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La guerra de Fico: el alcalde inicia persecución sin cuartel contra mafias de proxenetas que comercian con mujeres en Medellín. Los casos de niñas son dramáticos. Informe especial de SEMANA
El alcalde Federico Gutiérrez inició una persecución sin cuartel contra las poderosas mafias de proxenetas en Medellín. Reporteros de SEMANA se internaron en este doloroso mundo de drogas, sexo y dólares, donde las niñas son solo una mercancía.
Las tranquilas caminatas nocturnas por el parque Lleras, en El Poblado de Medellín, ya son cosa del pasado. Lo que se ve ahora es prostitución, pedofilia, drogas y explotación sexual infantil. Todo un mercado macabro manejado por poderosas estructuras delincuenciales, dedicadas a la trata de personas, que custodian el lugar. Están por todas partes. Vigilan a las mujeres y a los clientes. Cualquier extraño es detectado inmediatamente. Solo hay dos escenarios posibles para los visitantes: placer o intimidación.
Un equipo periodístico de SEMANA se infiltró durante varios días en este sector y fue testigo del horror. Cinco hombres se les acercaron a los reporteros para intimidarlos con armas de fuego. El mensaje fue claro: tenían que irse porque representaban una amenaza para sus intereses. Esto es solo el reflejo de la tragedia que se vive desde hace años en varios puntos de la capital antioqueña.
Aquellos hombres armados forman parte de las tres estructuras delincuenciales de proxenetas del parque Lleras. Ellos disponen del cuerpo de niñas y adultas que desfilan sobre una pasarela de cemento en El Poblado, el barrio más exclusivo de la ciudad, para comercializarlas tras captar la atención de extranjeros. Ellos pagan en dólares y, según el último registro de las autoridades, llegan masivamente en busca de perversidades. Tan solo el año pasado, Medellín recibió a un millón y medio de visitantes, la mayoría de Estados Unidos.
Muchos de esos ciudadanos extranjeros quieren niñas de 12 años en adelante para violarlas, grabarlas y comercializar esos videos como trofeos de safari. El panorama es tan triste que las víctimas, a duras penas, superan los 45 kilos de peso. Casi siempre las redes de prostitución las drogan antes de exponerlas en el parque Lleras, donde el consumo de estupefacientes es descarado. Los extranjeros, a la luz de todos, riegan sobre las mesas sus líneas de cocaína y las inhalan con una tranquilidad aterradora.
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Lo que ocurre en Medellín solo es comparable con los estremecedores episodios de la isla de la pederastia de Jeffrey Epstein, un territorio en altamar donde llegaron poderosos empresarios e influyentes líderes que tenían disponible una infantil servidumbre sexual. Los investigadores saben que diariamente a la capital antioqueña arriban aviones repletos de extranjeros que vienen en búsqueda de virginidades, de niñas inocentes a quienes someten a las más crueles obscenidades.
En cada esquina hay una historia. Sin embargo, impera la ley del silencio. Uno de los casos más escabrosos es el de un norteamericano que contactó a tres niñas de 13 años, les ofreció una considerable suma de dinero y las invitó a su apartamento. Luego abusó sexualmente de ellas mientras iba grabando con una cámara oculta. Las víctimas le contaron a SEMANA que el “monstruo gringo” (así lo llaman) les deslizó la lengua por las partes íntimas, y ellas, en medio de un mar de nervios, solo respiraban agitadas, bajo la promesa de recibir 7 millones de pesos cada una.
Era la primera vez que se enfrentaban a una situación como esta. El atractivo para el depravado estadounidense era su virginidad. Alejandra, una de las niñas, les dijo a los reporteros de este medio que “el trabajo consistía en estar con extranjeros a cambio de dinero. Yo acepté. Él llegó, hubo contacto físico y lo otro que ya sabemos qué es. Estaba nerviosa, sentía mucho asco, estaba perdiendo la virginidad”.
El encuentro lo gestionó una de sus amiguitas, de apenas 14 años, que le prometió 8 millones de pesos de ganancias por permitir el abuso. Ella también sacaría provecho de la situación. “Si la niña era virgen, le daban millón y algo. Si no era virgen, le daban como 500 [mil pesos]”, contó Alejandra, tímidamente. A su vez, reveló que ella era manipulada por una adulta que se ocultaba en un perfil falso de Facebook y nunca daba la cara, solo dictaba indicaciones: “El lugar y la hora donde debíamos estar”. Allí eran recibidas por otra persona desconocida que las trasladaba a unidades residenciales y las entregaba al violador.
Alejandra contó con angustia que fue tirada en una cama gigante junto a otras dos niñas mientras el estadounidense les daba indicaciones en un español precario. Su “fetiche” era ser el que iniciara sus vidas sexuales. “Yo me sentía con miedo, asco, fastidio. Uno, en ese momento, no demuestra el dolor, tampoco lo hicieron las otras niñas, pero sí estábamos asustadas”, dijo la pequeña víctima, quien apenas cursa séptimo grado de bachillerato.
Esto lo repitió dos veces, pero le incumplieron con los pagos y decidió no hacerlo más. Ella no recibió ni un solo peso por los vejámenes a los que la sometieron. Todo fue un engaño. Hoy, 11 meses después de lo ocurrido, se arrepiente de lo que aconteció. Es solo una niña.
Frente a estos casos tan dolorosos, el alcalde Fico Gutiérrez les declaró la guerra a estas poderosas mafias de proxenetas y dijo que ya hay una gran investigación en curso. “No nos oponemos a la llegada de extranjeros. Al año recibimos a un millón y medio de visitantes de otros países, pero a lo que sí nos oponemos es al actuar de estos depravados, que vienen a abusar de nuestras mujeres, muchas de ellas niñas. A estos criminales los vamos a poner contra las rejas para que paguen aquí mismo y no sean deportados”.
De acuerdo con la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la Policía, este es el principal modus operandi de los proxenetas que sus detectives han podido comprobar en Medellín: delincuentes ocultos en internet que contactan a menores de edad y las convierten en proxenetas para que, a su vez, ellas recluten a niñas inocentes de su misma edad a fin de que ingresen a este oscuro mundo y atiendan citas sexuales. Los mafiosos saben muy bien a quién buscar para que el encuentro no fracase: “Niñas de bajos recursos, estudiantes y que vivan en zonas vulnerables”, coincidieron en decir dos investigadores judiciales que persiguen este tipo de redes desde hace un año en Medellín.
SEMANA también comprobó que los perfiles de las menores de edad figuran en extensas cartas que los meseros de las discotecas del parque Lleras distribuyen por medio de WhatsApp, como si fueran el menú de un restaurante. Una hora de servicio cuesta 200 dólares, siempre y cuando el cliente use condón, pero el precio aumenta si el hombre quiere ir a la cama sin protección o cumplir con fetiches sexuales que impliquen dolor para la mujer.
Los perversos clientes son mayoritariamente estadounidenses y europeos, quienes se comunican con las víctimas mediante señas o a través del traductor de Google para transmitir sus escalofriantes peticiones: “Me piden anal, azotarlos o dejarme azotar, chupar los dedos, excrementos, o, simplemente, compañía”, comentó bajo anonimato una joven que dice que ingresó a la red a los 18 años, pero su apariencia física es la de una adolescente de 15.
Según la Fiscalía, ella y las demás mujeres son vigiladas por un ejército de guardaespaldas de la Terraza, una peligrosa banda criminal que controla la prostitución en las comunas de El Poblado, Laureles y Candelaria, los sectores más visitados por turistas extranjeros. Ellos imponen millonarios impuestos y hacen casting para escoger a las mujeres aptas para atraer a los viajeros.
Caminar por esas calles al caer la noche es una secuencia de escenas dolorosas: mujeres en grupo llevadas por sospechosos carros particulares, ofrecimiento descarado de sexo y drogas, turistas que preguntan, sin ningún recato, por menores de edad; ellos prefieren las niñas vírgenes.
El tránsito de mujeres en el parque Lleras es continuo. En aproximadamente tres horas, los periodistas pudieron ver más de 1.000 trabajadoras sexuales de todo tipo, jóvenes que no superan los 25 años. “Hay muchas que vienen de municipios cercanos, como Bello, otras son de Medellín, pero la mayoría es de Venezuela”, dijo el alcalde Gutiérrez, quien reconoce que hoy la capital de Antioquia es víctima de un problema transnacional.
Las jovencitas, vestidas con ropa muy ajustada, diminuta y lentejuelas, empiezan a llegar al parque Lleras hacia las siete de la noche todos los días y se van cuando aparece el sol. En una noche pueden acostarse hasta con siete hombres. Los encuentros sexuales regularmente se realizan en apartamentos de alquiler por horas y hoteles cercanos al parque.
Las redes criminales que controlan la prostitución en el parque Lleras operan como un reloj suizo, sin piezas sueltas. Los conductores que llevan a las mujeres son las mismas personas que les señalan a cuál discoteca del sector deben ingresar. En el parque hay decenas de hombres con radios y teléfonos que vigilan hasta el más mínimo movimiento.
Lo mismo se ve en Laureles, Candelaria y las calles de El Poblado. En poco menos de cuatro años, la situación se salió de control. La explotación infantil en Medellín ha permeado casi todos los escenarios sociales de la ciudad. Las redes de prostitución no solamente se han tomado las calles de los sitios más concurridos, sino que ahora también operan como estilo de vida en lujosos condominios, a la vista de todos. Es como una normalización de la barbarie a unas escalas tan impresionantes que las niñas hacen fila y castings para entrar a este mundo de falsos privilegios bajo la promesa del dinero. Una de las historias más dramáticas que encontró SEMANA en las calles controladas por los proxenetas en Medellín fue la de una mujer muy menuda, con apariencia de menor de edad. Tenía un vestido ajustado al cuerpo. Cuando las cámaras la enfocaron, se vio que tenía un avanzado estado de embarazo. Su vientre sobresalía notoriamente. Sin embargo, estaba allí, prostituyéndose, y acompañada de otra jovencita. La imagen, a la 1:30 de la madrugada, resultó impactante.
Este medio conoció, en primicia, la existencia de un conjunto residencial en el norte del Valle de Aburrá donde vecinos construyeron una red de prostitución interna. Los ancianos con plata tienen sexo con menores de edad en pasillos, escaleras, ascensores y habitaciones. Todo a cambio de dinero. Las autoridades ya abrieron una investigación por un caso violento: una niña de 9 años fue acorralada en un ascensor por un hombre que la trató de violar. Una de las vecinas confesó aterrorizada: “No estamos tranquilos, las bandas del barrio lo controlan todo y uno de los cabecillas ofreció 18 millones de pesos para estar con mi hija; es que ella es de las más bonitas”.
“No puedes llorar”
SEMANA recorrió las comunas más pobres de Medellín, azotadas por la prostitución infantil. Allí encontró a Carolina. Tenía 16 años cuando su abusador, Jaymes Schulte, un reconocido y adinerado deportista norteamericano, que ya está preso, la contactó a través de una amiga y le ofreció 150.000 pesos para tener una cita. Ella aceptó, necesitaba el dinero para que su mamá y hermano menor no se acostaran otra noche con hambre, la situación económica era la peor.
El encuentro sexual se realizó en un apartamento de Bello, en el área metropolitana del Valle de Aburrá. No contento con eso, el abusador la grabó y le pidió posar para la cámara. “Si yo no me dejaba grabar, él no me iba a pagar. Hubo momentos en los que yo hasta chillaba y él me decía: ‘No llores, no puedes llorar porque no puedes quedar [en el video] llorando’”, le contó la víctima a SEMANA, que todavía se angustia al recordar lo que sufrió.
Luego de ese episodio, su vida se convirtió en un calvario: meses después, el video se viralizó en el colegio. Los señalamientos llegaron desde todas las orillas, hasta que un día decidió ponerle fin al sufrimiento e ingirió una gran cantidad de pastillas para suicidarse. “No quería seguir viviendo, no quería cargar más con esta vergüenza y este dolor”, relató Carolina. Su mamá la encontró tirada en la sala de su casa. Hoy, cinco meses después de ese episodio, aún la EPS no le ha asignado la cita prioritaria con un psicólogo.
La necesidad la llevó a un laberinto sin salida, a una escena cruda de lágrimas y gritos forzada por el estadounidense: “Él empezó a grabarme, yo le dije que no. Él me decía, bueno, no le voy a pagar. Yo, principalmente, lo que necesitaba era el dinero”. La única solución que encontró fue aferrarse a la cama mientras el abusador revolcaba todo su cuerpo y un lente registraba cada uno de los movimientos.
Tras el abuso, solo le entregó 100.000 pesos y ella escapó. Carolina no es la única víctima de este hombre, cuya fortuna superaría los 3 millones de dólares y miles de seguidores en las redes con los que afianzó su riqueza. Cuatro amigas de ella, menores de edad, también quedaron grabadas en medio de una orgía. Sus familias descubrieron toda la historia cuando en los grupos de WhatsApp empezaron a circular los videos de sus pequeñas, víctimas de un grupo de pedófilos extranjeros perseguido por las autoridades colombianas y estadounidenses.
Varias tienen enfermedades de transmisión sexual, producto de ese brutal encuentro. Detrás de este caso hay una escena que causa aún más indignación entre los detectives: “Él les presentó un documento en el que falsamente certificaba que no tenía ningún tipo de infección, como para darles tranquilidad. Tristemente, varias niñas fueron diagnosticadas con una enfermedad sexual”, comentó una mujer de la Sijín de la Policía que ha acompañado de cerca este caso masivo de abuso sexual.
Hay una pista clara. La mayoría de estos victimarios tienen contactos en común que pondrían en evidencia la existencia de una banda de abusadores extranjeros que ya se asentó en Medellín. El perfil de sus integrantes estremece: “Adultos entre 40 y 70 años, solteros, adinerados y que llegan solos a la ciudad”, se lee en un expediente de la Dirección de Protección y Servicios Especiales en poder de SEMANA. En los últimos meses, han caído 11 presuntos integrantes de esa red trasnacional. Los detenidos en Estados Unidos podrían salir bajo fianza, mientras que a los que caen en territorio colombiano les espera una condena de máximo 19 años de prisión.
Así lo descubrió alias el Químico, un estadounidense capturado hace dos semanas en Medellín por posible explotación sexual comercial cometida contra seis menores de edad. Él le preguntó a un equipo judicial de la Policía por el dinero que tendría que pagar para salir de prisión y estalló en llanto cuando descubrió que esa fórmula no aplica en este rincón del mundo. Es señalado de reclutar niñas y drogarlas con las sustancias psicoactivas que fabricaba en su propio apartamento de Bello, a pocos metros de Medellín.
Dolor de madres
Las madres de las víctimas viven un verdadero calvario. Se dan golpes de pecho porque no pudieron salvar a sus hijas, solo les quedan las lágrimas ante la angustia de sus niñas cada vez que en las redes sociales desempolvan las grabaciones de las violaciones, y se indignan cuando recuerdan que los responsables de estos hechos siguen viajando por todo el mundo como si no hubieran cometido un delito.
Sandra descubrió que su pequeña era víctima de una red de trata de personas cuando la vio desnuda, en su celular. Lo que se observaba era denigrante. Un gringo la agredía sexualmente a su antojo. Las imágenes le destrozaron el corazón y aún más las explicaciones que le dio la menor: “Lo hice porque no teníamos comida y estábamos pasando necesidades”. Por tener sexo con el sujeto, recibió de él dos billetes de 50.000 pesos que sirvieron para comprar algunos alimentos.
En un lamento conmovedor, ella se culpa, una y otra vez, por el sufrimiento de su hija: “Me he sentido culpable porque, si no tuviéramos carencias, ella no hubiera pasado por esto”. La mujer no duerme en paz desde que se enteró del abuso sexual y no tiene tranquilidad ni siquiera cuando sale a trabajar duro, pues teme que su muchacha, de nuevo, caiga en poder de otra banda de proxenetas.
Patricia es otra madre, ella descubrió por sus propios medios la red de prostitución que tenía atrapada a su niña de tan solo 13 años. Una conversación que detectó en Facebook la llevó a un infierno donde solo importan el dinero y las orgías con cuerpos vírgenes. La lucha le valió el rechazo de su hija, horas enteras de lágrimas y semanas completas de incertidumbre en las que solo pensaba en la muerte. Aunque le pidió apoyo a la Policía, dice que le dieron la espalda: “Búsquenme cuando tenga pruebas”, manifestó un operario de la línea 123, según su relato.
Ella desafió sus propios miedos y emprendió la búsqueda de los responsables. En su misión, terminó llevando a la proxeneta de la menor a vivir a su casa, como si se tratara de una sofisticada operación de inteligencia. Allí vio de frente la situación: “Cobraban 8 millones de pesos por los primeros encuentros sexuales con niñas y 2 millones de pesos por servicios casuales”. Las pruebas de su heroica labor ahora están en manos de la Sijín y la Fiscalía, quienes trabajan contra reloj para hacer justicia.
Esa es una de las misiones que el alcalde Gutiérrez les encargó a los detectives: “Hay que dar con los responsables y hacerles pagar por lo que hicieron. Acá no se pueden burlar de nosotros, tenemos que hacer respetar a nuestras mujeres, a nuestras niñas”.
El mandatario local también pidió que la misma fórmula se aplique en las investigaciones que avanzan para esclarecer las muertes de extranjeros en Medellín. Solo en 2023 seis fallecieron tras pactar citas a ciegas, y en 2024 hay un episodio violento reportado contra un estadounidense.
Aunque otros 11 turistas han fallecido este año en Medellín, las autoridades confirman que no fueron asesinados. Así lo prueban los expedientes de la Fiscalía y Medicina Legal, conocidos en primicia por SEMANA, en los que se aclara que cuatro se suicidaron y los demás tuvieron muertes naturales, la mayoría por sobredosis de cocaína y tusi.
Los operativos de Fico
El alcalde Gutiérrez se tomó, de la mano de la Policía y la Fiscalía, los peores antros de prostitución en Medellín, especialmente en el parque Lleras y la calle 10. SEMANA acompañó al mandatario en estos operativos que pretenden recuperar a miles de mujeres atrapadas en dichas redes criminales. “Esta realidad la cambiamos entre todos, pero hay que trabajar sin descanso”, le dijo a la enorme comitiva de la Alcaldía y a los secretarios de despacho que lo acompañaron, mientras repartía volantes rechazando la explotación sexual de mujeres y, en especial, de niñas.
“Esta es una realidad que no podemos desconocer, a la que le dejaron coger ventaja en los últimos años. Nosotros vamos a adelantar todas las labores posibles, desde desmantelar las redes de trata de personas, de explotación infantil, hasta brindar apoyo psicosocial para que estas mujeres tengan otra opción de vida”, señaló el mandatario en medio del operativo.
Por su parte, la fiscal Yiri Milena Amado, quien acompañó a Federico Gutiérrez durante el recorrido, señaló a la organización delincuencial la Terraza como una de las responsables del tráfico sexual de personas en El Poblado. Denunció que algunos gremios de comerciantes, de manera clandestina, están poniendo a la venta los cuerpos de ellas como si fueran productos de supermercados. El problema es tan grave que ni siquiera hay un censo actualizado de las mujeres en prostitución para dimensionar lo que está sucediendo.
Así las cosas, Fico anunció que no le temblará la mano ni le faltará voluntad para ajustar lo que está mal. “Si es necesario que yo venga todas las noches, entonces lo haré. Si hay que declarar la extinción de dominio, también trabajaremos por ello”, sentenció el mandatario.
Ahora la guerra contra las mafias de proxenetas es su guerra. Estos criminales están al acecho en todo el país, pues otra de las ciudades críticas es Cartagena. Se necesita el compromiso del Gobierno nacional, la Fiscalía y las autoridades locales y los ciudadanos para combatir este flagelo que destruye a las mujeres y a sus familias, en un letal coctel de pobreza, depravación, droga y dinero. Medellín está decidida a vencer en esta batalla.