Esta fotografía fue tomada el 22 de enero de 1986 a las 8 de la mañana en el Cementerio Sur de Bogotá.

JUSTICIA.

¿La fosa perdida del Palacio?

Después de 23 años, SEMANA revela las fotografías que podrían resolver el misterio de los desaparecidos del Palacio de Justicia.

15 de noviembre de 2008

Seis macabras fotografías tomadas en enero de 1986 y los testimonios de dos espectadores circunstanciales –los holandeses Jan Thielen y Harry Van der Aart– podrían resolver el misterio que ha atormentado a los colombianos: ¿dónde están los desaparecidos del Palacio de Justicia?

La búsqueda de la respuesta a esta pregunta es parte integral de la investigación que adelanta la Fiscalía General de la Nación desde finales de 2005 que ha resultado en la detención de dos coroneles y un general de la República. Aunque la Fiscalía ha confirmado la desaparición de por lo menos tres personas, hasta ahora no ha sido posible hallar algún rastro de ellos. En otras palabras, se sabe que salieron con vida del Palacio de Justicia y que no volvieron a aparecer luego de estar bajo la custodia de la Fuerza Pública. Otras ocho personas también están desaparecidas desde los luctuosos hechos del 6 y el 7 noviembre de 1985.

Las fotografías, tomadas por el reportero Harry Van der Aart, muestran una escena dantesca: el entierro de varios cadáveres en una fosa común en la mañana de un miércoles en el Cementerio del Sur de Bogotá. La presencia de Harry Van der Aart y su amigo, el periodista Jan Thielen, en ese lugar, fue fortuita, como le explicaron a SEMANA.

Esas imágenes y la historia de lo que ocurrió ese día, posiblemente se habrían mantenido inéditas si no fuera por otro hecho igual de fortuito: hace 15 días, Thielen decidió revisar por Internet qué pasaba en Colombia, un país donde había sido corresponsal a principios de los 80. Allí se sorprendió con una noticia que lo dejó perplejo: el titular hablaba de las fosas de las víctimas del Palacio de Justicia. La noticia lo golpeó en lo más profundo de su alma, ya que lo recordaba de una experiencia que aún hoy lo mortifica. Fue tanto el impacto, que hizo algo que no había hecho en 10 años: llamó a su gran amigo Harry Van der Aart, quien vive en Holanda, para comentar sobre ese nefasto día que pasaron en la capital colombiana hace ya casi 23 años.

Van der Aart le recordó que tenía unas fotografías del suceso y empezaron a rememorar ese viaje que hicieron a Colombia a principios del año de 1986. No era el primer periplo que hacían juntos. Jan Thielen, quien trabajó durante 20 años como corresponsal de radio y televisión en varios países de América Latina, como Colombia, El Salvador, Nicaragua, Chile, Argentina y Brasil, había invitado a su amigo, a otra aventura periodística con anterioridad. Sin embargo, el amor por el oficio de Van der Aart se acabó ese miércoles de enero cuando vio en vivo y en directo la degradación humana. Desde entonces, se dedica a dictar clases de arte gráfico en Holanda.

Era la cuarta vez que Van der Aart visitaba a Colombia. Thielen había convencido a sus editores de que lo enviaran al país para hacer una serie de reportajes. Colombia había estado en las noticias mundiales por lo del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero. Como Thielen relata en su desgarrador testimonio de los hechos (ver nota aparte), decidieron hacer un reportaje sobre la violencia en Colombia y el uso indiscriminado de fosas comunes para enterrar a indigentes e “indeseables” de la sociedad.

En la mañana del miércoles 22 de enero –ambos creen que esa es la fecha–, llegaron al Cementerio del Sur. A los pocos minutos, vieron ingresar dos “pequeños carros o camiones”, según recuerda Van der Aart. En los vehículos había más de ocho cadáveres que fueron removidos y lanzados a una fosa. No fue lo único que arrojaron. De unos baldes, comenta Van der Aart, salieron huesos calcinados, “negros como el carbón” y pedazos de cuerpos. El olor de la muerte estaba en todos lados. Era sofocante, coinciden los dos.

Algunos de los cadáveres estaban hinchados, incluso uno tenía una apariencia verdosa. Otros estaban en muy buen estado; “cuerpos frescos” y con moretones. Según ambos holandeses, parecían haber muerto recientemente, como se observa en algunas de las fotografías. La mayoría eran hombres, pero había por lo menos una mujer. Fue ante la aparición de este cuerpo que Thielen no aguantó y vomitó su repugnancia.

Uno los hombres que participaban en la operación le dijo a Thielen: “Son los hijueputas del Palacio”. Para el periodista holandés, eso explicaría la presencia de los huesos calcinados; eran de personas que habrían muerto en el incendio del Palacio de Justicia.
A ambos les llamó la atención la falta de cuidado con que se manejaban los cuerpos. “No fueron tratados con el respeto que merece un ser humano”, dice Van der Aart. Fue tanta su impresión, que describió en detalle su experiencia en una carta enviada a su mujer días después. Una misiva que aún guarda.

Regresaron de inmediato al hotel, ansiosos de quitarse de encima la fetidez de los cadáveres. Van der Aart recuerda como si fuera ayer su horror al ver incrustado en la suela de su zapato un pedazo de cuerpo humano.

Thielen hizo su reportaje radial, Van der Aart logró vender sólo una de las fotos a un diario. Thielen se estableció hace cuatro años en Salvador de Bahía, Brasil, y Van der Aart en Europa.

La historia de estos dos holandeses sería sola una anécdota más de la violencia colombiana donde las fosas comunes son, tristemente, demasiado comunes si no fuera por esa frase tan contundente que escuchó ese día Thielen: “Son los hijueputas del Palacio”. En enero de 1986, el clamor de las familias de los desaparecidos no tenía mayor eco. La versión oficial de que todos habían muerto en el incendio del cuarto piso era la aceptada. Tal vez por eso, ninguno de los dos le dio mayor trascendencia al comentario de que los muertos eran “del Palacio”.

Pero en noviembre de 2008, gracias a la investigación que adelanta la Fiscalía, que ha encontrado pruebas en lugares insospechados, el episodio descrito y fotografiado por los holandeses no puede ser descartado de antemano.

SEMANA hizo una visita al cementerio con el fin de verificar si las fotografías habían sido tomadas en ese terreno, como lo manifestaban los holandeses. El lote está abandonado –lo cuida un indigente– y está cubierto de maleza y basura. Pero no hay duda de que es el mismo sitio donde estuvieron los holandeses (ver foto de enero de 1986 y noviembre de 2008). Muy cerca de ahí está localizada la llamada fosa oficial del Palacio de Justicia.

En ésta fueron inhumados 26 cadáveres del Palacio el 9 de noviembre de 1985, y el 14, el 23 y el 30 del mismo mes, víctimas de Armero y fetos y otros desechos hospitalarios. En 1998 se ordenó la exhumación de los cuerpos para buscar a desaparecidos. Sólo encontraron a Ana Rosa Castiblanco. La semana pasada, la Universidad Nacional reiteró que ninguno de los 11 desaparecidos restantes estaba en esa fosa.

Según fuentes judiciales, es evidente que esa fosa es diferente a la que describen los holandeses y se ve en las fotografías. Para estas fuentes, que por la sensibilidad del tema pidieron no ser identificadas, el procedimiento de inhumación que presenciaron es altamente irregular. En primer lugar, uno de los vehículos donde transportaron los cadáveres es de un particular, según pudo verificar SEMANA con las autoridades. Ninguno de los hombres porta una identificación de Medicina Legal, la única entidad autorizada para hacer inhumaciones. Varios de los cuerpos no tienen marcas de necropsia, un procedimiento obligatorio para cualquier cadáver. Y llama la atención el desdén con el que arrojan los cadáveres a la fosa. No hay cuidado alguno. Contrasta con los cadáveres enterrados en la fosa oficial del Palacio, que fueron cubiertos con plásticos y de manera ordenada. Según una fuente judicial, hay cuidados mínimos de salud pública que no se cumplieron en la fosa fotografiada por Van der Aart. Con el manejo de los cadáveres siempre existe el riesgo de que se produzca gangrena gaseosa, que puede generar una epidemia en las zonas cercanas al cementerio.

Esas no son las únicas anomalías. Según el registro oficial de todas las inhumaciones hechas en enero de 1986 en los cementerios Central y del Sur, sólo aparece un NN –de 80 años de edad– el miércoles 22 de enero. El martes 21 de enero hubo ocho NN en los dos cementerios, pero de estos había un niño de 2 años y un hombre de 60. Tanto Van der Aart como Thielen insisten en que no vieron niños ni ancianos. Todo indicaría que esa fosa no fue registrada oficialmente.

El estado de los cuerpos también es diciente. No parecen indigentes, como le comentó una fuente judicial a SEMANA.

En las fotos se observa que por lo menos tres individuos sobresalen por ser diferentes al resto de los participantes en la operación. Uno de estos hombres, según cuentan los holandeses, estuvo más pendiente de ellos que de la operación. Los miraba detenidamente. Y los tres hombres, curiosamente, parecían inmunes al fuerte olor de los cadáveres, no usaban tapabocas.

Fuentes judiciales consultadas por SEMANA dicen que es altamente probable que la Fiscalía ordene una exhumación de esa fosa común en las próximas semanas para verificar si hay restos del Palacio de Justicia. Hay tres indicios adicionales que motivarían esta decisión: el comentario que escuchó Thielen sobre el Palacio, los huesos calcinados que describe Van der Aart y la cercanía de esta fosa a la oficial.

En el momento, no hay razones para dudar de la palabra del holandés periodista. Hace años que no ejerce su profesión –está dedicado a hacer documentales– y no parecía estar al tanto de la investigación de la Fiscalía. Tal vez si el coronel Alfonso Plazas, acusado de secuestro y desaparición forzada, no hubiera señalado hace 15 días que los desaparecidos se encontraban entre los cadáveres sin identificar exhumados de la fosa oficial del Palacio de Justicia, Thielen y Van der Aart no hubieran vuelto a hablar entre sí.
Pocos días después de fotografiar el irregular entierro, Van der Aart escribió sus impresiones a su mujer. Su relato no ha cambiado y su descripción de los huesos calcinados es impactante. Si los cuerpos eran de unos indigentes, ¿qué hacían allí huesos calcinados y brazos y piernas mutilados?

Si algunos de los restos eran de Palacio, ¿por qué no se enterraron en la fosa oficial?
En cualquier lado del mundo, la escena que se ve en las fotografías motivaría una investigación. Son más propias de los campos de concentración de la Alemania nazi. Parafraseando a Hamlet: Algo huele mal.