VIOLENCIA
Juana Perea, la historia de una luchadora asesinada en Nuquí
Juana Perea Plata, ciudadana colomboespañola, vivía hacía varios años en Nuquí, donde organizó a las mujeres y se opuso al puerto de Tribugá. La asesinaron con un tiro en la frente y la dejaron en la playa.
Juana Perea Plata hizo cuanto pudo con su vida: a los 17 años abandonó todo y vivió entre barcos en Cartagena; luego, durmió durante meses en un velero en Aruba, donde se hizo buzo profesional; trabajó en búsqueda de locaciones para un reality en Noruega; y allá mismo, por su espíritu aventurero, le ofrecieron un contrato con el Gobierno estadounidense para coordinar vuelos en una base aérea de Afganistán, que durante un tiempo fue la más bombardeada en la guerra contra el terrorismo. En ese país asiático conoció a Dave Foreman, un bombero gringo con el que se casó y con quien llegó a Nuquí para fabricar un paraíso. El cuerpo de Juana Perea apareció en la mañana del jueves 29 de octubre, tirado en una playa con un tiro en la cabeza.
Al llegar en 2016, compró 30 hectáreas de bosque, selva, palmeras y playa en el caserío Los Termales, en Nuquí. Allá empezó un sueño: construir un hotel y vivir ahí, porque siempre la llamó el mar. “La vi por última vez en 2017, me fui a Nuquí a conocer su proyecto. Sembramos palmas, pusimos una hamaca y fijamos el lugar donde íbamos a pasar la vejez, las dos mirando el mar”, dice Ana María Restrepo Perea, su prima hermana. Era la familiar más cercana que tenía Juana, pues se criaron casi juntas.
Perea Plata tenía doble nacionalidad, colomboespañola, pues su abuelo Andrés Perea Gallaga llegó a Colombia en 1945 como primer delegado del Gobierno vasco en Colombia, recién escapado de la España de Franco, en la que lo buscaban vivo o muerto. Quizá por eso, y por su color de piel y sus historias del mundo, en Nuquí la veían como una extranjera. Y en ese pequeño universo colombiano, en el que mandan las bandas que mezclan narcotráfico y un control del territorio paramilitar, solo aceptan a los extranjeros como turistas.
Era una activista como pocas en esas tierras donde la ciudadanía organizada no existe, pues los pobladores viven bajo el miedo de las amenazas. Además, los hombres suelen soñar con la pesca blanca. Esta práctica poco conocida en el interior consiste en rescatar panelas de cocaína que los traficantes arrojan al océano Pacífico cuando las lanchas rápidas de la Armada Nacional los persiguen a toda velocidad.Así, Perea Plata creó el Costurero Golfo de Tribugá, un proyecto comunitario que alcanzó el apoyo de la empresa privada, y reunió a más de 100 mujeres que se capacitan en usar máquinas domésticas e industriales para impulsar una nueva economía basada en la confección. Justo en los últimos meses fabricaron tapabocas reutilizables para no contaminar las playas.
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Este fue el resultado de un proceso que ya venía de meses, pues Perea Plata había organizado a la población para oponerse al puerto de Tribugá. Justo en sus redes sociales trabajaba en forma denodada contra el proyecto. Publicaba mensajes como “#AlertaTribuga. Declarar esta megaobra como un proyecto de utilidad pública implicaría la expropiación de territorios, esto vulnera los derechos colectivos y territoriales de las comunidades de Nuquí #NoPuertoDeTribugá #NuquiDefiendeSuTerritorio”.
Además, denunciaba constantemente el abandono de las zonas rurales y el poder que allí ostentan los armados: “Bacrim más narcos, más absoluto abandono y desidia del estado, igual a condiciones de mierda para los que votaron que Sí al fin de la violencia. Maldita sea la injusticia social de este país, maldita sea la arrogancia de los citadinos que desconocen las realidades de una gran parte de este país...”.
Después de descubierto el asesinato, el Departamento de Policía de Chocó aseguró en un comunicado que un grupo de funcionarios de investigación criminal e inteligencia estaban en el lugar “y ya se encuentran efectuando las indagaciones correspondientes, teniendo en cuenta que en este municipio hay injerencia criminal del grupo armado y organizado ‘Clan del Golfo’”. En el territorio son pesimistas, saben que estas investigaciones nunca finalizan, pues ni siquiera capturan a los narcos que, cuando terminan las pescas blancas, llegan al caserío con sus maletas llenas de billetes para comprar lo que habían perdido en altamar.