LA GUERRA DE LA DESINFORMACION

Las noticias falsas complican el maltrecho proceso de la paz

12 de agosto de 1985

Como decía García Márquez en su entrevista a SEMANA, lo grave del proceso de paz es que se dicen demasiadas mentiras. A una de esas mentiras se le achaca ahora nada menos que la ruptura de la tregua con el M-19: la que dijo la prensa el 15 de mayo pasado, afirmando en primera página que tras el derribo de un helicóptero militar en el Valle ese grupo guerrillero había "rematado y vejado a los heridos". Más de un mes después, cuando la Comisión de Verificación aclaró finalmente que se trataba de una patraña ("el M-19 no ejerció sobre los heridos acción distinta a prestarle los primeros auxilios", dijeron los verificadores tras hablar con el Comandante de la Tercera Brigada, general Pedro Nel Molano) ya era tarde: Carlos Pizarro acababa de declarar rota la tregua, y desde entonces no han cesado los tiros y los muertos en las sucesivas tomas de Genova, la Herrera y Riofrío por parte del M-19.
La historia la contó el ex ministro y miembro de la Comision de Verificación Alvaro Leyva Durán a RCN y luego a El Tiempo. Según dijo, las relaciones con el M-19, gravemente dañadas desde principios del año, estaban a mediados de mayo a punto de arreglarse. La noche del 14 se habían reunido en su casa Alvaro Fayad y el procurador Jiménez Gómez para continuar las conversaciones iniciadas en México, en casa de García Marquez, como "último chance" para impedir la ruptura. Y se había acordado entre ellos la conformación de una nueva comisión verificadora en la cual participaran abogados de la Procuraduría, pues el M-19 consideraba que la comisión en funciones era inoperante. Sólo faltaba la aprobación del presidente Betancur. Cuando se pusieron en contacto con él, en la madrugada del día 15, el Presidente cerró el diálogo diciéndoles que leyeran los titulares de prensa. "Rematados y vejados los heridos", era uno de estos.
Las declaraciones de Leyva Durán han puesto a pelear a El Espectador con El Tiempo, diario que, por lo demás, acogió el día 16 la misma información que e otro había publicado la víspera--con una sola, aunque llamativa, diferencia: que un oficial herido que hace declaraciones para El Tiempo el 16 habia sido "rematado" en la noticia de El Espectador del 15. Leyva precisa: "El clima de rechazo a las su puestas actuaciones del M-19 fué causado por las publicaciones hechas por los distintos medios informativos". Pero con toda esta disputa entre ellos se pierde de vista el verdadero meollo del asunto: pues lo que el incidente pone en duda no es la veracidad de los diarios, sino la confiabilidad de sus fuentes.
Ambos periódicos citan a un señor Julio Jiménez, "técnico de profesión". Pero más allá, uno y otro obtuvieron la información directamente de los militares. "Una fuente militar autorizada fue la que suministró a El Espectador la noticia" afirma este diario, cuyo redactor Hernán Unás--responsable de la publicación en cuestión--especifica a SEMANA que se trató de una "alta fuente". Por su parte, Roberto Pombo, firmante de la noticia en El Tiempo, dice a SEMANA: "Cuando hay plomo la única fuente es el Ejército". Unás insiste en el mismo sentido: "La noticia no ha sido hasta ahora (12 de julio) ni desautorizada ni desmentida oficialmente por ningún comandante militar".
Es exagerado afirmar, como se ha hecho, que en este caso el asalto a la buena fe de los periódicos "precipitó la ruptura de la tregua". No sólo porque, como indica juiciosamente Leyva Durán, "es lógico suponer que el Presidente de la República tiene normas éticas que lo inducen a fundamentar sus decisiones en los informes que le rindan sus colaboradores", y no sólo en su madrugadora lectura de la prensa del día; sino sobre todo porque, como subraya para SEMANA el ministro de Gobierno Jaime Castro en ningún documento ni declaración del M-19 se alude al tema del helicóptero como motivo para romper la tregua. Lo que si hubo de parte de ese movimiento fueron quejas, tanto a los medios de comunicacion como a la comisión de Verificación, sobre el tratamiento distorcionado que se daba a sus actividades, basado siempre, según ellos, en "tendenciosas informaciones militares". El ministro Castro acota que en ningún momento hubo tampoco un comunicado oficial del Ejército que acusara al M-19 de maltratar a los heridos. Y eso es cierto. Aunque también lo es, como señala el periodista Unás, que no fue nunca desmentida oficialmente la noticia, "lo cual permite concluir que el estamento castrense admite como ciertas las afirmaciones hechas por el técnico Julio Jiménez".
El embuchado no tuvo, pues, la culpa directa de la ruptura de la tregua. Lo grave es que "tecnicos de profesión" embuchen a los medios de comunicación --e incluso al propio Presidente. Lo grave es que no se trata, en el accidentado proceso de la paz, del primer embuchado, ni del único. La "batalla de Yarumales", a fines del año pasado (que el M-19 señala como primera ruptura de la tregua por el lado de los militares), se justificó con otra ficción: la noticia falsa--acogida por el Ministerio de Defensa--de que en el campamento guerrillero se retenía secuestrado al ganadero Abraham Domínguez. A ese mismo respecto El Espectador cita a "un alto oficial" en estos térrninos: "Es muy apresurado hablar de esa manera (decir que la tregua se rompió por el embuchado del helicóptero), ya que la tregua había sido rota desde mucho antes, concretamente desde cuando el M-19 perpetró el asalto a un ingenio del Cauca". El "alto oficial" se refiere, probablemente, a un tercer embuchado: el que atribuyó al M-19 el asalto al ingenio Castilla por parte del grupo Quintín Lame, que también sirvió en su momento como argumento para el ataque a Yarumales.
Toda la historia de la noticia falsa del helicóptero lleva otra vez de vuelta al estorbo central con el cual ha tropezado el esfuerzo pacificador del presidente Betancur: la ficción de que las fuerzas militares se limitan a cumplir órdenes sin tener beligerancia en el proceso. Constitucionalmente, las Fuerzas Armadas de Colombia "no son beligerantes". Pero en un tema que las toca lan de cerca como es el de la tregua con la guerrilla es imposible evitar que lo sean, y son cada día más numerosas las voces que piden que se acepte esa realidad práctica, aun cuando choque con la ficción jurídica. (Teniendo en cuenta además que, para empezar, los mismos acuerdos de tregua son violatorios de la ley).
En ese sentido se ha expresado el exministro Leyva Durán cuando reclama que delegados militares participen en las comisiones de verificación "Se ha tratado a las Fuerzas Armadas como si no fueran parte beligerante en esta guerra", protestaba también García Márquez. Y otro tanto hacia hace dos semanas en Barrancabermeja el candidato liberal Virgilio Barco: "En alguna parte del proceso el señor Presidente ha debido prever, primero, una acción enderezada a convencer al estamento militar de las bondades del proyecto y, luego, vincularlo a la administración de la paz, bien en la tarea de verificación o en otra que se juzgara deseable, a través de los oficiales generales. (...) En el paso de la guerra a la paz hay siempre algo más que la orden del superior jerárquico, y en la consolidación del proceso resulta claramente indispensable la participación del mando militar" --