Narcotráfico
La historia secreta de la caída de alias Pichi, el Pablo Escobar de Bucaramanga: pequeños detalles y seguimiento a varias amantes lo delataron
SEMANA accedió al expediente con todos los detalles de la caída de alias Pichi, uno de los narcotraficantes más poderosos de la década. Las mujeres, los millones, el licor y la ropa, sus debilidades.
Óscar Camargo Ríos, el Pablo Escobar de Bucaramanga, se fugó de Medellín porque le informaron que el Gobierno de Gustavo Petro lo quería extraditar por narcotráfico. La mentira lo llevó a la clandestinidad durante 59 días y su recaptura mostró las mejores capacidades de la Policía Nacional. SEMANA revela los detalles desconocidos de la caída del capo más peligroso de Santander.
El 10 de octubre estaba echada la suerte para alias Pichi, como también se le conoce al delincuente, mientras disfrutaba de casa por cárcel en un exclusivo apartamento del barrio El Poblado, con jacuzzi y asadero. Él recibió una llamada de un abogado que le comunicó que un juez lo enviaría de nuevo a prisión y que sería sacado del país por las deudas judiciales que tendría con otras naciones.
Ese mensaje lo motivó a escaparse: “No fue una fuga preparada. Pichi se llena de temor, dice que él no quiere irse para el exterior y por eso toma la decisión de fugarse. ¿Cómo se fuga? Con las personas que estaban en ese momento en su casa”, comentó uno de los integrantes de la Dirección de Investigación Criminal que lo rastreó día y noche en las montañas de Antioquia.
La huida fue respaldada ese jueves por los más allegados al criminal: una novia, un barbero, un escolta y el hermano de una de sus amantes. Ellos se embarcaron en una camioneta blanca, un carro pequeño gris y una motocicleta. De acuerdo con el registro de 54 cámaras de video, los ocupantes se desplazaron hacia el norte del Valle de Aburrá para esquivar la persecución policial.
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Uno de los funcionarios que analizaron esas imágenes por 15 días describió esos movimientos: “La camioneta blanca iba haciendo la avanzada de la ruta, el vehículo gris iba en el medio, que era donde iba Pichi, y la moto iba cerrando la fuga”. Llegaron al municipio de Bello y se refugiaron en un apartamento por más de 48 horas, mientras buscaban un lugar seguro en la región.
Aunque Óscar Camargo Ríos era el líder del narcotráfico en Santander, era consciente de que en su tierra tenía una sentencia de muerte impuesta por las organizaciones con las que se disputa el control de las economías ilegales y tomó la decisión de mantenerse en Antioquia, dado que tenía el respaldo y garantías de seguridad de los cabecillas de la delincuencia de Medellín.
El escondite fue Copacabana y las sobrinas de alias Pichi alquilaron seis fincas en Airbnb; de acuerdo con los datos de inteligencia, cada día de renta costó más de un millón de pesos. “Él confiaba mucho en sus sobrinas y eran las personas que le manejaban la logística. Eran personas muy adiestradas para evadir los controles de nosotros como autoridad”, agregó uno de los policías entrevistados.
Lujos, mujeres y licor
El Pablo Escobar de Bucaramanga costeó sus excentricidades con la fortuna que le enviaban desde Santander. Alias Rolex, su mano derecha, se encargó de transportar fajos de billetes hasta el Valle de Aburrá para que él disfrutara de las ganancias del narcotráfico. Durante el mes y 28 días que lo persiguió la Policía Nacional, se identificaron compras de ropa de marca y licor fino.
Lo más moderno era su debilidad: “Él tiene unas marcas preferidas y quería tener las prendas de última referencia, relojes. Él estaba pendiente de un almacén donde ya era cliente y le dicen: ‘Señor Óscar, va a llegar una nueva colección’. Él inmediatamente pedía porque quería conocer y tener la última línea de esa marca”, detalló un detective que estudió sus rutinas, gustos y defectos.
Alias Pichi también era fanático de las mujeres y era responsabilidad de sus familiares ubicarlas cuando él les ponía la lupa. El perfil que perseguía eran modelos activas en redes sociales y fanáticas del buen gusto. En el tiempo de la vigilancia, los uniformados detectaron tres parejas sentimentales con las que sostuvo conversaciones y les demostró supuesto afecto.
“Él las miraba y utilizaba a sus sobrinas para llegar a ellas y que se hicieran amigas para decirles: ‘Alguien te quiere conocer, es esta persona’, y propiciaban ese encuentro para que ya llegara Óscar a hacer esa nueva conquista”, relató uno de los investigadores. Sus familiares, mientras tanto, simulaban ser influenciadores y promotores de productos de belleza para camuflar los elevados ingresos.
Los investigadores se caracterizaron de conductores, pasajeros de buses, vigilantes y vendedores ambulantes para ubicar al narcotraficante. Entre tantos hallazgos, descubrieron que alias Pichi arrendó cuatro camionetas por 1.500.000 pesos cada día para evitar el rastreo de la fuerza pública. En su vida clandestina se movieron cientos de millones, producto de la ilegalidad. Lo que no se llegó a imaginar es que le estaban respirando detrás de la espalda durante las 24 horas del día. Los uniformados infiltraron la red social en la que estaba documentando su vida, accedieron a imágenes privilegiadas que explicaron sus rutinas y escucharon sus comunicaciones.
Él les manifestó la tranquilidad a los suyos: “No se esperaba que nosotros íbamos a llegar”, dijo un investigador. Los detectives establecieron que el narcotraficante era custodiado por tres hombres, acompañado por dos mujeres, una de ellas tenía una niña de 4 años y una mascota. Todos fueron captados por cámaras; uno era alias Pacheco, el dueño de una empresa de seguridad salpicada en una investigación por enviar mercenarios colombianos a la guerra de carteles mexicanos en Michoacán.
La Policía Nacional tuvo la certeza de que alias Pichi se estaba escondiendo en una finca de Copacabana por una imagen que captó un dron a varios metros de distancia: un sujeto estaba sentado sin camisa en un corredor del inmueble y quedó a la vista un tatuaje de alas en la espalda. Ese fue un elemento clave en el delincuente, pues podía cambiar su apariencia, pero no eliminar esa marca.
“Ahí es donde aparecen las famosas alas. Él se puede cortar el cabello, se lo puede pintar, se puede quitar la barba, se la puede dejar crecer, ¿pero cómo se borra un tatuaje de unas alas que le cubren toda la espalda? Hay unas marcas particulares y esa fue una”, afirmó uno de los analistas, quien reveló que la “hora cero” se determinó después de una parranda que tuvo durante el Día de las Velitas.
Una de sus características más íntimas es que es familiar y le gusta celebrar las fechas especiales. Para ello, pidió licor y un asado para conmemorar el 7 y el 8 de diciembre. La sospecha de los investigadores es que estaría enguayabado en el asalto y le costaría fugarse. Así fue: aunque Óscar Camargo Ríos intentó defenderse cuando llegaron las autoridades, la pericia de los expertos fue mayor. En la inspección a la residencia encontraron armas de fuego, dinero en efectivo, celulares y cartas de amor que intercambió con una de sus novias en las que se leía que lo “amaba” y lo “extrañaba”. Estos elementos serán claves en futuras indagaciones para esclarecer cómo quedará la estructura de Pichi.
El director de la Dijín, coronel Hebert Mejía Castro, destacó el trabajo: “Si no se hace un buen análisis de su entorno, no hubiéramos llegado a él. Si no se hace un buen proceso judicial, tampoco. Si no se hace un buen análisis técnico, no hubiéramos llegado”.