ZONA ORIENTE
La retaguardia disidente
Ni los jefes de las antiguas Farc se sienten seguros en los llanos, donde tuvieron su fortín. Al escenario, dominado por las disidencias de Gentil Duarte, se suman grupos posparamilitares y se asoman los elenos.
Cuando Romaña, uno de los comandantes más temidos de las extintas Farc, no resistió la hostilidad de Tumaco, buscó refugio en los llanos. Las amenazas de los disidentes –incluyendo a Guacho– lo doblegaron. Así que en una noche de septiembre de 2017 se escabulló de la zona de concentración junto con unos cuantos de sus hombres cercanos. Lo cuenta Lucio, excomandante del frente 40, un guerrillero que anduvo a su lado por más de 20 años, y que también lo acompañó esa noche.
Viajaron en una camioneta hasta Bogotá, sin que nadie los detuviera, y de allí tomaron rumbo hasta una finca de la vereda El Diamante, en Uribe, Meta. Escogió esa zona porque allí operó durante años. En un terreno arrendado, Romaña se dedicó a coordinar el cultivo de maíz y la ganadería. Pero la región estaba caliente y tuvo que huir de nuevo. Lo hizo en septiembre pasado y desde entonces nadie conoce su paradero. Hace dos semanas le dijo a la JEP, a través de su abogado, que su seguridad y la de su familia estaban en riesgo.
Y eso que Uribe es uno de los municipios de la región donde los vientos de paz soplan con más fuerza. Pero a medida que aumenta la distancia con el centro del país, el fantasma de la violencia crece, encarnado, sobre todo, por las disidencias del Bloque Oriental. La estructura más poderosa de la extinta guerrilla dejó, naturalmente, el grupo residual más poderoso. Unidos bajo el mando de Gentil Duarte está buena parte de los 3.000 disidentes que, según el Gobierno, hay en todo el país.
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Las alertas que la Defensoría del Pueblo ha emitido desde 2018 y en Meta y Guaviare, advierten la presencia de esas estructuras en la mayoría de los municipios. Se ubican sobre todo en las zonas de reserva forestal, parques nacionales o resguardos indígenas donde hay coca. Desde allí, Gentil ha coordinado su plan de expansión, con el que pretende incluso refundar una organización de un poder similar al de las Farc. Para eso ha contado con varios alfiles.
Su hombre clave, John 40, es un narco tan experimentado que en su momento reemplazó al Negro Acacio en la guerrilla. Sería el de la chequera, tanto por la droga que saca hacia Brasil, como porque se puso a cargo de la minería ilegal, incluso de coltán en Venezuela, donde también tienen escuelas de entrenamiento delincuencial. La otra ficha que le queda es Iván Mordisco, exjefe del histórico Frente Primero, a quien la Defensoría ha señalado de reclutar menores de edad.
Allí hay noticia del Clan del Golfo y los Puntilleros, herederos de los Bloques Meta y Libertadores del Vichada de las autodefensas. Además, la gente habla de un grupo reciente autodenominado Nuevo Renacer, vinculado con viejos capos paramilitares.
Las autoridades tienen a Gentil en la mira como uno de los cinco hombres más buscados del país, y ofrecen una recompensa de 3.000 millones de pesos. Pero no solo las disidencias juegan en el ajedrez criminal de la región. Allí hay noticia del Clan del Golfo y los Puntilleros, herederos de los Bloques Meta y Libertadores del Vichada de las autodefensas. Además, la gente habla de un grupo reciente autodenominado Nuevo Renacer, vinculado con viejos capos paramilitares, que tiene una guerra declarada con las disidencias. Eso sí, estas estructuras operan por su cuenta, no están articuladas y eso les resta influencia.
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También han advertido sobre la incursión del ELN por la cuenca del río Guaviare, proveniente del Vichada. Así se configura un escenario plagado de más actores armados que cuando dominaban las Farc. De hecho, pese a que la coca disminuyó en Meta y Guaviare, según Naciones Unidas, las autoridades advierten que ese pudo ser un efecto de la fase inicial de la sustitución voluntaria de cultivos. Pero que la mata volverá a dispararse con tantos grupos interesados y la insatisfacción de los cocaleros frente al programa de sustitución.
Francisco Gamboa, líder del espacio de concentración de excombatientes de Charras, Guaviare, cuenta que desde hace dos meses no sale del lugar por las amenazas. Hombres desconocidos lo han perseguido. Le pasa lo que a Albeiro Córdoba, su predecesor, quien tuvo que huir del espacio tras recibir llamadas intimidantes. “Han muerto casi más compañeros en la paz que en la guerra”, dice. Desde el acuerdo de La Habana, más de 90 excombatientes de las Farc han muerto asesinados. Aunque en los llanos se percibe una calma relativa, ni siquiera los hombres que hace un par de años controlaban el territorio se sienten hoy seguros.