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La confesión de las Farc acaba con las teorías de los Gómez y de Samper sobre el magnicidio
La confesión de las Farc, de ser verdad, descartaría de plano las dos teorías que durante 25 años había esgrimido la justicia sobre el magnicidio de Álvaro Gómez: La del expresidente Ernesto Samper y la de la familia Gómez Martínez.
La primera hipótesis del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, la cual es respaldada por el expresidente Ernesto Samper, apunta a que el excandidato presidencial habría sido asesinado por negarse a participar en el golpe de Estado que se estaba fraguando contra su gobierno. La de la familia Gómez es que Samper y Horacio Serpa fueron los determinadores del crimen y que el cartel del norte del Valle fue el autor material.
La versión de los familiares del líder inmolado es bien conocida, pero a nivel de clase dirigente no ha tenido mayor credibilidad. Está basada principalmente en la confesión del narcotraficante alias Rasguño, antiguo miembro del cartel del norte del Valle. Según esa tesis, la posición crítica de Gómez Hurtado y los editoriales que escribía en El Siglo tenían al gobierno contra las cuerdas y, por eso, habría sido necesario silenciar su voz.
Siguiendo con esa línea, el intermediario habría sido el abogado del cartel del norte del Valle, Ignacio Londoño, quien tenía cercanía con Samper y con Serpa por ser hijo de los varones electorales de Cartago, y también con el temido capo Orlando Henao, conocido como el hombre del overol. El encargado de ejecutarla habría sido el coronel Danilo González, un policía estrella quien se habría torcido para acabar de jefe de sicarios del cartel del norte.
Esa, en esencia, es la teoría de la familia Gómez. Por estos días, anticipando que se venía una confesión de las Farc, los Gómez se adelantaron a desacreditarla describiéndola como un montaje de la guerrilla para salvar a Ernesto Samper. Si las Farc comprueban su culpabilidad, toda esta teoría queda muerta.
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Pero no sería la única. Lo mismo sucedería con la versión de Ernesto Samper y de Horacio Serpa, que es diametralmente opuesta. Para ellos, cuando se reveló que el dinero de los hermanos Rodríguez Orejuela los había llevado a la Presidencia, en el país comenzaron a fraguarse grupos de conspiradores para tumbar al Gobierno.
La mayoría de esas conspiraciones eran de coctel. En esa categoría estaría la de los periodistas, que incluyó a personajes de la talla de Enrique Santos, Julio Sánchez, María Isabel Rueda, María Elvira Samper, Mauricio Vargas y otros. También había grupos de políticos reaccionarios que se reunían en el café Oma a expresar su indignación ante las revelaciones que había hecho Santiago Medina, el tesorero de la campaña. Pero Samper agrega que había un tercer tipo de conspiración: la de sangre. Esta incluiría a militares y personajes radicales que estarían dispuestos a dar un golpe de Estado para cambiar el “régimen”.
El principal sustento de esa hipótesis es que el entonces embajador de los Estados Unidos, Myles Frechette, quien era el verdadero jefe de la conspiración para sacar al presidente de la Casa de Nariño, confesó en una entrevista que un grupo mixto de militares y civiles lo había visitado para pedirle el apoyo del Gobierno americano en la cruzada por tumbar a Samper. Ese grupo habría contactado a Álvaro Gómez para proponerle convertirse en el presidente después del golpe y este habría rechazado tal ofrecimiento aclarando que solo aceptaba llegar al poder por el voto popular. Esa negativa le habría costado la vida pues, al estar informado, no podía quedar un cabo suelto en esa conspiración.
La carta de las Farc de hoy acaba de un tajo con las dos hipótesis arriba descritas. Las dos tenían elementos sueltos que les daban algo de sustento. La de los Gómez, por ejemplo, el hecho de que un narcotraficante como Rasguño fuera el origen de la misma. La de Samper, además de lo revelado por Frechette, tenía a varios militares apareciendo en circunstancias extrañas desde el mismo día del magnicidio y en diferentes momentos de ahí en adelante. También había circulado por esos días una proclama en la cual se anunciaba como primer punto que el nuevo gobierno sería presidido por Álvaro Gómez y, como segundo punto, la extradición inmediata a Estados Unidos de todos los capos de la droga. Eso le daría a los carteles una motivación más sólida para eliminar al líder conservador que la de simplemente hacerle un favor a Ernesto Samper.
Como dato curioso, las reacciones iniciales, tanto de los Gómez como de Ernesto Samper, son de sorpresa frente a la confesión de las Farc, y de no creer del todo hasta que se aporten las pruebas y la justicia falle. A ninguno de los dos les gusta hacer el ridículo habiendo sostenido durante tanto tiempo sus respectivas teorías.
Pero una conclusión preliminar es que las Farc no tienen ningún interés en proteger a Ernesto Samper que ni ha sido cercano, ni tiene nada que ver con ellos, y que además había sido elegido con la financiación de los Rodríguez Orejuela.