EJÉRCITO NACIONAL
La misteriosa desaparición de un joven soldado en una base militar del Valle del Cauca
Sebastián Quiñones fue visto por última vez el pasado 23 de agosto en la base militar del Bajo Anchicayá, zona rural del Valle del Cauca. El Ejército dice que se fue por cuenta propia, pero hay versiones confusas.
La llamada del 22 de agosto fue especial. El soldado regular Sebastián Quiñones utilizó el servicio de videollamada para hablar con su familia en Cali, donde todos estaban reunidos observando un partido de fútbol; él, desde la espesa selva del Bajo Anchicayá, zona rural de Dagua, Valle, les quería informar que a partir de la fecha ya podrían ir a visitarlo. Estaba entusiasmado, porque en pocos días vería a su mamá, papá y hermana; la alegría le alcanzó hasta para pedir 50.000 pesos en pan y su comida favorita. Ahora todo sería diferente, les dijo.
Luego, la llamada fue interrumpida por falta de señal en el área. Los familiares del soldado, de apenas 18 años, empezaron a pensar cómo llegarían a esa zona, a cuatro horas de Cali, pues no lo veían desde julio cuando tuvo su último permiso. Pero la idea del reencuentro se empezó a nublar al mediodía del lunes 23 de agosto, cuando Sebastián envió un mensaje al Facebook de su hermana: “Hermanita, dígale a mi mamá que ya voy para la casa”.
La comunicación no decía más, fue corta y sin ninguna explicación, por lo que su familia le restó importancia y la clasificó como una posible broma del joven.
Veinticuatro horas después, un compañero de Sebastián los contactó a través de redes sociales y les contó que entre ellos surgió un problema, pues Sebastián le habría sacado sin permiso una bolsa con panes y se los había comido. El cabo, encargado del pelotón, como castigo, presuntamente expulsó al joven del batallón de alta montaña. Lo obligó a salir vestido de civil en una zona plagada de grupos al margen de la ley, según denuncia la familia.
“Tenemos audios y mensajes de textos de los compañeros, donde nos dicen que a él lo sacaron por ese problema. Son dos compañeros los que nos confirman que el cabo Orozco les dijo a los compañeros de mi hijo: ‘Quítenle el fusil y después quítenle el camuflado’; lo hicieron vestir de civil”, dice Leidy Johana Chavarría, madre de Sebastián. Asegura que el Ejército nunca les avisó de este hecho, sino que se enteraron por los compañeros. Según ella, las versiones son confusas, porque, cuando el tema trascendió a la opinión pública, desde la institución emitieron un escueto comunicado señalando que la familia tuvo conocimiento desde el mismo momento “en que el joven decidió irse”.
“Eso es mentira. Y más mentira decir que él se quiso ir. Sebastián amaba estar en la institución, era su sueño. Incluso, yo le dije que no fuera a prestar servicio militar y él nos dijo que lo apoyáramos en esto. ¿Cómo es que un día antes estaba entusiasmado y un día después decide salir caminando solo por esa zona tan complicada?”, se pregunta Leidy.
Al momento de su supuesta salida, Sebastián no tenía sus documentos ni dinero. En Anchicayá nadie da razón de él, y en la planilla de salida del complejo militar aparece su nombre, pero sin firma ni número de cédula, tal como sí lo muestra el registro de quienes entran y salen.
El Ejército se mantiene en la versión oficial de que el soldado se ausentó “sin permiso de la base”; el cabo encargado del pelotón dice que el joven salió por su propia cuenta, dejando claro que se iba para Cali; sus compañeros, extraoficialmente, le contaron a Leidy que lo obligaron a salir. Muchas versiones y solo un hecho concreto: Sebastián lleva 13 días desaparecido.
Leidy viajó el pasado jueves al Batallón de Alta Montaña n.º 3, donde vieron por última vez a Sebastián; allí encontró su uniforme, la cobija perfectamente doblada y sus zapatos. “Mi corazón de madre me dice que mi hijo está vivo, está pasando trabajo, pero está vivo. Yo solo pido que nos digan la verdad, porque sé que él no se fue por su propia cuenta”.
Viviendo el sueño
En la videollamada del domingo, Sebastián sorprendió a su familia en la gradería de una cancha de fútbol. Su mamá y hermana estaban viendo jugar a su tío, con el que compartió varios partidos antes de entrar el 18 de febrero al Ejército. “Nos empezó a molestar y nos recalcaba que cuando fuéramos lleváramos mucha comida y 50.000 de pan. A él le encanta el pan”.
Les dijo, entre muchas cosas, que estaba viviendo su sueño, que el Ejército era todo lo que un día imaginó. Sebastián arriesgó, incluso, el final de su bachillerato por vestir de camuflado. “Nos dijeron que allá podía seguir estudiando y eso a él le entusiasmó, porque quería iniciar su carrera militar con los 18 años apenas cumplidos”, comenta Leidy.
Sebastián nació en Cali, en diciembre de 2002; creció en el barrio Sol de Oriente, en la subregión urbana del distrito de Aguablanca. Sus sueños siempre estuvieron puestos en actividades prácticas: jugar fútbol a nivel profesional o portar un fusil y servir a Colombia como soldado contraguerrilla. Al descartar el deporte, se inclinó por la vida militar.
El Bajo Anchicayá es una de las últimas regiones rurales pobladas antes de entrar al parque Farallones y luego encontrar el mar Pacífico. Por años, esa zona fue un corredor de grupos armados (ELN y Farc), así como de milicias que custodian la operación ilegal de minería en esa zona. El clima es agreste y los pequeños caseríos están separados en distancia de cinco minutos en carro. No hay comercio ni tampoco transporte público; la única manera de salir es caminando, a lomo de mula, vía aérea o con un transporte terrestre previamente organizado.
Por eso, Leidy insiste en que las posibilidades de que su hijo se aventurara a salir solo, caminando y sin ningún tipo de guía, son nulas. “Sebastián es un muchacho muy noble. Para describir la personalidad de él, le cuento que la última vez que estuvo de licencia me pedía permiso para salir a jugar fútbol. Tengo la plena certeza de que él por sí solo no se fue de ahí”.
En el escueto comunicado del Ejército, señalan que se creó un grupo de búsqueda para encontrarlo; pero no mencionan la posible omisión de autoridad de quien estaba al mando del pelotón, al permitir –conforme a lo que ellos mismos expresan– la salida del joven por sus propios medios.
Desde el Comando de la Tercera División del Ejército, recalcan la versión ya entregada por medio del comunicado: el lunes 23 de agosto, Sebastián Quiñones se encontraba prestando su servicio militar en el Batallón de Alta Montaña n.º 3 y “sin permiso se ausentó de la base. De inmediato el comandante del pelotón informa al Comandante encargado del Batallón de Alta Montaña n.º 3 la situación presentada, se activan todos los protocolos de seguridad y búsqueda dispuestos por la institución para atender esta clase de situaciones. La familia del soldado fue informada de la situación desde la misma mañana del lunes 23 de agosto, y se le ha brindado todo el apoyo y acompañamiento institucional”.
Mientras hay una búsqueda abierta y se endilgan responsabilidades, Leidy y su familia esperan la llamada de Sebastián. Sueñan con el día en que suene el teléfono y la voz del joven les diga que está bien y que aún continúa luchando por sus sueños.