PIB
La economía que recibe el gobierno de Petro está andando, pero pueden venir amenazas
Aunque el crecimiento trae ‘viento de cola’, una posible recesión global y una inflación que aún no cede podrían golpear esta dinámica. Las materias primas mantienen buenos precios impulsados por las tensiones geopolíticas. Es clave generar nuevos empleos para reducir la pobreza y buscar recursos para asegurar la continuidad y la cobertura de los programas sociales.
El cambio de gobierno en Colombia llegará en un escenario inédito: la mayoría de países del mundo tratando de superar los impactos que generó la pandemia, pero en medio de los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania que amenaza la seguridad alimentaria y el suministro de energéticos a muchos países, como los europeos.
Además, con una inflación que registra récords históricos en las últimas décadas y con la mayoría de los bancos centrales apostando por un aumento de las tasas de interés que permita normalizar la política monetaria y controlar el incremento en los precios. Para Colombia la situación es particular: mientras en el mundo las amenazas de una recesión o las de una eventual estanflación –periodos de bajo crecimiento y alta inflación– avanzan, acá aún se mantiene el ritmo de una economía dinámica.
El año pasado el PIB logró un incremento de 10,6 por ciento y en el primer trimestre de este año, la cifra –comparada con el mismo periodo del año pasado– fue de 8,5 por ciento. Incluso, algunos estiman que el crecimiento en el segundo trimestre puede estar por encima del 11 por ciento.
Esta noticia es un bálsamo en medio de la incertidumbre de las principales economías globales. Estados Unidos, en el primer trimestre de este año, se contrajo 1,5 por ciento, y China, con la decisión de confinamientos y restricciones para enfrentar nuevos brotes de covid-19, reduciría su crecimiento de 4,8 a 4,3 por ciento, según la calificadora Fitch. Pero, además, los efectos de la guerra –Rusia es uno de los principales proveedores de petróleo y gas para Europa, y Ucrania, gran productor de trigo, maíz y fertilizantes– han generado un escenario preocupante que podría frenar la economía global, seguir impulsando los precios y golpear a los más vulnerables.
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Por un lado, no está tan expuesta comercial ni financieramente a los países en conflicto y, por el otro, se ha beneficiado del incremento en los precios de las materias primas (commodities), como petróleo, carbón o níquel, que le han ayudado a ajustar sus cuentas y a dinamizar su economía. De hecho, por ejemplo, los ingresos y las utilidades de Ecopetrol en el primer trimestre del año se lograron sobre un precio promedio de 98 dólares por barril, mientras que el carbón ha alcanzado techos históricos superiores a los 400 dólares por tonelada.
¿Hasta cuándo durará esta dinámica?
Parece que el impulso que trae la economía será clave para registrar, a final de 2022, un crecimiento superior a 5 por ciento. Entidades internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han corregido al alza sus expectativas de crecimiento de la economía colombiana. La Ocde considera que Colombia tendrá un crecimiento superior al 6 por ciento este año, el más alto de los países miembros de esta organización.
Se prevé un primer semestre muy dinámico en materia de crecimiento económico. Además de los buenos precios de los commodities, uno de los principales motores ha sido el gasto de los hogares impulsado por tres hechos: la recuperación del empleo, una intensa competencia en el mercado de crédito que está fluyendo hacia los hogares, y las remesas, que en los tres primeros meses de este año llegaron a 2.045 millones de dólares. Y con un dólar al alza, estos recursos representan más ‘gasolina’ para el consumo.
Todavía no se siente el efecto pleno del aumento en las tasas de interés del Banco de la República, que ya van en 6 por ciento y que para final del año se estima que queden en cerca de 2 puntos porcentuales por encima del dato de inflación final. Vale la pena recordar que esas tasas de interés sirven de guía para todas las demás tasas de interés en el país. A pesar de este panorama optimista –al menos durante los primeros seis meses del año–, las alertas se prenden para el segundo semestre y el 2023.
“Colombia va a terminar siendo contagiado por los síntomas de recesión de Europa y Estados Unidos debido a los altos precios de los commodities, en particular del petróleo y de otros insumos agrícolas. Su elevada cotización, en especial en el sector agrícola, presionará más la inflación y generará choques: los bancos centrales tomarán una posición más ofensiva al subir sus tasas de interés para domar el costo de vida. Este es un choque externo que internamente no se va a poder franquear”, dice Sergio Guzmán, director de Colombia Risk.
Como lo comentó en su momento José Ignacio López, director de Investigaciones Económicas de Corficolombiana, “hay que empezar a encender las alarmas de cómo se ve el segundo semestre”. Es posible que el país sienta con más fuerza la desaceleración global. Los principales socios de Colombia, como Estados Unidos, ya están registrando contracciones y el crecimiento se puede ralentizar; algunos estiman la posibilidad de una estanflación.
En ese contexto, por una parte, se podrían afectar las remesas por la desaceleración en Estados Unidos y el aumento de las tasas; y por otra, el efecto de la inflación golpeará a algunos tipos de consumo y a determinados segmentos de la población. “El segundo semestre se ve más complejo. Debemos hacernos a la idea de que estas tasas de crecimiento se van a ir enfriando rápidamente hacia el segundo semestre y 2023 va a registrar un crecimiento más moderado”, explica López.
Uno de los escenarios es que el crecimiento del año entrante apenas bordee cifras superiores al 2 por ciento, como ya lo planteó la Ocde.
Ya algunos sectores muestran preocupación. Como lo advirtió la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), hay bajos índices de ejecución de obra pública, que, al margen de las buenas noticias del primer trimestre, tuvo una contracción de 4,9 por ciento en obras civiles, uno de los sectores llamados a jalonar la economía.
También se han encendido las alarmas en el sector agropecuario. Un informe de Bancolombia advierte del decrecimiento (-2,5 por ciento) en el PIB real del agro en el primer trimestre de este año, periodo en el que la economía tuvo un incremento de 8,5 por ciento. Aunque por subsectores hay variedad en los comportamientos, todos tienen un factor en común: el encarecimiento de los costos.
La inflación, preocupante ‘impuesto’
El nuevo gobierno tendrá que lidiar con una de las mayores preocupaciones: el alto nivel de la inflación, que en el año terminado en mayo superó el 9 por ciento. Los altos registros de inflación afectarán la capacidad adquisitiva de los hogares. Este es uno de los mayores retos que enfrentará la demanda doméstica a lo largo del presente año y el siguiente.
Aunque viene impulsada por alimentos y regulados, a diferencia de otros países en el mundo, la inflación no ha reflejado un aumento en los precios de la gasolina para los consumidores finales. El Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles ha permitido que el precio del galón de gasolina se mantenga apenas por encima de los 9.000 pesos, cuando debería estar en unos 19.000. Su déficit podría llegar a superar los 20 billones de pesos este año. Es decir, se cambió un problema inflacionario por uno fiscal.
El Ministerio de Hacienda anunció, en el Marco Fiscal de Mediano Plazo, una senda de aumento de precios de la gasolina, cada mes, para saldar el déficit. De hecho, se estima que a final del año el precio del galón quede por encima de 11.000 pesos.
Según las minutas del Banco de la República (con datos de inflación a marzo), las expectativas de inflación de los analistas se incrementaron a 7 por ciento para 2022 y para 2023 son de 4 por ciento. Para un horizonte de 24 meses, de 3,7 por ciento.
Desde julio de 2000, Colombia no registraba una inflación tan alta como la del pasado mes de abril. La coincidencia es el momento por el que pasa el país. Hace 22 años Colombia apenas empezaba a salir de la crisis de 1999, año en que la economía se contrajo más de 4 por ciento. Ahora está saliendo de la crisis originada por la pandemia y ante la incertidumbre de una profunda desaceleración global.
La diferencia con hace un poco más de dos décadas es que no se sabe si ya pasó lo peor en materia de inflación. Para algunos, a pesar de que en mayo cedió, aún puede seguir creciendo y solo hasta el segundo semestre se retomaría una senda a la baja.
La inflación es el mayor impuesto para los más pobres. Y los alimentos, un gasto inaplazable, son los que más vienen creciendo, con un aumento superior al 21 por ciento en la variación anual a mayo.
Si bien la inflación promedio a mayo es del 9,03 por ciento anual, por segmentos de la población golpea de manera diferente. Para los de mayores ingresos, es de 7,73 por ciento anual; para la clase media, de 9,20, y para los más pobres, de 10,68 por ciento.
Pero esta no es la única inflación en alerta. El Índice de Precios al Productor (IPP) está aún más disparado, y a mayo, en su variación anual, llegó a 34,32 por ciento. Para los empresarios, la coyuntura es muy compleja: los precios de insumos y materias primas al alza presionan las rentabilidades y la sostenibilidad del negocio. A esto se suma el incremento en las tasas de interés, lo que podría afectar los planes de inversión e, incluso, haría que no se lograran los cierres financieros para el desarrollo de nuevos proyectos, por ejemplo, en infraestructura y vivienda.
“El crecimiento de la inflación en el país está generando una presión social muy grande. En muy poco tiempo la inflación se estará comiendo el aumento del salario mínimo que fue decretado en diciembre, y el poder del salario real de los colombianos va a empezar a contraerse.
Pero acompañado de eso, en particular, las decisiones de inversión extranjera directa se podrán simplemente pausar hasta conocer los resultados de la elección presidencial, para decidir si toman riesgos o no en el país y eso sí podría causar un freno a la situación económica del país”, agrega Guzmán, de Colombia Risk.
De otro lado, el dólar sigue con una gran incertidumbre. En los últimos días su precio cayó a niveles cercanos a los 3.800 pesos, pero una semana antes de las elecciones repuntó y bordeó los 4.000. Esta volatilidad en gran parte está impulsada por lo que está pasando en los mercados internacionales, en especial, por la decisión que la Reserva Federal de Estados Unidos tome sobre el aumento de tasas, que se prevé será más acelerada y agresiva, tras conocerse el dato de inflación en Estados Unidos que a mayo llegó a 8,6 por ciento anual, la más alta en 40 años.
De hecho, esta semana la Fed aumentó 75 puntos básicos. Internamente, también ha pesado la incertidumbre electoral.
Pobreza y empleo
Con una inflación al alza golpeando con fuerza a los más vulnerables, el mayor reto para el próximo gobierno es acelerar la reducción de la pobreza.
Según el Dane, la pobreza monetaria llegó en 2021 al 39,3 por ciento de la población; es decir, cerca de 19,6 millones de colombianos subsisten cada uno con un poco más de 350.000 pesos mensuales. Para el año 2020, en medio de la pandemia, la cifra superó el 42,7 por ciento y unos 21 millones de colombianos estuvieron en esa situación. Esto significa que 1,4 millones de personas lograron, en 2021, superar la condición de pobreza monetaria.
Por el lado de la pobreza extrema –los colombianos que sobreviven con 161.000 pesos al mes–, la cifra el año pasado fue de 12,2 por ciento, una caída de 2,9 puntos porcentuales frente a 2020. 3,6 millones de personas entraron a condición de pobreza durante la pandemia y apenas salieron 1,4 millones. Es decir, quedan pendientes 2,1 millones de personas que aún viven en esa condición. Sin duda, la reducción de la pobreza se logra con mayores y mejores empleos.
El más reciente dato laboral del Dane (a abril) muestra una tendencia a la baja del desempleo en el país; al comparar la cifra de ese mes de 2021 con la del mismo mes de 2022, pasó de 15,5 a 11,2 por ciento, pero sigue siendo más alta que en la etapa de prepandemia.
Según un análisis de la firma Javier Hoyos Asesores, esto se dio debido a que la generación de puestos de trabajo creció 11,1 por ciento, mientras que el aumento en la oferta laboral o de las personas que buscaron empleo, 5,7 por ciento. El empleo total aumentó en términos absolutos en 2.201.000, de los cuales 1.327.000 fueron puestos de trabajo para las mujeres, creció el 17,2 por ciento; mientras que para los hombres, la ocupación aumentó en 875.000, 7,2 por ciento más.
Así las cosas, la tasa de desempleo de las mujeres bajó del 18,8 por ciento al 14,2 por ciento, y la de los hombres del 13,2 por ciento al 8,9 por ciento.
A pesar de la tendencia que se está revirtiendo, preocupa que con el mayor crecimiento de la economía en su historia registrado el año anterior, el país no haya sido capaz, al menos, de volver a niveles de pobreza prepandemia. Dos de cada cinco hogares del país están en condición de pobreza monetaria y uno de cada ocho en pobreza extrema. Esto significa que la velocidad del crecimiento no es similar a la de la generación de empleos.
Así pues, el crecimiento y una economía dinámica no son suficientes para sacar a más gente de la pobreza. Es necesario generar más empleos, que deberán llegar por el sector privado, y darle sostenibilidad al desarrollo futuro de las empresas, que hoy están amenazadas por un alto aumento en sus costos y el incremento en las tasas de interés.
“Estamos viendo un ambiente social bastante tenso, en donde las protestas y las marchas están a flor de piel. La gente tiene una gran insatisfacción, y si bien las elecciones son un conducto para llevar esa insatisfacción hacia las urnas, vemos un riesgo evidente de que haya protestas sociales este año, si no ya, puede ser en un par de meses”, reitera Guzmán, de Colombia Risk.
Las cuentas
La gestión económica del presidente Duque pasa por un crecimiento de la economía, que en 2018 fue de 2,7 por ciento, pero que en la pandemia se contrajo 7 por ciento. Sin embargo, en 2021 logró una cifra récord de doble dígito. El desempleo lo recibió en 9,4 por ciento y lo entregará en cerca de 11 por ciento, buscando llegar a niveles prepandemia. La pobreza, que estaba en 26,9 por ciento, en 2021 quedó en 39,3 por ciento. La deuda se disparó para buscar recursos y atender la crisis sanitaria y el déficit que era de 23 billones terminará en este periodo en cerca de 82 billones de pesos.
En medio de este contexto, las cuentas para el gobierno que llega estarán apretadas. El panorama que dejaría este Gobierno establece ingresos por recaudo de impuestos por 183 billones de pesos, casi 23 billones más que en 2021, gracias a la lucha contra la evasión, los ingresos que dejó la pasada reforma tributaria y, por supuesto, una mayor dinámica económica, de la mano de la reactivación.
En total, de acuerdo con el Plan Financiero, se estima que los ingresos totales del Gobierno superen los 201 billones de pesos en 2022, mientras que los gastos llegarían a 281,6 billones. El déficit fiscal sería de cerca de 80 billones, que, como porcentaje del PIB, representa 6,2 por ciento, una disminución de 2 puntos frente a 2020.
El Plan Financiero se hizo sobre un presupuesto del barril de petróleo a 70 dólares, pero en promedio en el primer trimestre estuvo en 98 dólares y en estos meses no ha bajado de 100, lo que le permitiría al Gobierno tener un margen de maniobra adicional. Por cada dólar de más que sube el precio del petróleo durante un año, al país le ingresan cerca de 100 millones de dólares que no tenía en las cuentas iniciales.
“Lo que estamos viendo es que todos los candidatos presidenciales tienen un plan fiscal expansionista, lo que va a aumentar el déficit fiscal del país. Y, probablemente, generará una reacción, ya sea de las agencias calificadoras de riesgo, de los mercados de capital internacional y, por qué no, también de los inversionistas”, puntualiza Guzmán. Esto haría muy posible avanzar en una reforma tributaria a la llegada del próximo gobierno que le permita ir tras recursos para atender estos planes.
De otro lado, el primer trimestre de 2022, el déficit de cuenta corriente del país llegó a 5.367 millones de dólares, es decir, 2.282 millones más que un año atrás. Este déficit se refiere al hecho de que salieron del país más dólares de los que entraron por conceptos como comercio exterior, endeudamiento, donaciones, inversiones y remesas. El déficit de cuenta corriente como proporción del PIB a marzo de 2022 se ubicó en 6,4 por ciento, esto significa 2,3 puntos porcentuales más que la cifra del primer trimestre de 2021.
Además, cualquiera que sea el presidente, tendrá que buscar un consenso en el Congreso, cuyas fuerzas están divididas, para poder sacar adelante sus proyectos en reformas como la pensional, la laboral o la tributaria. Una tarea que no será sencilla en medio de la polarización.
El panorama en el corto plazo pinta bien, pero la turbulencia se ve llegar. ¿Logrará el próximo presidente sortear los vientos cruzados?