POLÍTICA

"El Voto Nacional": la iglesia en la que se selló el pacto de Petro con el centro

El apoyo oficial de Claudia López y Antanas Mockus a la Colombia Humana tuvo un gran impacto en la opinión pública y puede marcar una tendencia en la última semana de la campaña. ¿Por qué fue ahí?

9 de junio de 2018
| Foto: Jhon Hamón / SEMANA

El viernes a la iglesia del Voto Nacional llegó una romería de gente. Los decenas de entusiastas seguidores de Gustavo Petro, Antanas Mockus y Claudia López se fundían con otro centenar de feligreses que ese día llegaban a ese punto de la ciudad a celebrar el día del Sagrado Corazón. Muy temprano en la mañana un grupo de abuelas había comenzado a llegar para esperar ese evento religioso. A la entrada de la iglesia, los sacerdotes habían repartido una imagen del Divino Niño sobre la bandera de Colombia y ese grupo de amigas esperaba allí con ese cartel en la mano la misa de la mañana. 

A pocos pasos, Gustavo Petro, Antanas Mockus, Ingrid Betancourt, Claudia López, Angélica Lozano, Ángela María Robledo y María José Pizarro, entre otros, protagonizaban otro ritual. Sobre un mármol tallaron 12 mandamientos, unos puntos que Petro prometía cumplir si llegaba al poder el próximo fin de semana. La ceremonia cargaba con todo tipo de símbolos. Antanas Mockus llevaba una estola blanca y tras él un letrero en letras gigantes decía: "Podemos ir en paz". 

En la izquierda colombiana pocas veces los actos políticos tienen ese componente religioso. Por eso, no pasó desparcibido que el golpe de opinión más duro que ha dado Gustavo Petro después de su victoria en la primera vuelta tuviera como escenario una iglesia. 

No se trata tampoco de cualquier iglesia. La Basílica del Voto Nacional fue construida como símbolo de reconciliación entre liberales y conservadores cuando la guerra de los 1000 días se acabó. Aunque se comenzó en 1902 fue terminada 36 años después. El arzobispo Bernardo Herrera Restrepo fue el artífice de la idea y se construyó en terrenos que había donado Rosa Calvo Cabrera en 1891. La obra fue hecha para consagrar al país al Sagrado Corazón, como todavía se le conoce. 

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La Basílica del Voto Nacional volvió a ser epicentro político con el discurso de Antanas Mockus y Claudia López. La senadora comenzó su discurso diciendo que estaban en ese lugar porque “representa el voto nacional, el voto por la unidad del país a pesar de las diferencias y de los conflictos.”

En contexto: 12 mandamientos: el mensaje de la alianza Mockus, Petro y Claudia López 

El lugar había sido muy bien pensado. Se había propuesto el Cementerio Central o el Parque Nacional. Pero fue el mismo Gustavo Petro quien propuso El Voto Nacional después de hablar con Mockus. El recién elegido senador es un experto en símbolos. Cada paso que ha dado en la política suele impactar y transmitir un mensaje. Para este momento, la discusión de lo que debía hacerse era clave. 

Mockus quería entregarle a Petro su apoyo con una especie de "bendición". Ingrid Betancourt, experta en teología, había viajado desde Francia para lograr concretar una alianza de centro. Ella también creía que se necesitaba un momento especial que permitiera diluir los miedos que existen sobre el supuesto extremismo de Petro. En una conversación muy personal aseguró que la bendición significa no solo el creer en alguien sino en darle la libertad para poder seguir con su camino.

Claudia López insistió en la necesidad de que quedara claro que esa unión se daba por las consecuencias que tendría el regreso del uribismo. En la ceremonia la senadora cogió el micrófono y explicó que Colombia se enfrentaba no solo a perder el proceso de paz, sino a erosionar los cimientos de un Estado moderno. Para ella, la llegada de Duque al poder podría comprometer seriamente el equilibrio de poderes que debería existir entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial.  

La iglesia no había sido un escenario visible en las últimas décadas por su ubicación, el sector desde los años treinta se convirtió en una especie de zona franca, llevando a sus residentes a abandonaran el sector y a que sus casas quedarán a expensas de habitantes de calle, lo que hizo que se convirtiera en zona de tolerancia. Después de eso llegó el Bogotazo y terminó de hundir más el sector; 32 años después a una cuadra arriba se creó el Cartucho, una de las zonas más dramáticas del país, cuna de la indigencia, delincuencia, drogadicción y prostitución por 20 años. En el 2000 cuando se pensó que ya la zona se iba a recuperar, pues las autoridades habían logrado desaparecer el Cartucho y reemplazarlo por un parque, la miseria se trasladó, y aterrizó a lo que se llamó el Bronx, a solo 60 metros del Voto Nacional.

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Tuvo que pasar 16 años para que lograran intervenir el Bronx, y así por fin renovar la iglesia. Ya con niveles de seguridad mucho más altos y la iglesia restaurada, se le midieron el pasado 8 de junio a reinaguararla políticamente con este acto donde el candidato Gustavo Petro le hizo un homenaje, “la última vez que vine aquí con mi padre nos abrazamos, y ojalá como Presidente de Colombia nos abracemos otra vez para comenzar la construcción de la dignificación humana que es lo central (...) aquí hay un símbolo de que sí se puede, se puede la libertad, se puede la paz, se puede la justicia social, se puede la libertad de cultos, se puede superar la pobreza bajo el Estado social de derecho. Este sitio que llamamos el voto nacional es una demostración de que podemos, que Colombia puede, que los colombianos y las colombianas pueden, que si saben trabajar en equipo pueden hacer de su diversidad la fuerza y no caer en el riesgo de la tiranía, de las dictaduras, de la falta de democracia, de la injusticia, de la corrupción, de la violencia, aquí entre seres humanos, hombres y mujeres libres, gritamos como hace dos siglos gritaron en este mismo lugar, ¡que se puede la libertad, que se puede la decencia, que se puede el respeto, que se puede la democracia!.”

Al final de la ceremonia, Ingrid se retiró del grupo y entró a misa. La excandidata presidencial les contó a quienes iban con ella que desde el día que la liberaron no se pierde la eucaristía de los viernes. Relató que en medio del secuestro escuchó en la radio que hablaban de las promesas del Sagrado Corazón y en ese momento le prometió a Dios que si le daba certeza de su libertad, nunca faltaría a una cita con Él todos los viernes. Betancourt, quien no ha venido al país sino un par de veces después de su secuestro, se encontró ese viernes justo en la iglesia que el país construyó para ese símbolo y cumplió su promesa.