CULTIVOS ILÍCITOS

La coca se está comiendo los bosques colombianos, revela informe de la ONU

El 34 por ciento de la mata está sembrada sobre zonas que, en 2014, eran forestales, reveló el SIMCI de Naciones Unidas, que también registró el incremento de cultivos ilícitos en un 17 por ciento durante 2017.

19 de septiembre de 2018
| Foto: Carlos Julio Martínez

El último informe del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de la ONU revela un nuevo incremento en los cultivos de coca y en la producción de cocaína en Colombia, que está en su punto histórico más alto. Pero también da cuenta del impacto de ese crecimiento no solo en las dinámicas ilegales, sino también contra la misma naturaleza. A la par que aumenta la mata, disminuyen los bosques.

El incremento de los cultivos de coca se aceleró desde 2013, cuando se registraron 48.000 hectáreas, a las 177.000 registradas en 2017. Una explosión que se dio en medio de las negociaciones de paz con las Farc, según explica Naciones Unidas, y el cambio de estrategia contra estas plantaciones ilícitas: se suspendió la aspersión aérea con glifosato y se le apostó a la erradicación manual y al ataque a distintos eslabones de la cadena del narcotráfico.

Las áreas críticas del último incremento, que fue del 17% en todo el país, son Antioquia, Putumayo, Norte de Santander y Cauca. Solo en esos departamentos se registró el 64% del aumento frente a 2016. Esas son zonas de influencia y disputa de grupos como el Clan del Golfo, el ELN y los Pelusos, además de contar, todas ellas, con presencia de disidencias de las Farc. Sin embargo, Nariño sigue siendo el departamento con más cultivos, y Tumaco el municipio más sembrado con coca, pese a que allí la coca no se disparó tanto (7% de incremento). En contraste, el Guaviare es el departamento donde se registró la mayor disminución. Allí, la mata sembrada bajó en 1.915 hectáreas.

En contexto: Coca aumentó en 17% y la producción de cocaína en 31%, según Naciones Unidas

El estudio de Naciones Unidas da un dato revelador sobre el impacto que está teniendo la expansión de la coca en la deforestación, disparada en el país en los últimos años. El 34% de los cultivos de coca identificados están plantados en áreas que en 2014 eran bosques. Otro dato que muestra el impacto en la sostenibilidad ambiental es que el 5% de la coca está sembrada en parques naturales, y el 27% a menos de 20 kilómetros de una de esas áreas protegidas.

El crecimiento de las zonas cultivadas está teniendo impactos directos sobre la misma dinámica de ese mercado ilegal. Por un lado, el potencial de producción de cocaína aumentó casi en una tercera parte entre 2016 y 2017, año en que se registró una producción estimada de 1.379 toneladas.

Además, ante el aumento de la disponibilidad de coca y de la misma producción, bajó el precio de la cocaína. La hoja fresca disminuyó su valor en un 28%, la pasta de cocaína en un 14% y el clorhidrato de cocaína en un 11%. Estas son mediciones en términos generales que varían en cada región cocalera, dependiendo también de la presencia de compradores y vendedores.

Esa economía ilegal tiene un impacto gigante en las finanzas de las localidades más afectadas. El Simci calcula que en los 10 municipios con más coca, el mercado de la hoja ronda los 890.000 millones de pesos. Una cifra que da cuenta de las dimensiones del negocio, pues a medida que avanza la etapa de producción de la cocaína, el precio se multiplica exponencialmente.

Pero no todo es gris en el informe del Simci. Naciones Unidas resalta que las zonas donde se han implementado los programas de sustitución voluntaria de cultivos, suscritos entre el Gobierno y las comunidades, acompañados también por la erradicación forzada que adelanta la fuerza pública, los cultivos bajaron en un 14%.

Además, advierte, la fecha de cierre del último monitoreo no registra aún los resultados que pudo haber producido la vinculación de más de 20.000 nuevas familias al programa de sustitución voluntaria de cultivos, donde hoy están inscritas 77.000. El informe dice, eso sí, que es necesario mejorar la interlocución con las comunidades en las iniciativas de sustitución para bajar la propagación de los cultivos y, en últimas, resalta que más allá de las estrategias de lucha directa contra estas plantaciones, la solución de fondo pasaría por la transformación de los territorios afectados.

"La transformación de los territorios sigue siendo el camino más claro para lograr la paz y el desarrollo en las zonas afectadas por los cultivos de coca. Esa transformación es posible si se supera la mirada centrada en el lote de coca y se entiende y se actúa sobre las complejidades de los territorios".