NACIÓN
La apasionante historia de Mauricio Leal, el estilista de las famosas hallado muerto
Su historia de superación es de telenovela. Empezó lavando cabello, de auxiliar, y terminó por error en la lista Clinton. Maito Leal, el estilista que la farándula llora, murió con su lema de sí se puede.
No era un estilista cualquiera. Mauricio Leal se convirtió en una marca, en un reconocido estilista por cuyas manos pasaron modelos, figuras de la televisión y la farándula colombiana que hoy lamenta su extraño fallecimiento. El hombre de 44 años, oriundo de Cali, apareció sin vida en su casa en La Calera. Junto a su cuerpo, las autoridades también encontraron sin vida a Marleny Hernández, su madre. Un hecho extraño, difícil de entender.
Leal era un convencido del sí se puede. Y su historia la contó en repetidas oportunidades. Lo hizo porque su vida profesional empezó desde cero y terminó convertido en lo que fue hasta este lunes cuando lo encontraron muerto en su residencia: uno de los más reconocidos estilistas bogotanos.
Lavó el pelo, barrió peluquerías, sirvió el tinto. No lo pensaba dos veces para contarlo ni se avergonzaba. Era orgulloso de lo que fue y en lo que se fue transformando. Dios estaba en primera fila en su vida, según narró en un blog que reprodujo entre sus más cercanos colaboradores. “Auxiliar de todos los peluqueros, trapear, lavar afuera. Eso fue lo que hice y por ello me pagaban menos de un mínimo hace 25 años”. En su mente, siempre estaba el éxito. “Desde niño sabía que quería esto, lo tenía en mi corazón”, dijo en su momento.
En una de las peluquerías donde empezó a laborar como auxiliar le dijo al dueño que él sabía cortar cabello. No era cierto, pero necesitaba una mentira piadosa para tener una oportunidad y de paso saltar a la fama. “Eso fue algo celestial porque primero se lo pedí a Dios y segundo todo lo que veía se me quedaba y sentía que mis manos podían hacer esto y lo quería materializar”.
Lo más leído
El dueño del negocio, fue uno de sus primeros experimentos. Apenas cogió su cabello, el entonces inexperto peluquero sintió morirse. “Sudaba, tenía nervios pero en el momento en que comencé a cortarle el cabello sentí que ya lo había hecho”. Él- recordó- quedó satisfecho, lo suficiente para decirle: “tienes una silla, eres peluquero”. Desde ahí empezó a amasar todas las oportunidades laborales. Su agilidad con las manos y las tijeras, se fueron expandiendo como un secreto a voces.
Los clientes, desde sus inicios, eran su razón de ser. Los premiaba con retoques de maquillaje, ondas de agua, blower. “Trataba de que salieran divinas las clientas así no estuvieran pagando por los servicios adicionales”, recordó en su momento.
Meses después, se convirtió en el peluquero estrella. Las clientes lo pedían, pero él no alcanzaba a cubrir con sus manos a las damas.
Posteriormente terminó en otra peluquería, luego en un salón spa. Y en Cali, su ciudad, instaló su primera peluquería. Tenía clientes, dinero, pero no estaba preparado como empresario. La empresa creció como espuma, lo contrataban para maquillaje en portadas de revistas de moda y delineaba los rostros de las personalidades.
Maito quería más. Sus ansias de alcanzar la fama lo hicieron vender la peluquería en el Valle del Cauca y abrir una en Miami. Se asoció con una cliente amiga, pero ella estaba involucrada con un hijo de un narcotraficante. Al padre de ella- recordó el estilista- lo tuvieron preso en una cárcel norteamericana. Por su figura de socio, el estilista terminó en la lista Clinton. Sus cuentas bancarias, tarjetas de crédito, seguros, entre otros, fueron cancelados. “Perdí el dinero que había invertido en la peluquería, perdí todo lo que tenía”, dijo.
Después de una ardua defensa y de comprobar a las autoridades norteamericanas que no tenía nada que ver con los dineros ilegales, lo sacaron de la lista Clinton. Y después tomó un avión y se regresó a su país. Bogotá, la capital, lo recibió. Instaló su peluquería en el norte de Bogotá y hasta allí empezaron a llegar personalidades, figuras de la farándula, entre otros. La presentadora Andrea Serna, fue una de ellas. Era una de las clientes más cercanas, pero últimamente, según le contó ella a SEMANA, él ya no atendía. Estaba dedicado a labores administrativas.
En Bogotá, Maito enfrentó más de una adversidad. Su tórax, por ejemplo, no estaba bien y él debió someterse a un trasplante, un tratamiento médico que lo mantuvo alejado durante tres meses. “Si ustedes se desesperan en casa, imagínese yo cómo me sentía”, expresó a sus cercanos en su momento.
Semanas después de la intervención retornó a sus labores, aún con un leve dolor en su pecho. Nuevamente lo intervinieron, pero en la segunda cirugía quedó mejor. Al menos, su salud en los últimos años era buena hasta que este lunes su vida se apagó. Su cuerpo apareció sin vida junto con el de su madre y las autoridades, preliminarmente, no se atreven a concluir lo que ocurrió. Era famoso, su situación económica era buena. ¿Fue suicidio? ¿Homicidio? Aún es muy preliminar para las conclusiones. El CTI de la Fiscalía tiene la última palabra.