LA GRAN OFENSIVA

Mientras el Ejército lanza la "ofensiva total" contra el M-19, éste asegura estar más fuerte que nunca

28 de abril de 1986

Tal vez nunca se había organizado en el país una operación militar de la envergadura de la que actualmente se desarrolla en el Valle y el norte del Cauca contra las guerrillas del M-19. El Ejército ha movilizado nada menos que quince mil hombres de las Brigadas III (Cali) y X (Melgar), con refuerzos mecanizados provenientes de la XIII (Bogotá), y respaldados por artillería, tanques Urutú y Cascabel como los que se hicieron célebres en la toma del Palacio de Justicia, helicópteros artillados y aviones de bombardeo T-33 y T-37 .
Todo ese ejército -pues se trata de un verdadero ejército- se ha desplegado en dos pinzas, intentando poner cerco a las dos columnas guerrilleras del M-19 que han participado en los combates de las últimas semanas. Una de ellas está constituida por las llamadas "milicias rurales" del M-19, al mando de Marcos Chalita, y se mantiene en movimiento por las montañas de la Cordillera Central, en el límite de los dos departamentos, donde en los últimos días ha asaltado a Toribío, donde la Policía ofreció una heroica resistencia, y emboscado un convoy militar. La otra, según dice la inteligencia militar, es el Batallón América, que integra fuerzas de la Coordinadora Guerrillera y de grupos ecuatorianos y peruanos, y está comandada por el nuevo jefe máximo del M-19, Carlos Pizarro. Después de mantener duros enfrentamientos en Pance, en las afueras de Cali, este Batallón se ha replegado al parecer sobre los Farallones de Cali, a espaldas de la ciudad, en la Cordillera Oriental, y ha presentado escaramuzas en Felidia y Yanaconas.
La vasta operación, que no tiene precedentes en la lucha de contrainsurgencia en Colombia, es el resultado de un vuelco en la estrategia del Ejército decidido la semana pasada en una cumbre militar, porque, según dijo una fuente del Ejército, "la estrategia antisubversiva estaba arrojando resultados negativos". Sobre el terreno manda las fuerzas el comandante de la III División en persona, el general Pedro Nel Molano. Y el estratega principal de la operación, que se mantiene viajando entre Bogotá y Cali, es el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Manuel Jaime Guerrero Paz. La casi totalidad de los batallones especializados en contrainsurgencia con que cuenta el Ejército colombiano, empezando por el Batallón Colombia, han sido desplegados en la zona.
Y es sobre ellos que recae el peso principal de la tarea, así como sobre la Policía que en los últimos tres meses ha perdido más de cincuenta hombres. Al parecer los helicópteros se limitan a sobrevolar la zona desde bastante arriba para localizar a las guerrillas sin exponerse a ser derribados por un cohete. Y en cuanto a los tanques, su misión consiste en escoltar convoyes de infantería, tarea en la cual ya uno de ellos fue puesto fuera de combate por un rocket en la carretera entre El Palo y Toribío.
El armamento de la guerrilla es, en efecto, tan moderno y casi tan pesado como el de las tropas regulares: morteros, cohetes rockets, granadas RPC, granadas de fusil G-3. Los guerrilleros cuentan además, según la inteligencia militar, con equipos ultramodernos de radiotransmisiones e incluso con estaciones repetidoras.
Y es que si el Ejército se ha visto obligado a cambiar su estrategia es porque el M-19 también ha cambiado la suya. Uno de sus comandantes, Afranio Parra, lo explicaba el lunes pasado en una clandestina rueda de prensa que dio en el barrio caleño de Aguablanca a varios periodistas, entre ellos un redactor de SEMANA: "Tienen razón los que dicen que la guerrilla ha fracasado como proyecto político. Por eso nosotros ya no hacemos guerrilla, sino que estamos creando un ejército".
El núcleo de ese ejército, tal como lo habían expuesto tanto Fayad como Pizarro en las semanas anteriores a la muerte del primero, es el Batallón América. Pero éste, afirma Parra, no participó en los combates de los últimos días, al contrario de lo que han dicho las fuentes militares. "Lo de Pance no fue el Batallón América, que está muy lejos de Cali, ni tampoco la Coordinadora Guerrillera Nacional, que se regó por todo el país para impulsar la campaña 'Camilo Vive' -dice Afranio Parra. Los que han protagonizado los tiroteos de estos días en Cali son los milicianos, que no tienen por qué tomarse a Cali puesto que viven aquí. Son hombres, mujeres y niños que desarrollan sus actividades comunes y corrientes y, cuando hay que realizar una operación, van por su arma a la caleta y actúan. Después vuelven a su rutina".
Aguablanca, efectivamente, parece un barrio que el M-19 no necesita tomarse, porque ya es suyo. Durante la rueda de prensa de Parra daba la impresión de que todo el sector estuviera poblado de milicianos: todo el mundo vigilaba, informaba, ofrecia su casa para que se llevara a cabo la reunión entre Parra, coordinador de las milicias urbanas caleñas, y los periodistas. Esta presencia, naturalmente, tiene también su revés para el M-19, que son los allanamientos incesantes, las detenciones y las desapariciones de sus simpatizantes en los barrios marginales donde su penetración es fuerte: el distrito de Aguablanca, Siloé, Terrón Colorado.
Solamente en Siloé hay 82 desaparecidos. Un sepulturero del cementerio de ese barrio, donde está prohibida la entrada a los periodistas, dice a SEMANA: "Aquí todos los días los del F-2 y los del Ejército abren una o dos fosas comunes, y en cada una dejan cinco o seis cadáveres". Además, los numerosos "escuadrones de la muerte" que en los últimos meses proliferan en la ciudad han escogido al M-19 como su blanco principal, descuidando otras víctimas habituales como ladrones y homosexuales. Son muchos: "La mano negra", "Kankil", "Bandera negra", "El justiciero implacable", la JIAC (Juventud Inconforme Anticomunista), que ha llenado a Cali de letreros denunciando a los guerrilleros del M-19 como depravados sexuales y últimamente reparte volantes ofreciendo una gratificación de tres millones de pesos ( "en rama y en silencio") por las cabezas de los principales jefes del M-19.
Los tiroteos de las milicias urbanas, los frecuentes enfrentamientos en los barrios, los choques de Pance, son todos ellos episodios que mantienen en vilo desde hace semanas a la ciudadanía caleña. Se difundió tanto, por la radio y la prensa y por los propios comunicados del Ejército, que el M-19 pensaba "tomarse a Cali", que el resultado ha sido una "toma sicológica" rayana en la paranoia. Cada vez que se oye un tiro en la ciudad-y se oyen muchos- la gente exclama: "¡Ya llegaron!", y el síndrome ha afectado a las propias autoridades, que en varias ocasiones se han enzarzado a balazos entre ellas mismas -Policía contra GOES, por ejemplo.
Todo esto lo achaca Parra a "desesperación de los militares", quienes, según él han perdido por completo el apoyo de la ciudadanía, cosa que se refleja no solamente en sus cada día más tirantes relaciones con la prensa local sino en las numerosas protestas contra ellos registradas después de los combates de Pance a causa del saqueo sufrido por las lujosas residencias de la zona. Los militares, por su parte, también atribuyen la llamada "toma de Cali" a la "desesperación" del M-19, acosado por la pérdida de sus jefes y "militarizado" por la nueva dirección (Pizarro y Boris, sin contar a Antonio Navarro, quien sigue fuera del país). Parra niega esta interpretación, diciendo que "se equivocan quienes piensan que el M-19 está duramente golpeado. Ni la muerte de Alvaro Fayad ni la de Iván Marino Ospina han sido resultado de una lucha en que el enemigo haya salido vencedor. Han sido muertes aisladas, producto más bien de la suerte, aunque hay que reconocerles que hacen buena labor de inteligencia. Pero no los han matado en el campo de batalla, lo cual sí hubiera sido un golpe certero contra la organización. Que vayan a ver si son capaces de matar a Carlos Pizarro, ejército contra ejército, y no como con Fayad o con Iván Marino, que era, en ambos casos, un ejército contra un hombre solo".
El optimismo de Afranio Parra parece algo excesivo. Como lo parece igualmente el de los jefes del Ejército que hablan del "inminente aniquilamiento" del M-19. Por el contrario: lo que se ve a simple vista es que la guerra, lejos de amainar, está creciendo. Es evidente que, cualesquiera que sean sus consecuencias políticas, la muerte de su jefe máximo no ha afectado militarmente al M-19, hasta el punto de que los militares reconocen ahora que "la estrategia antisubversiva estaba arrojando resultados negativos". Pero entonces se plantea nuevamente la posibilidad de hallar salidas políticas a la situación militar.
Probablemente no inmediatas, puesto que el ministro de Gobierno, Jaime Castro, acaba de reiterar en Cali que no habrá nuevos diálogos con el M-19 y que "quienes no quisieron acogerse a la política de paz deberán recibir el peso de la ley". Tampoco el grupo guerrillero se ha declarado dispuesto a negociar otra vez con el gobierno de Betancur. Pero Afranio Parra deja abiertas las puertas para el futuro: "Hablaremos con todo el que quiera hablar con nosotros sobre una paz real", dice."Si Barco quiere, dialogamos, si Gómez quiere, dialogamos.
Siempre y cuando haya voluntad de la contraparte, porque no queremos otra vez una paz como la de Jaime Castro, que fue una paz tramposa".
Para empezar, Parra anunció unos días de tregua unilateral. "Durante la Semana Santa suspendemos todas las acciones ofensivas. Si hay un tiro nuestro, será defendiéndonos. Queremos que esta semana de pasión sea una semana de reflexión sobre la pasión de Colombia".