LA CONFESION
SEMANA reconstruye, en exclusiva, la confesión de Luis Alfredo Garavito, 'La Bestia', sobre <BR>cómo, cuándo y dónde mató a 140 niños.
La primera vez fue en el año 92, en Jamundí, Valle, no sé quién era el niño, él pasó y yo estaba
tomando en un bar mucha cerveza. Me lo llevé cerquita de ahí, del pueblo, lo acaricié y luego lo maté. Al otro
día amaneció y me sentía bien pero al mirar que la ropa mía estaba sangrada me dije, Dios mío qué fue lo
que hice y entonces me puse a llorar, cuando a los tres días apareció eso en la prensa me sentí muy
mal".Sucedió la noche del jueves 26 de octubre en Villavicencio. El bochorno y el cansancio no fueron
obstáculos para terminar el interrogatorio que empezó 10 horas atrás. La fiscal octava de Armenia, María
Lily Naranjo Patiño, miró de frente a Luis Alfredo Garavito, de 42 años, quien palideció levemente al confesar
el primero de sus 140 crímenes cometidos en los últimos siete años. La funcionaria, que había llegado
hasta allí para indagarlo por la violación y homicidio de tres niños en Génova, Quindío, observó los cambios
de actitud de este hombre que responde al alias de 'El Loco'. Horas atrás se había mostrado extrañado,
molesto. Su vista recorrió los ojos de las personas que le hicieron la indagatoria. Insistió en que estaba bien
de salud. "¿Cómo es su vida sexual?" "Pues como le explicara, lo normal sin dejarme llevar por
desbordamientos, sin salirme de los límites". Y aclara: "Nunca he tenido relaciones homosexuales". Luego
empezó a hablar casi sin parar."Después estuve en Bogotá. Allí seguí cometiendo los mismos hechos. Fueron
como cuatro niños, en un barrio que se llama La Victoria. Cada ocho días maté uno, siempre que tomaba
licor".Garavito hizo una pausa. El siquiatra de Medicina Legal, Oscar Armando Díaz Beltrán, quien ya había
estudiado minuciosamente la personalidad de este hombre de mirada desconcertante, y el defensor de
oficio del Meta, Oscar Fernando Rincón, también guardaron silencio. En el salón de la Fiscalía había un
maletín con numerosas pruebas en contra de Garavito que él hasta ese momento desconocía. Habló de sus
orígenes. Relató que nació el 25 de enero de 1957 y que era hijo de Manuel Antonio y de Rosa Delia y que
sólo aprobó hasta quinto de primaria."¿Indíquenos por qué se encuentra privado de la libertad?" "Porque me
están sindicando de una presunta violación", había dicho esa mañana acentuando que sólo era una
probabilidad.Garavito retomó la palabra. Su semblante cambió. Empezó a llorar. "No llore más, con eso no
saca nada'', le dijo Rincón. ''Con las pruebas que hay es mejor que confiese".Pasaron unos segundos y
Garavito pidió un tiempo para rezar. La fiscal aceptó. El hombre, responsable de la mayor cadena de
asesinatos en serie en la historia del país, se marchó hacia un rincón, se arrodilló, inclinó la cabeza, cerró los
ojos y oró."Pido perdón a Dios, a mucha gente, a la sociedad y a la justicia, pido perdón. Era sin querer, algo
me empujaba dentro de mi ser a cometer todos estos delitos, me ocurría cada vez que tomaba, era algo que
no lo sé explicar, se transformaba todo mi ser, había algo dentro de mí que me obligaba a hacer esto, cuando
estaba en sano juicio la vida la veía diferente".Los fiscales escucharon atentos con la certeza de no
equivocarse en la hipótesis de que la mayoría de sus acciones delictivas fueron hechas bajo el efecto del
alcohol. Los investigadores Harold Mauricio Sánchez y Aldemar Durán, en varias de las escenas del crimen de
tres niños en Génova, Quindío, siempre hallaron tapas del mismo licor, un brandy barato. Con las tapas los
fiscales hicieron un seguimiento para determinar los consumidores de la bebida y así cerrar el cerco a los
posibles autores. En una finca cercana a Génova descubrieron que Garavito se había hospedado y bebido el
mismo licor. "Cada vez que yo tomaba a mí me daba por ir a buscar un niño y hacerle lo que a mi me hicieron
y luego matarlo".Garavito recordó su infancia. A los 12 años fue atacado por dos hombres que lo violaron y lo
golpearon entre la maleza. La indagatoria prosiguió pero fue brevemente interrumpida porque el procesado
sintió náuseas. El siquiatra Díaz Beltrán explicó que Garavito sentía repulsión de sí mismo por lo que
estaba reconociendo.El hombre se sentó, su cuerpo es menudo, desgarbado. Contó de sus crímenes en
Bogotá y de su viaje, en 1993, a Armenia. "Me vine para Armenia y seguí matando. Estuve en Quimbaya, en el
barrio El Rocío. No sé cómo se llamaba el niño, iba a trabajar, lo intercepté, lo acompañé hasta el sitio, eran
horas de la mañana, por ahí había gente cogiendo café y él gritó, entonces lo maté, no recuerdo qué heridas
le hice, se las hice con un cuchillo, le corté la cabeza, tuve relaciones sexuales con él. También estuve en
Calarcá. Otro niño y le hice lo mismo que al de Quimbaya".Garavito interrumpió su confesión para pedir que le
alcanzaran el papel kraft en el cual aparecían las iniciales de las ciudades donde había estado y el número de
sus víctimas. El papel era una de las pruebas de la Fiscalía y fue hallado en una caja que le guardaba una
compañera suya de Alcohólicos Anónimos.Vio el papel y dijo: "Este papel es de los niños que han muerto,
fueron 11 niños en el 93".Contó que no todos los niños le fueron extraños. "Me acuerdo de un niño en
Trujillo que distinguía de vista porque era vecino de mi hermana en el barrio Pueblo Nuevo". Garavito hizo
otra pausa. Vomitó."Maté otro en Tuluá, allá fueron como cuatro o cinco, los dejaba en cañaduzales, también en
Zarzal, Valle, fueron dos. En 1994 maté estos que están aquí en papel". Señaló el papel kraft en el cual
aparecían 27 casos.En PereiraSu paso por Pereira cambió el giro de su historia. Hubo un escándalo nacional
al hallarse restos óseos de 33 niños en diferentes lugares de la ciudad. La fiscal seccional de Risaralda,
Ofelia Corzo Delgado, se puso al frente de la investigación. Halló muchas coincidencias con los
asesinatos de niños en las regiones mencionadas por el mismo Garavito. "Otros niños los maté en Pereira,
por el lado del batallón, allí los dejé". En ese lugar fueron halladas partes de las osamentas de Pereira. Siguió
su narración y dio más puntos precisos de la ciudad.Su táctica era similar en todas sus acciones. Según los
investigadores de la Fiscalía en cada región, Garavito se paraba enfrente de las escuelas, en las
terminales de los buses, en los parques, donde engañaba a los pequeños con dulces y con plata. Luego de
cometer los crímenes guardaba los recortes de los periódicos en los que se reseñaban los hechos.La
fiscal Naranjo le mostró los recortes de prensa que encontraron durante los allanamientos en varios de los
sitios por donde se le siguió. "Yo los guardaba con la finalidad de mostrarle a mi hijo la vida como estaba
de horrible". En todos sus crímenes hubo otra coincidencia. Siempre mataba de día. "Le tenía miedo a la
oscuridad".Siguió su sangriento camino hasta que fue detenido en Corinto, Cauca, en 1994. "Me cogieron por
la desaparición de un menor pero me precluyeron aunque reconozco que yo sí me iba a llevar al niño".Además
de matar de día, la otra similitud que descubrieron los agentes del Cuerpo Técnico de la Fiscalía fue que a
todas sus víctimas las amarraba con el mismo nudo, era especial y lo hacía de tal forma que si el pequeño
trataba de zafarse se apretaba más. En ocasiones incluso asesinó a varios al tiempo. "En Pereira me llevé a
los dos juntos, los contacté porque ellos iban por los lados de una escuela, les dije lo mismo, que tenía una
caña para cortar, los entré a los cañaduzales, por el río Cauca. Los maté a puñal, gritaron y a mí me dio susto
de que me fueran a coger. Entonces amarré primero a uno y lo dejé ahí y cogí al otro. El niño veía lo que yo le
hacia al otro, y entonces lo maté y luego maté al otro niño y los dejé allí. En el 95 me fui para Tuluá".En marzo
de 1998 un fiscal de Palmira halló el cuerpo de un niño en un potrero y varias evidencias: un zapato que
estaba gastado, unas gafas, documentos y dinero. El morfólogo de Buga analizó el zapato y concluyó que su
dueño debía tener un defecto físico en una pierna porque el zapato estaba comido de lado."El 7 u 8 de agosto
del 95 estaba yo en Bogotá, ahí fue donde me quebré la pierna. Me fui para las Guacamayas y me salieron
seis, por volarme me caí y me quebré la pierna izquierda y en ese momento llegó la policía y me trajeron para
el hospital San Blas. Allí estuve hospedado donde un señor Benjamín y después me fui para donde Luz Mary.
En ese año no volví a matar porque estaba imposibilitado y no podía correr. Con muletas me puse a pedir
limosna".Enfatizó que el problema de la pierna es el único que padece. "Pues el único problema mío es la
pierna, la tengo con platinos y tornillos. En mi salud síquica me considero bien, nunca he tenido problemas
síquicos"El descubrimiento de su defecto fue crucial. En Tunja varios testigos lo vieron cojear al escapar de la
escena del crimen. Con esta información la Fiscalía se encaminó hacia su captura. "Arranqué para Tunja y
allí estuve varias veces, allí maté no más a uno. Arranqué para la zona esmeraldífera pero allí no hice nada; volví
a Pereira luego pero, muestre a ver, esperen, tengan calma, yo no me acuerdo que haya hecho algo. Sí.
me parece que un joven que iba en una bicicleta, saliendo para la Villa, lo maté".Por estas ciudades pasaron
los fiscales, quienes seguían sus huellas ya que el fiscal de Villavicencio, Fernando Aya Galeano, había
encontrado una libreta con teléfonos cuyos números coincidían con las ciudades en donde aparecieron niños
muertos.Todos los niños decapitados. ¿Por qué lo hacía? "No sé, no sé porque tomo esas determinaciones, de
pronto es para que los niños no sufrieran y murieran más ligero, por eso". Garavito contó también que todos
eran entre los 8 y los 16 años. "De pronto tenían una relación a lo que fue mi etapa de la niñez y de la
adolescencia, tal vez por eso hice eso con esos niños". Relató los días de sufrimiento en su hogar, la
cotidiana violencia de su padre, su alcoholismo, los hechos que más recuerda de su hogar.Lleva poco tiempo
en la cárcel y dijo que este tiempo le ha servido para reflexionar. "Estoy detenido desde el 22 de abril
del presente año. Estaba buscando una casa para traerme a mi señora y mi niño para acá, en Villavicencio.
Cogí un bus equivocado y me bajé en la glorieta pero estaban haciendo un operativo y me
detuvieron".Habló de los niños, de la violencia, de la pobreza. "Nunca he pensado en suicidarme. ¿Por
qué? Si la vida es muy bonita."Era el amanecer del viernes 29 de octubre. La fiscal María Lily Naranjo siguió
tomando nota del sangriento paso de este hombre a lo largo y ancho del país. En total suma 13
departamentos. Además confesó de otros casos en el exterior, en Ecuador y Venezuela. Sollozó, contó la
historia de un niño más, rezó y pidió compasión. "No me miren así. Yo no soy peor que Carlos Castaño, no
me miren así". La luz tenue del amanecer invadió el despacho. Los funcionarios quedaron exhaustos. La
indagatoria quedó en casi medio centenar de páginas. Garavito agachó la cabeza. La levantó y dijo: "Yo
no quiero que me miren como a un monstruo, soy un ser humano". n"Cada vez que yo tomabame daba por
ir a buscar un niño"Su paso por EcuadorAbel Gustavo Loor Velez, de 14 años, ecuatoriano, trabajaba
desde los 8 vendiendo periódicos y lustrando zapatos, actividades con las que aportaba a su casa 20.000
sucres los días 'buenos' y 15.000 los 'regulares'. El 20 de julio de 1998 su rutina se alteró. Rosa Candelaria
Loor Vélez lo esperó en vano con la comida preparada y el menor nunca regresó. Ahora ella tiene una
certeza: Luis Alfredo Garavito, detenido en Colombia y autor confeso de 140 crímenes de menores en
Colombia, se llevó a su hijo.De las primeras investigaciones realizadas por la Policía Nacional del Ecuador se
concluye que el sicópata vivió y ejecutó sus crímenes únicamente en Chone, Manabí. Aunque en principio
se especuló que en Santo Domingo de los Colorados también había cometido dos asesinatos, el informe de
la Policía Judicial de ese cantón descartó esta posibilidad al no haberse denunciado la desaparición de
ningún menor de edad hace más de un año.No ocurrió lo mismo en Chone. La población de este próspero
cantón aún recuerda conmocionada la desaparición casi simultánea de los menores Loor Vélez y Jimmy
Leonardo Palacios Anchundia, ocurridas el 20 y el 21 de julio de 1998, respectivamente. Los rasgos
comunes de las víctimas, de 14 y 12 años, ambos miembros de familias de extrema pobreza, escolares y
trabajadores al mismo tiempo y desaparecidos al mediodía, dieron la pauta de que estaría actuando un
asesino en serie. También coinciden las versiones de comerciantes del mercado central de Chone, que
identifican perfectamente a Garavito, quien rondaba este mercado por los meses de julio y agosto del año
pasado. "No vestía como mendigo a pesar de que en muchas ocasiones pedía dinero, relata Justino
Mendoza, vendedor de dulces. Se lo distinguía con facilidad pues era muy marcado su acento colombiano.
Después se metió en problemas al rondar en el colegio femenino UNE. Incluso en alguna ocasión la policía
montó un operativo para capturarlo pero se escabulló".