PERFIL

La nefasta parábola de Mauricio Santoyo

El general Santoyo no pensaba confesar pero se encontró en Estados Unidos con unas grabaciones comprometedoras. SEMANA publica en detalle sus crímenes y revela detalles no conocidos de la historia del primer uniformado de tres soles que será condenado, esta semana, en otro país.

8 de diciembre de 2012
Mauricio Santoyo, a sus 52 años, con su confesión en Estados Unidos, por momentos parece que fungió como infiltrado de los paramilitares en la Casa de Nariño. Se dice que todo lo hizo por un “soborno significativo”. ¿Eso lo pone en la categoría de ‘manzana podrida’?

El viernes, en una Corte de Estados Unidos, se escribirá uno de los capítulos más penosos de la historia de Colombia: es la primera vez que un general de este país será condenado en un tribunal extranjero a pagar entre diez y 15 años de prisión por ayudar a un grupo terrorista. Se trata de Mauricio Santoyo, quien se retiró de la Policía en 2009, y confesó haber ayudado a un grupo terrorista.

No es común que un general tenga que dar explicaciones en otro país. Y menos cuando se trata de quien tuvo el privilegio de estar cuatro años en el corazón del Estado: al lado del presidente de la República, como su secretario de seguridad.

El documento (statement of facts) con el que la Corte de Alexandria, Virginia, explica por qué lo va a condenar es aterrador. Dice que el general Santoyo entre el 31 de octubre de 2001 y el 28 de noviembre de 2008 "suministró apoyo y recursos materiales" a las Autodefensas Unidas de Colombia. Es decir, ¡desde la propia Casa de Nariño, pues allí se la pasaba prácticamente todos los días entre 2002 y 2006, Santoyo les hacía tareas a los paramilitares!

La Corte habla de octubre de 2001 no porque desde ese momento haya comenzado el nexo de Santoyo con las AUC, sino porque ese día se creó en Estados Unidos el delito por el cual lo acusan. La historia oscura de Santoyo comenzó mucho más atrás. Y la fecha de corte, noviembre de 2008, podría explicarse porque en ese año se entregó Rogelio, para ese entonces cabecilla de la Oficina de Envigado y contacto clave de Santoyo con la mafia.

¿En qué les ayudaba Santoyo a los paras? SEMANA publica los seis puntos de su 'confesión'. Una de las revelaciones más impactantes es que el general, siendo jefe de seguridad de la Casa de Nariño, hacía chuzadas ilegales para recoger información y ayudarles a las AUC "en la comisión de actos terroristas y narcotráfico". Y aún más, también les informaba a miembros de las AUC sobre las interceptaciones que hacían a ellos las autoridades.

El impacto de esa confesión sobre la imagen del expresidente Álvaro Uribe no podría ser peor. No tiene ninguna presentación que mientras desde la misma Casa de Nariño se ordenaban seguimientos y chuzadas ilegales para ponerle trabas a la Corte Suprema de Justicia, otro grupo, desde la misma Casa de Nariño, se encargaba de chuzar para ayudar a los paramilitares. Es, por decir lo menos, estar muy mal rodeado.

El general Santoyo también admitió que facilitó el traslado de oficiales corruptos a zonas donde les podían ser útiles a las AUC. Alertó a los mafiosos sobre pesquisas de agentes secretos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Colombia contra ellos. Y "notificó a miembros de las AUC que iban a ser capturados, incluso en casos de autoridades colombianas con la DEA".

Los paramilitares no podían haber conseguido aliado mejor que este. El general Santoyo tenía información privilegiada, no solo porque todas las madrugadas le daba al presidente Uribe el reporte de orden público del país, sino porque asistía religiosamente a los consejos de seguridad y, como bien recuerda uno de sus compañeros de entonces, "tomaba atenta nota de todo lo que se decía".

¿Cómo llegó hasta allá?

Hasta hace poco Mauricio Santoyo era visto por algunos como un héroe. A pesar de ser el quinto de una familia de ocho hijos fue él quien tomó las riendas del hogar y del negocio familiar de la panela cuando su padre falleció. En San José de Pare, el pueblo de Boyacá, donde nació, solo se oyen elogios. "La familia Santoyo ha sido un ejemplo", le dijo a SEMANA una mujer que trabaja con ellos desde hace 14 años. Y en la Policía igual: "Mi general Santoyo era al secuestro, lo que mi general Naranjo a la inteligencia… lo veíamos como un 'superhéroe'", dice un oficial.

Su papá, Alfonso, fue sargento y alcalde de varios pueblos. Los lugareños dicen que era muy respetado y lo recuerdan porque, a pesar de haber sido conservador, en la época de la Violencia, protegió a los liberales. Mauricio, y sus dos hermanos, Salomón (ya fallecido) y Julio César (también general), estudiaron en el Inem de Bucaramanga y luego se fueron a la Escuela de Policía en Bogotá. "Mis hermanos son muy correctos", dice una de las Santoyo, que es maestra. "Me acuerdo que un mafioso celebraba con todo las fiestas de fin de año y mis sobrinos un día dijeron: '¡Qué bueno ir allá!' y mi hermano les dijo '¡no van a celebrar con plata untada con sangre!'".

Sin embargo, dos episodios cambiaron su destino. El primero, el hecho de que a su hermano Julio, en 1990, lo mandaron a Medellín a perseguir a Pablo Escobar. Si bien la Policía logró acabar con el capo, esa época dejó una marca perversa entre muchos de los uniformados. Entre otras cosas por la 'alianza' que hicieron con los Pepes, grupo del que hacían parte mafiosos como Carlos Castaño y alias don Berna, que también quería matar al capo. Si bien Mauricio Santoyo para esa época aún no había aterrizado en Medellín, fue con ese mismo? sector de la mafia con el que luego se alió.

El segundo episodio que cambió el destino de este oficial boyacense tiene que ver con su nombramiento en julio de 1996 como comandante del Gaula de Medellín. Allí, con más de 150 rescates, cosechó su fama de superpolicía contra el secuestro. Su mandato se pisó con el de Álvaro Uribe como gobernador de Antioquia (1995-1997), que marcó para siempre su carrera. Y como comandante protagonizó dos escándalos también muy significativos para su futuro: el caso de las chuzadas ilegales y el caso Werner Mauss.

En el primer caso, la Procuraduría probó que, desde diciembre de 1997 hasta 2001, el Gaula bajo el mando de Santoyo interceptó sin orden judicial 1.808 líneas telefónicas. Para poder 'chuzar' falsificaron órdenes y firmas de fiscales y los blancos de las chuzadas no eran solo criminales, sino que aprovecharon para grabar a defensores de derechos humanos y a quienes denunciaban delitos. Desde esa época, según testimonios de mafiosos, comenzó la colaboración de Santoyo con 'chuzadas' para beneficio de los paramilitares.

En el segundo caso, el de Werner Mauss, quedó en evidencia la sintonía de Santoyo con el presidente Álvaro Uribe. El espía alemán en 1996, como mediador, logró la libertad de tres ingenieros europeos. Álvaro Uribe acusó a los gobiernos que pagaron el rescate de patrocinar a la guerrilla. Dos meses después Mauss repitió la dosis con la liberación de la alemana Brigitte Schene, esposa del expresidente de Basf Química. Esa vez, Uribe -con un estilo que perfeccionó luego en la Presidencia- a pesar de que solo era gobernador ordenó detener a Mauss. Los agentes del Gaula lo esperaron en la pista del aeropuerto cuando llegó con la recién liberada para tomar un vuelo. "Mauss cogió su celular, marcó un número y comenzó a gritar '¡Aquí está el embajador! ... ¡aquí está el embajador!'. El coronel Santoyo tomó el celular, miró a Mauss fijamente a los ojos, y lo apagó", relataba SEMANA en esa época.

Por eso no resultó extraño que Mauricio Santoyo se convirtiera en una pieza clave de la campaña cuando Álvaro Uribe decidió lanzarse a la Presidencia. "El grupo base era muy chiquito. Alicia Arango y Sandra Suárez, llevaban la agenda, Ricardo Galán y un camarógrafo para los medios, y Santoyo", cuenta un miembro de la campaña de entonces.

El policía, desde el primer día, se convirtió en la sombra del presidente Uribe. "La llegada a la Casa de Nariño para la posesión del primer gobierno fue lo más irresponsable que hemos hecho en la vida. Metimos al presidente en contravía por la carrera décima porque informes de inteligencia decían que habían dinamitado la vía y a Santoyo se le ocurrió hacer eso", le contó a SEMANA uno de los miembros de esa comitiva. Y el presidente Uribe confiaba plenamente en él. Hasta en los Wikileaks quedó plasmado el papel del coronel. En uno, de marzo de 2004, la embajada en Bogotá explica a Washington que está discutiendo con Santoyo si los búnkers de las residencias de Uribe en Medellín y Montería los hacen bajo tierra o no. Así mismo, reportan que una antena repetidora que se le iba a instalar en Cartagena, Santoyo pidió que la pusieran en el Ubérrimo.

La llave Uribe-Santoyo llegó a ser tan poderosa que blindó al coronel contra los organismos de control y la Justicia. La Procuraduría lo destituyó en 2003 por lo de las chuzadas, pero Santoyo terminó ganando gracias a un insólito fallo del Consejo de Estado de 2006. La Fiscalía le cerró la investigación mientras a sus compañeros de equipo los condenaba. Y el Congreso, a pesar de la polémica, avaló su ascenso a general en 2007.

La guerra que cambió su vida

Pero antes de llegar a la Casa de Nariño, Santoyo no solo estuvo en el Gaula de Medellín, hasta diciembre de 1999, sino que fue comandante del Cuerpo Élite Antiterrorista de 2000 a 2002. Al coronel le tocó una guerra de la que poco se habla: la pos Pablo Escobar. En esa época se consolida su relación con los narcos de Medellín, en particular con Rogelio, un exdetective del CTI, elegido por alias don Berna como su heredero al mando de la Oficina de Envigado.

Tras la muerte de Escobar, don Berna tomó el poder en Medellín. Y le tocó librar una guerra contra la banda la Terraza que, si bien había sido aliada para acabar con Pablo Escobar, ahora quería quedarse con parte del negocio de la droga. Berna no estaba dispuesto a ceder y rearmó la Oficina de Envigado, con alias Rogelio, entre otros, y se desató una guerra que se sintió con las bombas en el Parque Lleras en Medellín y en el Centro Comercial El Tesoro, en 2001.

Uno de los primeros testimonios contra Santoyo, el del Tuso Sierra, en 2010, reveló desde Estados Unidos que el coronel había sido protagonista de esa guerra. "El jefe máximo en Itagüí era el hermano de Berna, Hugo o Semilla, que lo mataron cuando la guerra de la Terraza. Esa guerra es otro tema bien espinoso… de cómo se combatió la Terraza con la ayuda del Cuerpo Especial Antiterrorismo comandado por Mauricio Santoyo. Después, Santoyo se fue a manejar la seguridad del presidente y dejó a cargo a Francisco Rodríguez y a ese lo mataron en la misma guerra de la Terraza, junto al comando de la Policía del Poblado".

Otro jefe paramilitar, Macaco, también lo salpicó diciendo que tenía nexos con Rogelio y que ambos -Rogelio y Santoyo- se habían reunido con el exsecretario de la Gobernación de Antioquia, Pedro Juan Moreno.

Pero lo terrible para Santoyo es que los señalamientos no son solo de ahora. Ni de paramilitares que estén buscando beneficios. Cuando él estaba al frente del Comando Élite Antiterrorista se conocieron denuncias en su contra. En una carta fechada en 2001 y dirigida al fiscal Alfonso Gómez, un agente denunció que el Gaula bajo el mando de Santoyo había colaborado con la Terraza y con paramilitares: "Se escoltaba armamento hacia la zona rural y se interceptaban teléfonos de guerrilleros o de personas que le debieran algo a los paramilitares". Y en 2000, la propia banda la Terraza le envió una carta al presidente Pastrana en la que decían: "Santoyo (fue) el encargado de ejecutar el secuestro y desaparición de Jairo Bedoya, miembro de la organización indígena de Antioquia". Y agregaban que a Santoyo: "a principios del año, nuestro grupo le hizo entrega de un carro Volswagen Golf morado con material explosivo para que se anotara un positivo".

Santoyo podría argumentar que esas cartas y esos testimonios eran dardos de los delincuentes para golpear a quien estaba haciendo la tarea de combatirlos. Y de hecho, cuando le imputaron cargos en Estados Unidos (indicment) el 24 de mayo de este año, su primera decisión fue entregarse para enfrentar el juicio. Convencido de que podría demostrar su inocencia.

Con lo que no contaba era con que Rogelio, que se entregó desde 2008, se había llevado consigo grabaciones que comprometían a Santoyo. Como buen detective del CTI, se dedicó a grabar ciertas charlas que podían ser útiles para poder negociar una pena favorable en ese país. Y a las pruebas de Rogelio se sumaron también los testimonios de dos mayores retirados, Roque García y Bayron Ordóñez, también fichas claves de Santoyo en sus nexos con la Oficina de Envigado. "Roque aceptó que trabajaron por años con ellos. Aceptó que varias veces recibió dinero de la Oficina para él y para el general Santoyo", dijo a SEMANA alguien que conoció su testimonio.

Ya cuando todo estaba consumado Salvatore Mancuso decidió 'confesar' y contó cómo Santoyo los ayudaba con las chuzadas: "Hicimos un trabajo de interceptaciones como las de Ronald Ruíz (de las Farc) y las de alias Byron (del ELN), pero son solo dos ejemplos porque con Santoyo se trabajó en muchos casos más". Y Francisco Zuluaga, Gordolindo, contó que le pagaron a Santoyo 500 millones de pesos por advertirles de dos operativos de la DEA para capturarlo a él y a alias don Berna.

El general Mauricio Santoyo, que se había ido a Estados Unidos tan convencido de dar la pelea, rápidamente cambió de idea. Y el 20 de agosto confesó y llegó a un acuerdo con la Fiscalía.

¿Dónde está la plata?

La Fiscalía de Colombia, hace dos semanas, incautó nueve propiedades, la mayoría de ellas pequeñas fincas en San José de Pare, y cinco vehículos que pertenecían a Santoyo y a su familia. Sin embargo, va a ser difícil demostrar que eso lo consiguieron con dineros mal habidos. Los Santoyo son conocidos en ese pueblo hace casi 200 años, cuando llegó Rufino Santoyo, y con el tiempo llegó a ser dueño de gran parte del municipio. Uno de los investigadores explica que las tierras pueden valer entre 2.000 y 3.000 millones de pesos y, anota, lo podría justificar Santoyo con los predios heredados y con el producto de su salario.

Las casas de las fincas La Estrella (de Mauricio Santoyo) y La Estrellita (de su mamá) no son suntuosas. De hecho, según los lugareños, los Santoyo se caracterizan por dos cosas: su sencillez y su unidad. "Cuando vayan a averiguar qué es lo que tiene Mauricio van a ver que es producto de su trabajo", dice una de sus hermanas.

El caso del general Santoyo es una terrible parábola de un uniformado que comenzó haciendo alianzas con el diablo para combatir a los criminales, y terminó convertido en un delincuente más. El viernes de esta semana un juez de Alexandria determinará si le impone diez o 15 años de prisión.

El gran interrogante que queda en el aire es si Santoyo prendió su propio ventilador. Un especialista en el sistema judicial de Estados Unidos y conocedor del caso le dijo a SEMANA que por la velocidad con la que finiquitaron el acuerdo y la audiencia de lectura de sentencia, es posible que Santoyo no haya dicho nada. Además, el delito de apoyo a grupos terroristas, según las leyes de Estados Unidos da una pena de diez a 15 años. Es decir, no le están descontando pena.

No obstante, lo que no está muy claro es por qué mientras en el indicment del 24 de mayo lo acusaban de tráfico de drogas, que da una pena mucho más alta, ahora se lo cambiaron por un delito menos grave. ¿Cuánta información pueden obtener de una persona que como Santoyo fue testigo de primera mano de tantos episodios importantes y de tantos temas de seguridad nacional en Colombia?