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La esperanza es lo último que se pierde: con rituales, fe y mística buscan a los cuatro niños perdidos tras accidente de avioneta en Guaviare
Familiares, rescatistas y soldados que participan en las labores de rastreo de los niños perdidos en la selva del Guaviare se aferran al misticismo, la fe y la esperanza. Realizan rituales en medio del bosque.
Mientras 200 personas buscan en la selva que une a Caquetá con Guaviare a los cuatro niños que desaparecieron tras el colapso de una avioneta, los colombianos acompañan las labores de lejos con oraciones y padrenuestros. A juicio de la familia de los menores, esta podría ser la fórmula para salvarlos.
Ya han pasado 27 días desde que la aeronave colapsó con siete pasajeros a bordo. Tres adultos perdieron la vida, entre ellos la madre de los pequeños, quienes, según los hallazgos de los socorristas, podrían estar deambulando por las montañas. Las pruebas señalan que se alimentan con fruta y se cubren de las lluvias con ramas.
María Fátima Valencia sigue estas noticias desde el televisor de un hotel de Villavicencio mientras espera un milagro. Ella no ha parado de rezar desde que se enteró del fallecimiento de su hija y la pérdida de sus nietos. Sus creencias religiosas la llevan a poner todo en las manos de dios y la madre tierra.
“Padre creador, tiene que amanecer donde están mis nietos, tiene que amanecer”, se le escucha decir reiteradamente. Ella habla de la luz porque sus ancestros le indicaron que los menores estarían envueltos en la oscuridad, por lo que tendría que clamar por iluminación para que los puedan observar entre la maleza. Los chamanes y médicos tradicionales de su confianza le recetaron el ritual que terminaría con las tinieblas: despedirse del cuerpo de su hija para que ella suelte a sus pequeños y los deje ver de los rescatistas. En consecuencia, con los restos en los brazos, se trasladó desde el Meta hacia el Amazonas para cumplir con la tarea.
“Voy para Araracuara con los huesos a rezar”, anunció. Desde ese mismo punto despegó la familia a las 6:03 a. m. el primero de mayo con destino a San José del Guaviare. En medio del trayecto, el piloto reportó una aparente falla en el motor. A las 7:34 a. m. se declaró en emergencia y la avioneta se perdió del mapa.
En el sitio sagrado de la región, se le dio el último adiós este viernes con un propósito superior: “Rezar por la mamá a ver si aparecen, hay que esperar”. La esperanza está intacta. Las Fuerzas Militares le han hecho saber que se mantienen las probabilidades de que estén con vida, también lo han comunicado sus dioses.
En conversación con un chamán de su región, María Fátima Valencia recibió un panorama de lo que podrían estar viviendo sus seres queridos, confiando en el saber espiritual del emisor de las palabras: “Él los miró y me dijo que dos niños tienen heridas, pero la más grandecita los cuida, los limpia con cualquier cosita”.
Mientras apela a sus creencias para empujar un milagro, sigue de cerca los pasos de los rescatistas. Según las autoridades, 113 hombres de las fuerzas especiales y 92 indígenas han recorrido 838 kilómetros en la selva, donde han encontrado elementos que mantienen la esperanza de hallar a los pequeños con vida.
Ellos vieron huellas frescas de pies pequeños, un tetero, un pañal, una balaca de cabello, un accesorio de celular, un bolso abierto, una tapa de tetero, un refugio y una toalla. Estos elementos darían cuenta de que los menores sobrevivieron al fuerte impacto que sufrió la avioneta luego de un presunto daño técnico. Mientras avanza la búsqueda, el misticismo, la fe y la esperanza se apoderan de todos.