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En tiempos de Pablo Escobar: “La mayoría de mujeres en la Asamblea Constituyente votaron por la instauración de la extradición”
El exconstituyente Juan Carlos Esguerra, revela en SEMANA detalles de lo que pasó hace 30 años, cuando se prohibió la extradición en Colombia bajo la presión de Pablo Escobar.
SEMANA: ¿Cómo recuerda la situación de Colombia en 1991?
J.E.: Era bastante convulsionada, había un contraste de situaciones. Por un lado, lo que se iba avanzando en el proceso de elaboración de la nueva Constitución, los consensos que se estaban consiguiendo, los éxitos que se habían obtenido. Por otro lado, los inconvenientes terribles y las tragedias propias de la lucha contra el narcotráfico, en ese entonces bastante desigual, una lucha que incluso incidió en la Constituyente por las presiones que buscó ejercer el propio Pablo Escobar sobre la Asamblea en relación con el tema de extradición.
SEMANA: ¿Sufrió amenazas por parte del Cartel de Medellín?
J.E.: Sí. Guardo entre el baúl de mis recuerdos una carta que recibí en la Asamblea Constituyente que tenía matasellos, venía por correo aéreo de Medellín y que contenía una amenaza, por supuesto bastante preocupante y bastante miedosa, porque daban cuenta de la lista de las personas que habían sido asesinadas en los últimos tiempos, y explicaban cómo todas ellas, o buena parte de ellas, tenían escoltas, sistemas de protección y, sin embargo, habían muerto. Al final decían: “Sabemos cuál es su postura en relación con la extradición, queremos que sepa que ha pasado a formar parte de nuestra lista de honor”. Años después vine a saber que eso provenía de Pablo Escobar porque así me lo confirmó Alberto Villamizar cuando él era comisionado anti-secuestros y yo estaba en el Ministerio de Defensa. Él me dijo que cuando tuvo las negociaciones para buscar la liberación de su esposa, Pablo Escobar le contó a quiénes y por qué había amenazado en tiempos de la Constituyente.
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SEMANA: Finalmente la Constituyente aprobó la no extradición, que era lo que quería Pablo Escobar. ¿Cómo fue todo ese proceso?
J.E.: Es cierto. Fue, en mi opinión, una de las lamentables decisiones de la Constitución, de las pocas malas decisiones de la Constitución. Lo digo con todo respeto, pero con mucha convicción. Allí, la prohibición de la extradición logró contar con la mayoría de los votos, a mi modo de ver, en buena medida por el miedo que se ejerció respecto a un número importante de constituyentes. Había algunos que filosóficamente creían que no debía existir extradición, postura que me parece respetable. Por supuesto, hay países, por ejemplo, como Alemania, que no tienen extradición, que la prohíben expresamente. Eso me parece respetable. Y había algunos constituyentes fletados por los carteles que estaban en trance de ver cómo buscaban el apoyo a lo que finalmente se aprobó, la prohibición de la extradición con apenas 13 votos en contra de quienes expresamos nuestra voluntad en el sentido de que creíamos que debía instituirse la extradición.
SEMANA: ¿El Gobierno de César Gaviria, que era presidente en ese entonces, era partidario de la no extradición, o tuvo que cambiar de posturas por toda la coyuntura del momento?
J.E.: He de confesar que a estas alturas, 30 años después, todavía no sé. Lo que sí sé es que cuando se dieron los debates en las Comisiones Primera y Cuarta de la Asamblea y luego en las plenarias, el Gobierno, que siempre estuvo presente a lo largo y ancho de las sesiones de la Asamblea, a través del ministro de Gobierno, en ese entonces el doctor Humberto de la Calle, con ocasión de los temas de extradición y de las decisiones relativas a la extradición, se mandó perder, no estuvo nunca. De manera que yo no sé cuál era la postura que tenían sobre ese particular.
SEMANA: Esas votaciones entonces no fueron libres, unas bajo presión y amenazas, y otras, como usted lo dice, estaban fletados.
J.E.: Unos pocos fletados, la mayoría por presión o por miedo, eso es cierto. De manera que en ese sentido, libérrimas no fueron como debieron haber sido y como lo fueron todas las demás decisiones que se tomaron en la asamblea.
SEMANA: ¿Qué recuerda de esos debates, de esas sesiones donde se produjo la votación y se le dijo “no” a la extradición?
J.E.: Recuerdo las exposiciones que hacían, por ejemplo, quienes filosófica y jurídicamente estaban convencidos de que no debía haber extradición, que explicaban que una persona no podía ser juzgada por jueces y conforme a leyes ajenas a las de su país. Me parece una postura respetable, fueron unos discursos muy serios y muy bien jalados. También había otros prodigiosamente buenos que eran partidarios de que se estableciera la extradición. Recuerdo, por ejemplo, a Carlos Lemos, a Fernando Carrillo, recuerdo a Iván Marulanda... También recuerdo una cosa muy linda: la mayoría de las mujeres de la Asamblea Constituyente votaron por la instauración de la extradición, ellas no sintieron ese mismo miedo. Recuerdo muy bien la postura de María Teresa Garcés y de María Mercedes Carranza sobre ese particular.
SEMANA: 30 años después, ¿la Constituyente tomó la decisión adecuada con respecto al tema de la extradición?
J.E.: En mi opinión, no. En mi opinión, se equivocó y, en mi opinión, tuvo que venir luego a enmendar la plana la reforma constitucional que se hizo en el año del 97.
SEMANA: ¿El gobierno de César Gaviria, o el presidente que hubiera estado de turno, como se dice coloquialmente, se arrodilló frente a Pablo Escobar? Es decir, ¿Pablo Escobar, con su terrorismo, logró doblegar al Gobierno?
J.E.: No creo, pero no tengo elementos de juicio suficientes porque no conozco todos los detalles de lo que en ese momento se movía en las altas esferas del Estado y del Gobierno, eso no lo sé y, por consiguiente, no puedo contestar a ciencia cierta sí o no, no sé.
SEMANA: Se pensó que con la entrega y con la posterior muerte de Pablo Escobar se acabaría el narcotráfico en Colombia y no pasó. ¿Qué opina?
J.E.: Yo creo que era un error pensar eso porque él era el más importante de las cabezas de las organizaciones de narcotraficantes, pero, por supuesto, no era ni remotamente único y, por consiguiente, su entrega, su fuga y luego su muerte, no iban a garantizar el final del narcotráfico. Sería buenísimo que hubiera sido así, que él fuera, como dice el nombre de una obra de un libro y de una película “El último de los mohicanos”, pero no era el caso.