ORDEN PÚBLICO
La horrible noche: la historia desconocida de los motines carcelarios
Detrás de los motines simultáneos en 14 cárceles del país, que dejaron 23 muertos y más de 100 heridos, hubo un complejo plan de fugas masivas elaborado por la guerrilla del ELN. Historia de una de las más graves crisis penitenciarias en décadas.
Que las cárceles en Colombia son un infierno cambió de frase de cajón a horrible realidad. “Lo que pasó yo jamás lo había visto en más de 25 años que llevo en el Inpec. Era, literalmente, estar en el infierno enfrentado a mil demonios, con fuego y todo. Pensé que era mi último día en la Tierra”.
Con esta contundente frase, uno de los integrantes de la guardia de la cárcel La Modelo en Bogotá describió a SEMANA lo que ocurrió el 21 de marzo. En esta fecha, en ese penal y otros 13 centros carcelarios en varios lugares del país, estallaron motines simultáneos. Nunca se había presentado nada parecido en la larga historia de los problemas en las prisiones colombianas. Nadie entendía cómo los reclusos de más de una docena de penales se pusieron de acuerdo para comenzar una asonada a la misma hora y con las mismas características. La parte más crítica de este alzamiento ocurrió en esa cárcel ubicada en el occidente de la capital.
“Yo estaba en el alojamiento y como a las 8:30 de la noche del sábado empezaron a sonar las alarmas. Salí a uno de los pasillos y no podía creer lo que estaba viendo. Había mucho humo por todos lados. Los internos del patio cuatro –la mayoría violentos delincuentes comunes– tumbaron las paredes y salieron a las zonas comunes. No era muy difícil porque esta cárcel es muy vieja y los muros se están cayendo”, contó a SEMANA un uniformado del Inpec. Lo que vino después parece sacado de una película de Hollywood.
En ese momento, en La Modelo había 5.000 reos, aunque solo le caben menos de la mitad. Para controlarlos en todo el penal, contando los auxiliares bachilleres, había 40 guardianes.
“Los del patio cuatro, casi 1.000 internos, estaban por fuera, armados con cuchillos y punzones. Pusieron colchones en las rejas y los prendieron para impedir que nos acercáramos. Otro grupo fue hasta una de las garitas donde había un muchacho prestando guardia y le prendieron fuego. Lo iban a quemar vivo”, contó a SEMANA otro integrante de la guardia, que por seguridad pidió omitir su nombre.
Las llamas comenzaron a subir y, para evitar quemarse, el guardia de la garita comenzó a golpear el vidrio blindado con la culata de su fusil. Por fin logró lanzarse al vacío a casi 4 metros de altura y salvó su vida, aunque con heridas. Pero los presos se apoderaron del arma, con un proveedor con 35 cartuchos y tres cargadores de reserva. En total, 105 balas.
Entonces comenzó lo más complicado. Los casi 2.000 internos del patio cuatro y los del patio cinco, reunidos en una sola turba, tumbaron otras paredes y se metieron al patio tres, donde están detenidos por delitos sexuales, indígenas, extranjeros –la mayoría mulas– y políticos condenados por corrupción. A todos les robaron lo que pudieron. “Comenzamos a lanzar los gases para tratar de controlar la situación, pero comenzaron los disparos. Había tiros por todos lados y contra todos”, recuerda otro de los integrantes del cuerpo de custodia. “Nosotros estábamos en el sur y en el lado norte también comenzaron a oírse disparos. A otro compañero lo hirieron, y otro grupo de internos le quitó también el fusil”, afirmó.
Este infierno en la cárcel rápidamente se volvió viral en las redes sociales. Los propios internos y los guardias grabaron en sus celulares las aterradoras escenas. Allí aparecen los incendios, los presos que corren por los pasillos, otros que intentan escalar los muros, guardianes que tratan de defenderse y cuerpos tendidos en el piso. En el fondo retumban los disparos y los gritos.
“La balacera duró entre 30 y 40 minutos. Cuando se les acabaron las municiones, desarmaron los fusiles y empezaron a tirarnos las partes. Logramos impedir que llegaran hasta el armerillo, en donde hay guardadas más de 100 armas de todo tipo”, afirmó otro de los guardianes que estuvo en el lugar.
Hacia las 9:30 de la noche, las detonaciones cesaron, pero los vecinos del lugar seguían escuchando explosiones. Provenían de la lluvia de bombas aturdidoras y gases lacrimógenos disparados por la guardia, que intentaba controlar el caos. En las afueras del penal, la Policía y el Ejército rodearon el sitio y plantaron controles a varias cuadras a la redonda por si algún interno lograba alcanzar la calle. Estos controles también sirvieron para contener a decenas de familiares de los detenidos que habían llegado al sitio para averiguar por la suerte de sus seres queridos.
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“Cuando apagábamos una parte de los colchones incendiados, ellos los volvían a prender. En algunos lados el fuego se estaba saliendo de control y se iban a quemar los propios internos. Por eso tocó pedir apoyo de los bomberos casi a la medianoche”, recuerda otro de los uniformados del Inpec.
Mientras esto ocurría en un sector del penal, en otro lado un numeroso grupo de reos logró llegar hasta el sitio en donde estaban estacionados cuatro vehículos. Lograron encender solo uno, un pequeño camión que lleva suministros. Sin dudarlo, embistieron una de las gigantescas puertas de la cárcel, pero la guardia reaccionó y en el vehículo quedaron los cuerpos de seis presos. Cuando controlaron el motín hacia las tres de la mañana, los guardianes pudieron contar un total de 23 muertos. Otros 80 detenidos resultaron heridos así como siete guardianes, uno con un disparo en la cabeza. Con la luz del día del domingo aparecieron las imágenes del interior del penal. Parecía el escenario de una guerra urbana.
Establecer cómo murieron los reos no será fácil. Por ejemplo, una comisión de la Procuraduría determinó que, en medio del caos, los guardianes del Inpec sacaron las armas para repeler el ataque sin dejar un registro de quién usó cada una.
Para ese momento, los guardias de las otras 13 cárceles amotinadas del país ya habían logrado controlar la insurrección. No hubo fugas en ninguna de ellas, pero el elevado número de víctimas mortales y heridos en La Modelo abrió un gran debate alrededor de si los guardianes hicieron un uso excesivo de la fuerza.
Determinar cómo murieron los internos no será fácil. Entre otras razones, porque, como lo documentó una comisión de la Procuraduría al día siguiente, en medio del caos los guardianes sacaron los fusiles y las armas del armerillo para repeler el ataque, pero no quedó un registro que permita identificar el arma que disparó cada uno de ellos.
Lo ocurrido esa noche parecía una tragedia anunciada. Durante los días previos empezaron a circular mensajes con audios en los que personajes sin identificar hablaban de los posibles motines. De hecho, alguien creó un grupo de WhatsApp llamado “Privados de la Libertad” con más de 100 participantes. “Armaron un grupo y todos esos manes se hablan de cárcel en cárcel. Tienen cuadrado para mañana, si no hay solución a lo que están pidiendo van para afuera”, dice una persona en estas cadenas.
Desde el 12 de marzo, las autoridades penitenciarias suspendieron las visitas a los internos en todo el país como parte de las disposiciones para evitar el contagio con el coronavirus. Esta medida, obviamente, causó gran inconformidad en la población carcelaria.
En los días siguientes, por redes sociales y mensajes de WhatsApp empezaron a difundir informaciones según las cuales diferentes grupos de internos en el país se iban a organizar en una especie de “cacerolazo”. Lo harían para protestar por el hacinamiento, las deplorables condiciones y porque consideraban que todo esto los convertía en la población más vulnerable y propensa a contraer el coronavirus. Son innegables las terribles condiciones en que viven los detenidos, pero no se habían reportado casos de contagios en las prisiones. En todo caso, el Gobierno prepara medidas al respecto (ver artículo siguiente).
Sin embargo, muchos de los audios que los internos intercambiaron contenían demasiados detalles como para que esas protestas simultáneas tuvieran solo ‘fines humanitarios’. Y se trata de evidencias. “El ELN y la guerrilla van a hostigar las bases para que se puedan volar esos presos. Mañana por la tarde va a haber noticias de todas las cárceles, especialmente Cómbita”, dice uno de estos audios. Aunque esto parezca un detalle menor, es la punta del iceberg que deja ver quién realmente coordinó e ideó estos motines masivos que terminaron en tragedia: la guerrilla del ELN.
El plan eleno
La participación de ese grupo subversivo no solo quedó registrada en ese tipo de audios. Diversos informes de autoridades, conocidos por SEMANA, revelan que a lo largo del mes de marzo, mientras la crisis del coronavirus tomaba fuerza en Colombia, el ELN organizaba un plan nacional de fugas masivas en las prisiones. No era la primera vez que los investigadores sabían de algo así. La guerrilla analizaba esa idea desde hacía cinco años.
En 2015, cuando se cumplían los 50 años de la primera toma del ELN, el ataque a Simacota, Santander, ese grupo celebró su quinto congreso. Entre otras determinaciones, decidieron robustecer su incidencia en las cárceles con presos de la organización, sumados a exmiembros de las Farc y de grupos paramilitares. El frente de guerra urbano quedó a cargo de esa labor, con directrices para fomentar caos en los centros penitenciarios. Entonces, empezó a sonar el escape masivo, según información conocida por SEMANA.
Para llevarlo a cabo contemplaban difundir mensajes falsos sobre contagio del virus en otras cárceles y así impulsar los motines. También planearon las agresiones al personal del Inpec y desatar la fuga durante los conteos de presos.
Las investigaciones apuntan a que reactivaron el plan de fuga nacional el 19 de marzo, con la contingencia de la expansión del coronavirus como detonante. Para llevarlo a cabo contemplaban difundir mensajes falsos sobre contagio del virus en otras cárceles y así impulsar los motines. También planearon las agresiones al personal del Inpec y desatar la fuga durante los conteos de presos.
Las autoridades detectaron movimientos en varios presidios. En La Picota los reos iban a atacar a puñaladas a los guardias en el conteo del 23 de marzo. Asimismo, maquinaron para incendiar colchones y provocar el desorden. En otras cárceles habían programado la fuga para el día siguiente. En La Esperanza, la prisión de Guaduas, Cundinamarca, alias Chuchi y alias Chapeto promovían disturbios con el argumento falso de que la pandemia ya había llegado al centro de reclusión de Puerto Triunfo. En Cúcuta, presos de las Farc, el ELN, los paramilitares y las bandas criminales se habían coordinado a fin de ocasionar disturbios en puntos específicos y por relevos para desgastar así a la guardia del Inpec.
Las instalaciones de La Modelo quedaron muy afectadas. Los presos quemaron un vehículo e incluso usaron otro para embestir una de las gigantescas puertas del penal.
Tras lo que pasó en La Modelo, esas acciones para promover fugas continuaron. En La Tramacúa, la cárcel de Valledupar, las lideraba un cabecilla de la banda los Joaquines, que opera en el Meta. En los presidios de Medellín, Bello e Itagüí había oposición al conteo de presos y circulaba un mensaje por WhatsApp según el cual “paramilitares, guerrilleros y hampas de la calle” estarían promoviendo un “plan pistola” contra los miembros del Inpec, como venganza por las muertes ocurridas durante los intentos de fuga. A ese mensaje se sumaba el que ya había aparecido firmado, supuestamente, por las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Clan del Golfo) desde el sábado: “Decretamos plan pistola contra las familias de los guardianes del Inpec que golpeen, maltraten o asesinen a nuestros integrantes”.
Al margen de estos planes criminales, lo ocurrido en La Modelo deja en el aire otros interrogantes que investigarán la Fiscalía y la Procuraduría. Uno se desprende de la toma grabada que muestra una hilera de cuerpos separados uno de otro por, al menos, un metro: ¿les dieron la posibilidad de rendirse o la guardia actuó con demasiada fuerza?
Esta es tan solo una de los muchas dudas que las pesquisas tendrán que resolver para aclarar a la opinión pública lo que ocurrió en esa horrible noche. Cuando Colombia vivió una de las peores crisis carcelarias de su historia.