LA BATALLA DEL CAQUETA
Un saldo de 16 muertos y un sinnumero de heridos dejó el operativo guerrillero del M-19 en Florencia, Caquetá. El audaz asalto agrava la situación y abra serios interrogantes en momentos en que el gobierno estaba a las puertas...
La confusión era total. Tanto los guerrilleros que atacaban, como los militares que se defendían, tenían exactamente los mismos uniformes. Nadie sabía a ciencia cierta a quién le estaba disparando. "No le tire, que es uno de los nuestros", era un grito que se oía con frecuencia en medio de la tupida balacera. Durante cinco horas el tiroteo fue ininterrumpido. El olor a pólvora no dejaba respirar y el humo no permitía ver. Cerca de 200 guerrilleros del M-19 se habían apostado en la plaza de Florencia, Caquetá, y allí habían izado, a las 9:30 de la mañana del miércoles 14, una bandera de su movimiento. Un grupo de ellos se atrincheró en el centro de la plaza, mientras que otros partían hacia la ciudadela militar del Batallón Juanambu. La intención de estos últimos era inmovilizar allí al ejército, impidiéndole salir, objetivo que lograron durante 30 minutos.
El sargento Gelves, de la Policía, cumplía su labor de vigilancia de rutina en la plaza cuando vio el contingente de guerrilleros descender de dos buses y correr hacia el centro, para parapetarse en los bancos. El sargento, que aunque estaba solo ya tenía experiencia en enfrentamientos con la guerrilla, abrió fuego inmediatamente y durante los primeros cinco minutos se mantuvo solo. Poco a poco fueron llegando refuerzos, pero su número nunca sobrepasó los 50. Sólo media hora después, cuando rompió el cerco tendido por los guerrilleros al batallón, logró llegar el Ejército.
A todas éstas, dos reporteros radiales, de Caracol y de RCN, que observaban los acontecimientos a duras penas protegidos de las balas, transmitían en directo los pormenores de lo que aparecía como una verdadera batalla campal, y todo el país pudo escuchar sus voces entrecortadas por el ruido de gritos y disparos.
TESTIGO OCULAR
Fernando Alvarez, el enviado especial de SEMANA a Florencia, recorrió las calles de esta localidad pocas horas después de la toma, y recogió diversos testimonios.
Un mesero de un hotel céntrico, que se vio de repente en medio de las balas, dio la siguiente versión: "Los carros paraban, la gente salía de sus casas y todos nos tirábamos al suelo.
Yo ví una guerrillera que cogió a un tipo que iba en una moto, lo encañonó y le ordenó que la llevara hasta el medio de la plaza. Cuando llegaron allí, la muchacha lanzó una granada hacia donde estaba un grupo del Ejército, y debió herir a muchos. Yo oía los gritos de ellos".
La dueña de un restaurante: "Esto lo habían anunciado desde el 1° de mayo del año pasado, cuando hubo una manifestación de amnistiados que exigían que el gobierno cumpliera sus promesas, y que decían que si no lo hacía volverían, pero no en una marcha pacífica. Yo creo que tienen razón en lo que están haciendo ahora. A mí me parece que el gobierno no sólo no cumplió, sino que dejó que mataran a muchos de esos amnistiados. Aquí caía asesinado uno de ellos casi cada semana".
Un niño de 12 años, que presenció los hechos: "La gente común y corriente iba caminando por la calle, y los soldados les hacían poner las manos en alto para que no los confundieran con guerrilleros. Peroyo ví varios guerrilleros de civil que escondieron su fusil, y alzaron también las manos y salieron caminando detrás de nosotros como si nada, como si ellos no tuvieran nada que ver".
Muchos de los vecinos interrogados hablaron bien de la acción de la policía. Opinaban que gracias al valor casi inverosímil de los dos o tres agentes que estaban cuidando el Banco de la República, se había impedido que los guerrilleros alzaran con todo.
Un tendero observó: "Uno de esos policías, el que empezó a disparar primero, estaba completamente solo y tenía un fusil reviejo, que yo pensaba que en cualquier momento se le deshacía. Pero el hombre con mucho coraje los mantuvo a raya".
Un amnistiado, que trabaja de vendedor en una galería de la plaza: "Si la guerrilla a veces juega a la paz y a veces a la guerra, es simplemente por seguir las mismas reglas del juego impuestas por el gobierno.
Un comerciante, que decía airado desde la puerta de su almacén a quien quisiera oírlo: "Esos berracos se amnistiaron, cobraron la plata que les dio la Caja Agraria y se volvieron a ir para el monte. Lo que están haciendo ahora es tentando al diablo. Una acción aquí y otra acción allá, y cuando nos demos cuenta nos van a tener hundidos en una guerra de la que no se salva nadie".
Un agente del B2, que patrullaba las calles en un jeep durante las horas de toque de queda: "Hoy estuvo buena la feria. Caliente el tiroteo. Tuve que cambiar 5 veces el proveedor de la ametralladora".
SIN PIES NI CABEZA
El asombro que produjo el acontecimiento, tanto entre los habitantes de Florencia como del resto del país, fue total. Nadie acertaba a explicar exactamente que era lo que había ocurrido, a pesar de todo, los medios de comunicación lograron meterse en el corazón de la acción.
Un ataque de semejante envergadura -el propio general Valencia Tovar reconoce que no ha habido otro igual en muchos años- no era explicable dentro de la actual coyuntura de diálogo.
Militarmente el evento no parecía tener ni pies ni cabeza. No se correspondía con ninguno de los dos esquemas clásicos de golpe guerrillero: uno, el de tomarse un lugar por asalto, sobre la base de inmovilizar y reducir totalmente las fuerzas militares, y mantener esa posición por un período largo, convirtiéndolo en fortín guerrillero, y dos, la acción ágil de golpe y repliegue inmediato, que lograba repercusiones propagandísticas y que no implicaba bajas.
Evidentemente, el M-19 no podía estar pensando en efectuar la primera de estas dos tácticas. Pretender tomarse, con un contigente de 200 hombres, una ciudad de 150.000 habitantes, y donde están fuertemente apertrechados tres batallones del Ejército, significaba un absoluto delirio que no podía ocurrírsele ni al más audaz.
Pero al mismo tiempo, tampoco se trató, evidentemente, de un "golpe rápido". Cinco horas de tupida balacera atestiguan lo contrario.
Según expertos militares, la única explicación factible es que la intención de los guerrilleros fue efectuar el golpe rápido, pero fracasaron. El plan habría sido el siguiente: neutralizar al Ejército dejándolo inmovilizado en el cuartel, y mientras tanto asaltar los bancos con el fin específico de sacar dinero, para retirarse inmediatamente después. Sin embargo, los guerrilleros no habrían contado con la acción de la policía, que entorpecería sus planes, los haría resistir durante mucho más tiempo del que era prudente, y le habría dado tiempo al Ejército de entrar en acción.
El resultado final para la guerrilla, en términos militares, habría sido por tanto una acción suicida con altísima pérdida de militantes y de armas. La cifra oficial es de 16 muertos -el reportero de SEMANA vio 11 cadáveres- y hubo además un sinnúmero de heridos, entre ellos algunos que la guerrilla arrastró consigo en el repliegue, y varios detenidos. La mayor parte del armamento fue dejado atrás. En síntesis, hablando en términos estrictos, se habría tratado de un fracaso militar para la guerrilla. En el terreno político el costo de la acción es, si se quiere, aún más alto.
Ya es de público conocimiento que en estos momentos hay un acuerdo de paz prácticamente pactado entre el gobierno y las FARC. Estaba previsto que tal acuerdo entrara en vigencia unos días antes de las elecciones de mitaca pero, según se enteró SEMANA, un operativo sorpresa del Ejército en el Madgalena Medio habría hecho retroceder a las FARC, cuyos dirigentes le habrían exigido al Presidente Betancur garantías de seguridad más sólidas antes de comprometer su firma. Tampoco es secreto el hecho de que tales negociaciones de paz se venían adelantando en forma casi exclusiva con las FARC, y que el M-19 tenía una participación muy tangencial en el diálogo, para el cual ni siquiera contaban con un representante directo, sino que se habían limitado a darle su vocería a las FARC.
A pesar de que el supuesto comunicado en que el M-19 rompía con las FARC y se retiraba de cualquier conversación de paz era falso, según fuentes fidedignas que entraron en comunicación con SEMANA, es evidente que una acción de tan vastas proporciones como la que efectuó el M-19 en el Caquetá, pone en jaque cualquier acuerdo que se viniera adelantando con las FARC, por grande que fuera el interés que éstas y el propio gobierno pusieran en concretarlo.
Lo que sucedió en el Caquetá fue una verdadera batalla, que ocasionó pánico entre la población civil, que mantuvo al país en suspenso durante todo un día y que requirió de armamento pesado -incluyendo helicópteros artillados-, para poder ser controlada. La sensación que quedó en la opinión pública era la de que nunca la guerrilla se había atrevido a tanto. Para la mayoría de los militares y ex militares, tal audacia era un campanazo para bajar de las nubes. Según las serenas reflexiones que en El Tiempo hiciera el general Valencia Tovar, el Ejército colombiano está paralizado por la perspectiva de una paz que no llega y por tanto ha disminuido su eficacia en el combate, y los hechos de Florencia obligaban a despertar al gigante adormilado para que echara mano con energía de "todos los recursos lícitos a su disposición" para imponer una "paz con autoridad'.
En la opinión pública -según sondeos que hicieron de televisión-, la reacción generalizada que desató el golpe fue a favor de una mayor represión. Un promedio de sólo uno por cada cinco de los encuestados por la calle, encontraba justificación a la acción de la guerrilla en lo que consideraban el "hostigamiento" a que había sido sometida por parte del Ejército durante los últimos meses.
Esta última interpretación coincidía con la explicación que difundió el propio M-19, en un cassette grabado que obtuvo el reportero de SEMANA. Según la voz anónima allí registrada, se trataría de un llamado de atención a un gobierno que, al mismo tiempo que habla de paz, "acolita a los militares en su intento de torpedear esa misma paz y permite la existencia de grupos paramilitares".
De acuerdo a la conclusión que sacó un editorial de El Tiempo, la lección que de la batalla del Caquetá debía extraer el gobierno, era que tenía que negociar con el ramo de olivo de la paz en una mano y el fusil de la guerra en la otra. Todo parece indicar que exactamente la misma posición es la que ha adoptado la guerrilla o por lo menos un sector de ella.
La batalla del Caquetá traza una raya en el camino. A partir de ella, el estado de sitio, con todas sus implicaciones, retorna a una parte del territorio nacional y el proceso de paz, si no queda del todo destruido, sí queda gravemente lesionado.