VALLE DEL CAUCA
La encrucijada de Cali: 95% de ocupación de UCI y una ciudad bloqueada
Hay 540 pacientes hospitalizados en cuidados intensivos y una mortalidad de 18 a 20 personas en promedio diario en las últimas dos semanas.
A los ya conocidos problemas sociales y de orden público que se registran por estos días en Cali, la ciudad suma otra preocupación: la ocupación en las Unidades de Cuidados Intensivos está en un 95 por ciento, así lo informó la Secretaría de Salud Distrital, tras realizar un monitoreo en la red público y privada.
”Continuamos haciendo vigilancia epidemiológica en el tema de la pandemia. La cantidad de casos se debe ajustar con nuevos modelos, debido a que el número de detección de covid relacionado con la toma de pruebas ha bajado significativamente en las últimas dos semanas, por lo que se podría tener un subregistro. Tenemos un Rt (velocidad de transmisión) de alrededor de uno”, explicó la secretaria de Salud, Miyerlandi Torres Agredo.
La funcionaria indicó que Cali se encuentra en una meseta alta del tercer pico de la pandemia, con 95% de ocupación en las camas UCI, 540 pacientes hospitalizados en cuidados intensivos y una mortalidad de 18 a 20 personas en promedio diario en las últimas dos semanas.
”Debemos estar muy pendientes de sintomatología respiratoria, porque los contactos intergrupales nos pueden acelerar la velocidad de transmisión del virus responsable de la covid-19″, argumentó Torres Agredo. En Cali se habilitaron 29 puntos para la toma de pruebas, operados por las Empresas Sociales del Estado (ESE), que funcionan en el horario de 8:00 a.m. a 2:00 p.m.
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Una ciudad secuestrada
En Cali se rompieron las barreras que contenían una bomba social a punto de estallar desde hace varios meses. A la ciudad solo le faltaba un pequeño empujón, que llegó con una reforma tributaria agresiva con el bolsillo de los menos favorecidos, y una tribuna de políticos recurriendo al caos para frenar el polémico documento.
La capital del Valle, que ya arrastraba un hastío generalizado por la inequidad social revelada por la pandemia, recibió ese baldado de agua como un detonador para salir a romperlo todo.
Miles de personas acudieron a las calles el 28 de abril; y, contrario a lo ocurrido en las principales ciudades del país, el paro se mantuvo esa noche del miércoles. Y los otros días. Cali no volvió a tener noches tranquilas. Ahora hay angustia por los bloqueos indefinidos en las entradas y salidas de la ciudad, así como sucede en las vías internas, además de las confrontaciones entre manifestantes y la fuerza pública, tiroteos, muertos, heridos, y más muertos, la mayoría jóvenes.
La ciudad es un croquis de lo que fue: 90 por ciento de las estaciones del Masivo Integrado de Occidente (MIO) ya no existen. En su lugar, hay ruinas de metal quemado y desmantelado. No hay cámaras fotomultas, pues fueron derribadas y robadas. Los postes de energía eléctrica, también echados a tierra, obstruyen el paso vehicular en muchos sectores. Los semáforos solo están en el recuerdo de quienes por última vez transitaron una ciudad en calma. Las calles son un río de escombros, basura y piedras. Hay estaciones de gasolina vandalizadas, y algunas no funcionarán hasta dentro de tres meses. Sedes bancarias, incineradas, y supermercados de grandes cadenas, reducidos a escombros.
Las pérdidas, calcula la Alcaldía de Cali, superan los 200.000 millones de pesos. La ciudad retrasó diez años su crecimiento, tiempo que estiman para reponerse del estrago social causado en diez días de paro.