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“La niña reaccionó y vio que se movía una patica y entonces ella dijo: mi hermanita está viva y la jaló”: abuelo de los niños rescatados contó cómo ocurrió el milagro
El abuelo de los niños narró en SEMANA cómo Lesly, la mayor de los menores perdidos en la selva, cuidó a sus hermanos.
Narciso Mucutuy, abuelo de los menores indígenas rescatados en la selva del Guaviare, habló en exclusiva con SEMANA y contó detalles del accidente de la aeronave en la que se salvaron sus cuatro nietos, así como también reveló momentos cruciales para la supervivencia de los niños, quienes duraron 40 días desaparecidos en la jungla.
En entrevista con Vicky Dávila, directora de SEMANA, el abuelo relató la manera en que los niños vivieron el accidente, se alimentaron, se refugiaron y todo lo que ellos tuvieron que vivir.
Uno de esos puntos mencionados es la increíble hazaña que utilizó Lesly, de 13 años, quien es la hermana mayor de estos niños. Ella se encargó de rescatar de la avioneta a Solemni (9 años), Tien (4 años) y específicamente a Cristin, quien cumplió su primer año de vida en la selva.
Lo que más curiosidad genera de esta increíble historia es cómo Lesly rescató a sus hermanos. Ella le contó a su abuelo Narciso Mucutuy que la niña (Cristin) venía sentada en las piernas de la mamá y ellos iban atrás, los otros tres menores.
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“Mi hija (madre de los niños) estaba cerca del piloto cuando cayó la avioneta: fue un solo golpe. Se fueron los tres, uno sobre otro, y la niña quedó debajo de la mamá. Eso es lo que me contó la niña. Entonces cuando al rato la niña reaccionó y vio que se movía una patica y entonces ella dijo: mi hermanita está viva y la jaló. Eso es lo que la niña me contó”, señaló el abuelo.
Esta es la entrevista completa con Vicky Dávila:
VICKY DÁVILA (V. D.): Don Narciso, ¿cómo me le va? Cuénteme.
Don Narciso: Bueno, pues estoy bien, aquí contento, alegre de haber encontrado a mis nietos salvos, vivos. Lo que yo le quería contar, primeramente, es agradecerle a mi Diosito que está en los cielos, a Jesucristo y a los ángeles y a los apóstoles y también a diferentes sabedores de diferentes etnias indígenas, que nos colaboraron y también felicito a la fuerza militar que nos colaboraron en la búsqueda de nuestros hijos hasta el último día; no hay cómo agradecerles. También agradezco a la Cruz Roja, a la Defensa Civil, a la guardia campesina, a Bienestar Familiar que nunca nos dejaron, hasta ahora nos siguen acompañando, y otras personas más que sienten por nosotros el dolor que sentimos como padres y familias de la misma sangre.
En este momento pues estoy muy agradecido con el Estado que me tiene los nietos en el hospital para dar la salvación de la vida de nuestros nietos y lo otro, pues como indígenas, también tenemos nuestro ritual para compartir con los médicos tanto de la parte occidental como la parte tradicional.
V. D.: ¿Cómo los ha visto?, ¿cómo están los niños? Cuéntenos.
Don Narciso: Los niños llegaron muy desnutridos, golpeados del golpe de la avioneta, maltratados, sin reseñas manchadas, pero eso ya es de sanar. En este momento, desde ayer y hasta hoy los he visto mejor, mejor porque los niños ya están comiendo y los abuelos también ya están haciendo los rituales para que ellos coman. Para los indígenas cuando hay una persona enferma, como en el caso de mis nietos, sea agua, sea jugo, sea pescado o caldo, hacemos ritual para dar de comer a ellos, para que le haga provecho.
V. D.: ¿Ha podido usted conversar con ellos? ¿La niña grande le ha contado algo? ¿Los niños han podido comentar algo?
Don Narciso: Sí, como sabía, ellos no pueden hablar un largo tiempo con uno, por si acaso yo he hecho preguntas: ¿Qué es lo que sucedió? ¿Qué vio al momento del accidente de la avioneta? Entonces la niña me cuenta: la niña venía sentada en las piernas de la mamá y ellos iban atrás, los otros tres. Mi hija estaba cerca del piloto cuando cayó la avioneta: fue un solo golpe. Se fueron los tres, uno sobre otro, y la niña quedo debajo de la mamá. Eso es lo que me contó la niña. Entonces cuando al rato la niña reaccionó y vio que se movía una patica y entonces ella dijo: mi hermanita está viva y la jaló. Eso es lo que la niña me contó.
V. D.: Debió ser una experiencia muy dura para los niños, muy valiente la niña grande y sacar a los niños de ahí...
Don Narciso: Sí, lo otro que ella me dijo es que estuvieron cuatro días al lado de la avioneta, lo más pronto posible alguien podía llegar a recogerlos a buscarlos a ellos, pero a los cuatro días no hubo quién llegara a recogerlos y entonces ellos ya cogieron el paso a caminar la selva a ver si encontraban una quebrada o un camino, para coger por ahí o llegar en un río grande; ese era el fin de ellos. Pero como el monte ese, o sea donde llegó la avioneta, era grandísimo, un monte virgen, no se ve techos, ni casas, ni nada.
V. D.: Don Narciso, ¿es cierto que la mamita alcanzó a hablar con ellos, les alcanzó a decir que se fueran, que los iban a rescatar?
Don Narciso: Eso es mentira, porque la misma niña dice que los tres (adultos) ahí mismo, cuando cayó la avioneta quedaron muertos. Si la persona que dijo que mi hija Magdalena quedó viva tres o cuatro días eso es mentira, porque en ese momento quién los miró para decir que está viva, eso es mentira.
V. D.: O sea, ¿la niña no ha dicho eso?
Don Narciso: Lo que la niña asegura es que la avioneta cayó y se fueron unos sobre otros en un solo golpe, ellos no chillaron nada, quedaron en seco de una vez.
V. D.: Esos cuatro días que estuvieron cerca a la avioneta, ¿qué hacían?, ¿qué comían?, ¿qué le contaron de eso?
Don Narciso: Ellos traían como fiambre tres libras de marinitas, polvo de yuca, eso comían ellos ahí. A lo que ellos terminaron eso, porque ya no llegaron por ellos, entonces comenzaron a andar buscando pepas, o sea frutas silvestres.
V. D.: ¿Cómo se cuidaron de los animales de la selva, de todos los peligros de la selva?
Don Narciso: Mi nieta dijo que en ningún momento ellos miraron serpientes, tigres, ni osos, nada, nada. Lo que la niña decía era que no sentía miedo de nada, estaba era perdida de pensamiento por el susto que se pegó. Ella pensaba era en llegar, en salir.
V. D.: Y salvar a sus hermanitos...
Don Narciso: Sí, es una niña muy berraca, nosotros los indígenas desde los tres años ya empezamos a enseñar poquito a poquito. Cuando ya tienen cinco años nosotros los sacamos a la selva, los llevamos en un potrillo, acá se dice lancha. Los llevamos por el río enseñándolos a pescar, por el monte enseñamos a comer frutas, qué fruta se come, qué fruta no se come, hay frutas venenosas. Lo mismo, les enseñamos cuándo se saca la piña; cuándo está madura, cuándo está verde, cuándo es astillosa, cuándo puede chuparse, todo eso les enseñamos.
V. D.: ¿Cómo dormían? ¿Qué les contó que cómo se refugiaban para dormir?
Don Narciso: Como ya nosotros siempre les enseñamos, a veces nosotros en el patio de nosotros donde vivimos en la comunidad, ustedes dicen solar, nosotros no decimos solar sino el patio. Nosotros sembramos palma o se da la palma, platanillo, no es plátano sino platanillo, es silvestre. Entonces nosotros les enseñamos cómo se hace un rancho, cómo se tiende para sentarse, acostarse, todo eso. Entonces ella tenía ya todo ese conocimiento. Entonces, asimismo, ella iba así como lo miraron en el noticiero, eso era lo que ella hacía: los ranchitos y tendía hojitas por debajo y se acostaban a dormir.
V. D.: Es una historia increíble. ¿Ella como cuidó a la bebé más chiquita?
Don Narciso: Mientras que el tetero estaba con la leche que la mamá había traído para dar de comer en el viaje, ella le dio, ella calculaba darle de a poquitos, pero cuando ya se acabó ella cogía el tetero y buscaba agua y le echaba en el tetero y le daba pura agua, sin dulce, sin nada, pura agua, y cuando ya se le cayó el tetero, ella hacía una copita con hojas de árbol, rompía la puntica y le daba agua.
V. D.: Y así los mantuvo vivos. ¿Los otros hermanitos pequeños en algún momento lloraban o le decían algo? Cuéntenos.
Don Narciso: Sí, ellos lloraban de hambre, de cansancio, de frío, de todo eso lloraban, con el golpe que ellos recibieron. Sin ninguna droga, sin pastas, lo único que la hermanita mayor rompió fue tela de la ropita de la mamá que ella llevaba en el viaje, rompió tela y los envolvía. Es una vida muy triste.
V. D.: Pero muy valiente, muy, muy valiente. ¿Nunca se encontraron con nadie entonces en el camino, solo el día que se encontraron a los indígenas?
Don Narciso: Nunca, es una selva virgen, ahí no hay gente, los vivientes de ese territorio dicen que si hay gentes nómadas, pero eso es difícil para encontrar con ellos, difícil.
V. D.: ¿En algún momento ella sintió que estaba perdida, que ya definitivamente ya no los iban a rescatar, o nunca perdió la esperanza?
Don Narciso: Sí, la niña me dijo que ella ya no tenía alientos, ya no tenía fuerzas, se sentía débil. Ella ya perdió la memoria, ella miraba visiones, luces; ahí donde ellos ya se quedaron quietos en ese lugar y los niños ya no podían caminar.
V. D.: Y ahí fue que los encontraron, cuando se quedaron quietecitos.
Don Narciso: Sí, señora.
V. D.: ¿O sea, que a ellos los encontraron justo, mejor dicho, hubiese podido ocurrir cualquier tragedia si no los encuentran en ese momento?
Don Narciso: Sí, ese era ya como un milagro que hizo mi Dios, que entregó a los niños a la gente que los estaba buscando. Ese era como último momento, desde ahí habla la niña que ella ya miraba visiones, no podía caminar, lo que quiere decir que estaba en la última vida.
V. D.: Claro, ya estaban muy débiles, muy deshidratados, muy desnutridos. Imagínese, 40 días son demasiados días.
Don Narciso: Sí, según la Biblia, en San Mateo 25, dice que cuando el hombre iba a entregarse por nuestra causa, por nuestros pecados, nuestra desobediencia, se fue al monte Sinaí, ayunó 40 días y 40 noches, sin comer, sin tomar, y nunca Cristo murió, esa fe tal vez los niños tenían para que no sucediera nada, en esa selva no quedaran los huesos, esa es la historia.
V. D.: Es una historia realmente increíble. ¿Todo eso que nosotros vimos durante cuarenta días, las huellas, el teterito, eran ellos?
Don Narciso: Sí, eran ellos.
V.D.: ¿Y qué le contaron del perrito?
Don Narciso: La niña me dijo que unos días sí andaba con ellos, pero que después se desapareció y nunca volvió más el perrito.
V.D.: O sea, Wilson, ¿se acuerda que el los guio? ¿O cómo fue ese compartir con Wilson?
Don Narciso: Él iba por donde ellos iban y regresaba a avisarle al ejército o a alguien. Como él no podía hablar pues no le entendían. Él desaparecía y a la media hora o dos horas volvía, y a la media hora volvía y desaparecía y después ya el perrito Wilson ya no volvió; tal vez porque los dueños no le entendieron lo que él estaba hablando.
V. D.: ¿Y los niños hoy saben que Wilson, el perrito, está desaparecido y no lo han encontrado?
Don Narciso: Sí, ellos dicen que sí, que hasta ahora no aparece, pero eso va a aparecer, porque según nuestra cultura indígena un perro nunca se pierde, siempre tiene que llegar otra vez.
V. D.: Oiga, hay algo que es muy importante y es el tema de cómo todas las fuerzas de la cultura indígena, los dioses o Dios, excúseme la ignorancia, como ustedes conocen la vida espiritual; eso fue fundamental para encontrar a los niños. ¿Cómo fue eso? Cuéntenos qué hicieron los indígenas en materia espiritual para conectarse y encontrar a los niños.
Don Narciso: Mañana los van a encontrar y entonces ellos esa noche tomaron yagé. Es un bejuco, entonces es un bejuco sagrado para nosotros los pueblos indígenas. Cuando curamos un enfermo, si no se alienta nosotros tomamos, ahí descubrimos qué enfermedad tiene y qué droga sirve para eso. Entonces, asimismo, ellos se concentraron, tomaron yagé, Rubio ―el anciano de mi pueblo― se tomó, los Murui se tomaron. Entonces Rubio les dijo: hoy los van a encontrar, están en tal punto, y así fue dicho y hecho. Se fueron, se fueron y así encontraron el rastro, y del rastro que ellos encontraron estaban a 10 metros.
V. D.: Increíble. ¿Qué dijeron los niños cuando llegaron estas personas adultas indígenas y por fin los hallaron?, ¿cómo fue ese encuentro?, ¿qué sabe usted de ese encuentro?
Don Narciso: En lo que los encontraron está Enry Guerrero, está Rubio, lo que hasta ahora he charlado con ellos dos, los otros dos todavía no he charlado. Me dijeron que llegaron de una vez, que ellos se asustaron y dijeron no se asusten, “nosotros somos su familia, su abuelo, su abuela nos pidieron ese favor de buscar a ustedes. Vinimos en busca de ustedes, llevamos tanto tiempo buscando de ustedes, no se asusten”. Y de una vez ellos los cogieron, los abrazaron y los levantaron de ahí. De una vez el niño ―como avispadito― dijo: “quiero salchichas, quiero comer, tengo hambre”.
V. D.: Y les dieron comida inmediatamente de una vez, me imagino...
Don Narciso: Sí, de una vez lo que ellos llevaban, les dieron primeros auxilios de una vez, ahí ya ellos le comunicaron al Ejército y llegó el Ejército y cogieron al niño pequeñito, el soldadito lo cogió y le dio tetero y, de ahí, pues lo que me cuenta Enry es que ellos los trajeron para acá en sus naves del Ejército.
V. D.: ¿El niño más pequeñito es niño o es niña?
Don Narciso: Es niña.
V. D.: ¿Qué contó la niña, o qué contaron ellos del momento del accidente a parte de lo que usted nos narró? Es decir, ¿se dieron cuenta de que se iban a estrellar, que la avioneta se iba a caer? ¿Hubo emergencia o no alcanzaron ni siquiera a tener la emergencia?
Don Narciso: Ella dice que ella no sabía, ella no sabía que el avión tenía una falla mecánica o falla de combustible, sabía que estaba sentada, lo más de tranquila, dice ella.
V. D.: O sea, que no alcanzaron a hablar con la mamá, sino que la mamá de una vez en el accidente murió y ella quedó a cargo de los niños, ¿esa es la realidad?
Don Narciso: Esa es la realidad, esa es la verdad.
V. D.: Esas otras versiones que ya usted sabe, como las hemos conocido los periodistas, no son ciertas.
Don Narciso: Sí, mire. El papá de los dos niños pequeños, lo que él se entrevistó en el momento dado del accidente y lo que se entrevistó en el momento dado que encontraron a los niños es mentira, no lo crean, ese es otro tema del que yo no quiero hablar, esos son pasos jurídicos, son cosas delicadas.
V. D.: Lo entiendo y no perdamos tiempo hablando de eso. Hablemos de los niños, cuénteme: ¿cómo están en el hospital ya hoy, ya dos días después de estar con atención médica, con tratamiento?, ¿cómo los ha visto?, ¿ya no están tan pálidos?, ¿cómo están ellos hoy?
Don Narciso: Sí cambiaron bastante. Eran pálidos, blancos la cara, los labios. Ahorita ellos ya están bien, están comiendo y lo que las enfermeras les están dando. Nosotros le estamos diciendo a las enfermeras que no les den tanta comida todavía, que les den de a poquito, que vayan aumentando día tras día, porque la tripa está cerradita. Si los niños comen suficiente puede ser otra situación.
V. D.: Se pueden enfermar, les puede caer mal, mejor dicho la comida.
Don Narciso: Ajá.
V. D.: Para terminar le quiero preguntar: ¿qué necesitan los niños? Ustedes como familia, ¿qué están esperando después de toda esta tragedia que vivieron ellos al perder a su mamá, el accidente, luego de sobrevivir 40 días milagrosamente en la selva? ¿Qué esperan ellos para el futuro y ustedes como familia de estos cuatro niños?
Don Narciso: En este momento el cuidado de los niños está en manos de los médicos del Hospital Militar, después de que ellos se hagan su tratamiento pasan a manos del Bienestar Familiar, porque ellos tienen que mirar su situación de la parte sicológica y ver cómo están ellos. Después, no los vamos a molestar a ellos para nada porque queremos que protejan a nuestros nietos bien.
Después que pase todo eso y ellos tengan bien los cinco sentidos, normalmente, ahí llegaremos ya a definir ya para que nos los entreguen, hacernos responsables, ya de ser abuelo, yo me quedo como papá de ellos y la abuelita queda como mamá de ellos. Esa es la esperanza que tenemos.
V. D.: ¿De los cuatro?
Don Narciso: Sí, de los cuatro.
V. D.: ¿Y están necesitando algo, es decir, necesitan dónde vivir? ¿Van a regresar a su pueblo? ¿Van a quedarse en Bogotá, estudio? ¿O qué se están imaginando?
Don Narciso: Nosotros lo que queremos es que nuestros nietos tengan estudios, que el Gobierno nos ceda una casita aquí en Bogotá o en Villavicencio, para nosotros darle estudio a nuestros nietos, que tengan una mejor vida.
V. D.: ¿Eso es lo que ustedes sueñan?
Don Narciso: Sí, porque para eso tengo mis hijos que ya pueden vivir allá en la selva donde nosotros tenemos la casa, los bienes, todo eso.
V. D.: ¿Quiere decirle algo al presidente Petro?
Don Narciso: Agradecerle que nos ha ayudado bastante, la parte que nosotros los indígenas no tenemos, mil felicitaciones a Petro, a la esposa, a los hijos. Que Dios le acompañe, que le dé fortaleza, valor, más fe a Petro, que la lucha de Petro sea excelente, que Dios le infunda una sabiduría más de lo que tenía. Estoy muy contento con el presidente de Colombia.
V. D.: ¿Y usted es consciente de que todos los medios de comunicación hemos publicado y publicamos con mucha alegría las fotografías que publicó el presidente dando la noticia de que estaban vivos? ¿Ustedes autorizan esas publicaciones, esas imágenes, entendiendo que el país estaba celebrando al lado de ustedes?
Don Narciso: Sí, ¿por qué vamos a negarlo? Pero que publiquen las cosas reales que nosotros decimos, pero que no inventen, porque para uno ser publicado en la vida tiene que ser real, lo que se habla, lo que es la verdad.
V. D.: Y todo lo que usted nos ha contado hoy va a ser publicado, porque no sabe lo importante que es para nosotros esta entrevista. Todo lo que usted nos ha contado, todos los detalles desconocidos, el país quiere conocer absolutamente todo de cómo sobrevivieron los niños en la selva después de tener los ojos puestos de todo el país durante mucho tiempo.
Don Narciso: Eso queda como una historia para siempre para el mundo entero.
V. D.: Un abrazo muy fuerte, disfruten a sus niños, acompáñenlos, que se recuperen totalmente y esto es un milagro; yo creo que no hay otra palabra, un milagro divino que estos niños hayan podido sobrevivir, que la niña grande haya tenido la sabiduría para conducirlos por la selva, para protegerlos siendo también una niña. Lo felicito por esos nietos, que Dios los bendiga.
Don Narciso: Amén.