Testimonio
La historia del héroe venezolano que rescató el bebé en el accidente de Ubaté
Dixon Gabriel Manzano es un migrante venezolano que llegó a Colombia buscando mejores oportunidades, pero se estrelló con la difícil realidad, terminó trabajando en los semáforos y ahora trabaja en un criadero de animales.
Desde el pasado 13 de octubre Dixon Gabriel Manzano no duerme en total calma pensando en el pequeño Martín Grandas, el único sobreviviente en el accidente aéreo de Ubaté, Cundianamarca. Dixon fue quien lo rescató, alcanzó a decirle a Mayerly Díaz, la mamá del bebé quien después falleció, que él estaba a salvo, y después sin pensarlo dos veces lo llevó al hospital municipal de Ubaté. Gracias a su acto heroico el bebé se salvó. “Eso es un milagro, ese niño volvió a nacer”, dice Dixon, quien trabaja en la finca aledaña a donde ocurrió el siniestro.
Dixon, de 24 años, llegó a trabajar a la finca en el sector de Novilleros por los azares del destino. Cuatro años atrás no sabía prácticamente nada sobre las labores del campo, vivía en Maracay, capital del estado venezolano de Aragua y se dedicaba a labores de albañilería, pero cuenta que la crisis en su país empezó a agudizarse y las personas no tenían dinero para mandar a hacer una ventana y mucho menos un cielo raso.
Así que animado por sus amigos y cansado del trabajo como albañil se fue a probar suerte a Colombia, donde quería tener su propia empresa y comerciar con víveres. Le regalaron el pasaje y llegó a Montería. Fue entonces cuando se estrelló con la cruel realidad.
Migrante, sin mucho dinero en el bolsillo tuvo que rebuscarse la vida. Empezó a trabajar en la calle, vendió flores, dulces, mandarinas, pero con gran dificultad. Dixon era muy tímido, así que le costaba ofrecer los productos en los semáforos, a duras penas conseguía el dinero para pagar un lugar donde dormir y algo de comer.
La dureza de la calle y del rebusque lo obligaron a hablar, su timidez fue disminuyendo y terminó limpiando vidrios en las calles de Apartadó, Antioquia. Le dijeron que era un buen negocio, solo necesitaba 12.000 pesos para comprar el limpia vidrios y 600 para un champú. Sin embargo, en ese trabajo conoció como nunca la humillación. “Una vez un señor me sacó un machete, salí corriendo, me dijo que si le volvía a tocar el carro me mataba”, aseguró Dixon.
Así que tras dos años de trabajar así, cuenta Dixon que una tía suya “lo engañó” diciéndole que en Ubaté había trabajo y lo convenció para que se fuera de Antioquia. Después supo que su tía solo quería sacarlo de Apartadó para que no siguiera trabajando en las calles. “Me dijo que no me quería ver detrás de un semáforo por una moneda humillándome”, recuerda Dixon.
Una vez en Ubaté buscó trabajo en lo que hubiera para hacer, así fue como terminó en la finca del señor Manuel Garzón cuidando los criaderos de animales. Ahora limpia pesebreras y les da de comer a los caballos y a los terneros. Lo que consigue le alcanza para vivir y mantener a su esposa y a su pequeña bebé de cuatro meses.
“Con tal que yo esté bien, tenga un techo para darle a mi hija y a mi esposa, yo estoy conforme. Muy pronto llegará ese momento en que podamos salir a comer, comprarnos unos zapatos, unos pantalones”, dice Dixon, quien sueña con tener su propio negocio. Todavía no sabe cuándo volverá a Venezuela, aunque al menos quiere visitar a sus padres, a quienes no ve desde hace cuatro años, cuando salió de su hogar a buscar suerte.