las selvas de Nariño creó un grupo de 150 hombres armados para proteger los laboratorios y los envíos de droga en semisumergibles. A la derecha su avión privado.   

Su alianza con los narcos mexicanos tuvo tanto éxito que hace cuatro años optó por dar el paso siguiente y se mudó a Colombia para manejar directamente el ‘negocio’ sin intermediarios. De manera ilegal compró por 30 millones de pesos su nacionalidad colombiana y consiguió una cédula y pasaporte con el nombre de Pedro Antonio Becerra Cárdenas. Bajo la fachada de ser un próspero comerciante se radicó en Medellín en un lujoso apartamento en el sector de El Poblado. Aunque sabía que las autoridades estaban tras él, hizo una jugada maestra: se instaló a vivir en un edificio en el que viven varios políticos importantes de la capital paisa. De ese modo, terminó protegido en la entrada y los alrededores por la presencia permanente de escoltas y policías. Consiguió una finca en el exclusivo sector de Llano Grande, en donde, una vez más, tenía de vecinos a políticos y respetados empresarios antioqueños que también contaban con fuertes esquemas de seguridad.

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En Medellín el Chacal rápidamente entró en contacto con los capos de la llamada Oficina de Envigado. Además, realizó otras alianzas. Viajó al Catatumbo y persuadió a las facciones del ELN y la banda criminal de los Pelusos de trabajar con él y sus socios mexicanos, y venderle la droga que pasaba por la frontera hasta sus pistas en Venezuela. Posteriormente, viajó hasta Nariño, la zona del país con la mayor cantidad de cultivos y laboratorios de coca.

Gracias a sus contactos de la Oficina buscó a varios disidentes de la guerrilla y también se alió con ellos. Buscó hacer negocios con alias Guacho, tristemente conocido por asesinar a los tres integrantes del equipo periodístico del diario El Comercio de Quito. El asunto no prosperó y terminó aliado con el enemigo de este, otro disidente conocido con el alias de David. Con él creó una estructura autodenominada como Autodefensas Unidas del Pacífico (Aupac).

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En poco tiempo las movidas del Chacal le garantizaron algo que muy pocos han logrado, tener salidas de droga por tres lados diferentes: el noroccidente, por el Golfo de Urabá; el oriente, por la región del Catatumbo; y el Pacífico por las costas nariñenses. Hizo todo esto sin que las autoridades se dieran cuenta, ya que en cada una de estas regiones aparecía con un nombre y nacionalidad diferentes. Sin embargo, a mediados del año pasado una operación puso al Chachal en el radar.

Como el capo se movía muy poco de su apartamento y su finca, los sabuesos empezaron a seguir a sus lugartenientes. Esa actividad los llevó a diferentes lugares en las selvas de Nariño y el Catatumbo.

En junio la DEA y la Policía llevaban varios meses siguiendo al que apareció como el jefe de las Aupac. Se trataba de un hombre conocido con el alias de Cusumbo, al mando de un ejército de 150 sicarios. En la investigación interceptaron varios teléfonos de ese capo y a los analistas les llamó la atención que hacía referencia a un jefe al que llamaba el Gordo o el Cubano. Cusumbo y algunos de sus hombres murieron en un enfrentamiento a mediados del año pasado. Pero los datos que aportó le permitieron a un grupo especial de la Dijín comenzar a unir las piezas de un complejo rompecabezas que los llevaría hasta el escurridizo Chacal.

Una operación de la DEA, la Fiscalía y la Dijín, dirigida por el general Jorge Vargas, consiguió capturar al Chacal. 

En los audios Cusumbo y sus secuaces mencionaban que el Gordo tenía un avión en Pereira. Policías encubiertos efectivamente lograron dar con esa aeronave de matrícula mexicana. Tras varias semanas, lograron detener a dos personas de esa nacionalidad que mencionaron por primera vez que trabajaban para el Chacal y le contaron a la Policía dónde vivía. Allí los uniformados se encontraron con un gran obstáculo. Al tratar de realizar operaciones de vigilancia, los cuerpos de seguridad de los políticos en El Poblado o Llano Grande impedían que se acercaran. Optaron por utilizar drones para tratar de ubicar al Chacal, pero con estos aparatos solo lograban obtener ubicaciones muy generales.

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Con el paso de las semanas los investigadores de la Dijín detectaron que al Chacal le gustaba ir a ferias equinas en donde concursaban varios de sus caballos, avaluados cada uno en más de 800 millones de pesos. Infiltrados como meseros y vendedoras de productos agropecuarios, varios agentes lograron grabar de cerca al Chacal y varios de sus socios.

Una operación de la DEA, la Fiscalía y la Dijín, dirigida por el general Jorge Vargas, consiguió capturar al Chacal.

Como el capo se movía muy poco de su apartamento y su finca, los sabuesos empezaron a seguir a sus lugartenientes. Esa actividad los llevó a diferentes lugares en las selvas de Nariño y el Catatumbo. En Tumaco los policías arrestaron a dos mexicanos socios del Chacal. Eran ingenieros marítimos contratados por él y el cartel de Jalisco para fabricar semisumergibles por medio de los cuales exportaban cargamentos de 5 toneladas por el Pacífico. Durante casi todo el año pasado, la Dijín y la DEA lograron reconstruir toda la estructura del Chacal y documentaron cómo alcanzó a sacar 25 toneladas por diferentes rutas solo en 2016. “Por la cantidad de droga y las conexiones mafiosas dentro y fuera del país, sin duda alguna se trata de uno de los personajes más relevantes en el mundo del narcotráfico de los últimos años. De allí la importancia de esta operación entre la Policía, la DEA y la Fiscalía”, dijo el general Jorge Vargas, director de la Dijín.

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Con todos sus lugartenientes vigilados y controlados, los investigadores enfrentaban un problema. No podían acercarse al Chacal, ya que no se salía de su apartamento, custodiado sin saberlo por escoltas y policías. Decidieron hacer algo simple: esperar. Durante varios días agentes encubiertos se apostaron en las afueras del edificio. En los videos de vigilancia veían al Chacal asomado en un balcón. Presionado por su esposa, hace dos semanas decidió salir a comer a un restaurante al frente de su vivienda. Allí lo arrestaron y le informaron que tenía una orden de extradición. Así terminó la carrera del Pablo Escobar cubano.