LA NOCHE DEL GENERAL
SEMANA revela detalles desconocidos de la salida del general Bedoya como comandante de las Fuerzas Militares.
Hay dos versiones sobre porque el ge-neral Harold Bedoya Pizarro hoy es un hombre de Everfit. La primera es que su línea dura representaba un obstáculo para iniciar un proceso de paz. La segunda es que él y Ernesto Samper se despreciaban mutuamente. Las dos versiones son válidas. Ernesto Samper sabe que durante su gobierno no alcanzará a culminar ningún proceso de paz. Sin embargo quiere dejarlo iniciado. Se rumora que sus consejeros José Noé Ríos y Daniel García-Peña consideraban que mientras Bedoya fuera comandante de las Fuerzas Militares la guerrilla no se sentaría en una mesa de negociación. No se requería mucho esfuerzo para convencer al Presidente de la República de que Bedoya era un estorbo. Desde hace años lo consideraba eso. Cuando el recién nombrado ministro de Defensa Fernando Botero lo recomendó para el cargo de comandante del Ejército el Presidente estuvo en desacuerdo. Tanto Horacio Serpa como el entonces alto comisionado de paz, Carlos Holmes Trujillo, creían que el candidato de Botero era línea dura tanto en procesos de paz como en derechos humanos. Finalmente Samper, presionado por Botero, accedió nombrarlo a regañadientes. De ahí en adelante la relación nunca fue buena. En gran parte porque el Presidente tuvo que soportar los continuos desplantes del general. Una y otra vez el militar desafiaba al jefe del Estado. Desde 1995, cuando se opuso a la desmilitarización de la Uribe, hasta el mes pasado, cuando llamó la entrega de los soldados de las Delicias un "circo lleno de payasos", Bedoya no le dio tregua al Presidente. Ese distanciamiento se había agudizado en los últimos días. En la medida en que los derechos humanos se volvieron un tema prioritario para el gobierno Bedoya era una piedra en el zapato. Además de esto estaba enfrascado en una guerra con el Ministro de Hacienda alrededor del presupuesto militar. Los recortes que la política fiscal exigía eran inaceptables para Bedoya. Primero le recortaron 130.000 millones de pesos y posteriormente otros 32.000 millones. Otro punto álgido estaba relacionado con las Convivir. Bedoya las apoyaba con entusiasmo pero la comunidad internacional y la mitad del país las consideraban una forma de paramilitarismo. Para el general también se convirtió en conflicto la designación del Fiscal y del vicefiscal. El actual fiscal, Alfonso Gómez Méndez, fue el primer procurador en la historia de Colombia en meterse de frente con los militares. Por su parte el vicefiscal, Jaime Córdoba Triviño, en su calidad de defensor del pueblo llevó una clara línea antimilitarista. El nombramiento de este binomio fue considerado por Bedoya, y gran parte de las Fuerzas Militares, como un insulto. Pero sin duda alguna lo que rebosó la copa fue el discurso del Presidente el 20 de julio en la instalación del Congreso. En éste Samper dejó en claro que la agenda del gobierno, en lo que le queda de mandato, iba a concentrarse en el tema de los derechos humanos, la paz y la justicia penal militar. A partir de ese momento los días de Bedoya estaban contados. El Presidente decidió definir el asunto de una vez por todas la semana pasada. Tenía el propósito de cambiar a casi toda la cúpula militar, invocando sus intenciones de paz y echando mano de los fracasos militares de los últimos meses. Con este revolcón en mente citó a Palacio al general Bedoya a las 3:30 de la tarde del jueves pasado. Samper esperaba un diálogo tenso pero concluyente. Cuál no sería su sorpresa cuando el general, en lugar de acatar la orden de su jefe supremo, decidió cantarle la tabla. Todos los resentimientos y las frustraciones que el oficial más antiguo del Ejército había acumulado durante los últimos tres años salieron a flote (ver recuadro).Esta actitud desconcertó al Presidente, quien se vio obligado a cambiar de planes. Su estrategia original era retirar simultáneamente a Bedoya, al general Manuel José Bonett, comandante del Ejército, y a algunos otros altos oficiales de la línea de mando. Con Bedoya insubordinado se convirtió en un riesgo pedirle la renuncia a los otros. Una pataleta de un general de tres soles es un problema, pero una pataleta de toda la cúpula militar es un golpe de Estado. Ante esta nueva situación Samper decidió aliarse con Bonett y aislar a Bedoya. La estrategia pareció funcionar inicialmente. El general, a quien el Presidente le había dado 24 horas de plazo para presentar su renuncia, decidió no sólo no hacerlo sino desafiar al gobierno públicamente. El desafío tenía algo de ridículo. Al fin y al cabo la permanencia de un militar en su cargo no depende de la voluntad de éste sino del Presidente. Después de reunirse con algunos allegados en el Ministerio de Defensa Bedoya emitió un comunicado en el cual desconoció la orden presidencial y manifestó que si querían su retiro tenían que destituirlo. El Presidente, quien se enteró de la noticia a través del noticiero QAP, inmediatamente ordenó elaborar los decretos llamando a calificar servicios al comandante de las Fuerzas Militares. Aun así, el general comunicó que pensaba trasladarse al Chocó para recibir una condecoración en compañía de Bonett. Samper torpedeó el viaje de la comitiva citando a Palacio a esa hora a la nueva cúpula para posesionarla. Bedoya tuvo que irse vestido de fatiga y rodeado de medios de comunicación.Y mientras Bedoya, acompañado de unos pocos oficiales de confianza recibía un pergamino en una incómoda sala de juntas de la gobernación del Chocó, en Bogotá el general Bonett asumía su cargo. Pero en el caso de este oficial las cosas tampoco serán fáciles para Samper y mucho menos para el ministro de Defensa, Gilberto Echeverri. Bonett no es un hombre fácil de manejar y en ocasiones su locuacidad lo ha metido en más de un problema. Sin embargo, en lo que tiene que ver con la visión política del problema de orden público y las formas de solucionarlo, el nuevo comandante de las Fuerzas Militares tiene una posición mucho más abierta que su antecesor.
Cambia el panorama
La semana pasada el general Bonett estuvo muy presionado para que no aceptara el nombramiento que le hizo el gobierno. Incluso el jueves en la noche, en el despacho de Bedoya y ante un reducido grupo de asistentes, el general Valencia Tovar le preguntó a Bonett si iba a aceptar la designación. Bonett, muy apesadumbrado, le respondió que no sabía porque estaba muy confundido. Dos horas más tarde se comunicó con el Presidente y le dijo que podía contar con él.Muchos esperaban que después de su acto de insubordinación el general se viniera lanza en ristre contra Samper. Sin embargo, en medio del agobiante calor de Quibdó, el oficial más antiguo del Ejército reconoció la contundencia de los hechos. Interrogado por los periodistas durante el viaje se limitó a decir que el llamamiento a calificar servicios era una decisión presidencial y que él la acataba. De ahí en adelante el panorama de Bedoya cambió. Del militar rebelde a punto de conspirar que muchos esperaban, pasó a ser el militar noble sacrificado por la causa e idolatrado por la tropa. En una conmovedora ceremonia sin antecedentes cientos de oficiales y suboficiales le rindieron el homenaje final cantándole himnos militares y gritándole abajos al gobierno. Bedoya manejó la situación con gran dignidad. Bajando la guardia en su enfrentamiento con el Presidente se limitó a recordar que él no había renunciado. La ceremonia terminó con el general izando personalmente la bandera que sus oficiales habían dejado a media asta como símbolo de protesta. Una parte de su discurso de despedida llamó la atención. Después de afirmar que acababa de recobrar todos sus derechos de ciudadano, Bedoya le comunicó a sus soldados, a los periodistas y al país que estaba dispuesto a servirle a los colombianos desde donde ellos quisieran. Para todo el mundo quedó claro que ese servicio iba a ser desde la arena política. Y concretamente en la arena presidencial. Muchos creen que después de su salida el general Harold Bedoya va a lanzar su candidatura presidencial. El mismo había dejado entrever esa posibilidad hacía unas semanas cuando, interrogado sobre el tema, le contestó a un periodista más en términos de un político tradicional que de un militar en ejercicio. Ahora, con su salida, muchos especulaban que detrás de las 24 horas de insubordinación estaba la estrategia de una candidatura presidencial. Por esto el general habría forzado a través de múltiples desplantes al Presidente para que éste lo destituyera y esta destitución se convirtiera en plataforma de lanzamiento. Esta interpretación puede ser simplista. Muchos de quienes participaron de cerca en el proceso de la semana pasada aseguran que Bedoya estaba realmente sorprendido de que el Presidente prescindiera de sus servicios. Su actitud parecía más bien reflejar una seguridad de que era intocable. La tolerancia del Presidente frente a sus desaires y unos grafitos en la calle pidiéndole candidatura presidencial lo llevaron a concluir que Samper no se atrevería a meterse con él. Fue un error de cálculo. Así como fue un error de cálculo contar con la solidaridad de todo el estamento castrense ante la crisis. La crisis política también dividió a los militares y no había unanimidad en el apoyo a Bedoya. Todos sus compañeros y subordinados le tenían respeto pero no todos iban a poner en peligro sus carreras por él.
Sabor golpista
Lo paradójico de todo esto es que Harold Bedoya abandonó el Ejército dejando un sabor golpista. Tal vez el mayor servicio que le prestó a Colombia fue precisamente no haber dado un golpe de Estado en momentos en que hubiera podido hacerlo. En el país cada cuatro años se habla de ruidos de sables y cosas de esa naturaleza, pero la verdad es que desde la creación del Frente Nacional nunca se habían dado las condiciones políticas para que un golpe de Estado fuera viable. La única oportunidad fue durante las primeras etapas del proceso 8.000, cuando en el país reinaba una gran indignación y una especie de limbo institucional. Por ejemplo, si el alto mando militar hubiera respaldado al general Ricardo Cifuentes cuando éste renunció en protesta por la confesión de Fernando Botero, el Presidente se hubiera caído. Esto no sucedió porque Bedoya, después de muchas tentaciones, prefirió no desafiar la tradición democrática del país. Ahora es de esperarse que se lance a la contienda presidencial. En el momento de su renuncia las encuestas le daban un grado de apoyo muy sustancial: 40 por ciento de los encuestados estaban dispuestos a votar por él y más de un 50 por ciento tenía de él una opinión favorable. Esta popularidad, sin embargo, es transitoria. El estado de ánimo del país en la actualidad está más para la mano tendida que para el pulso firme. El perfil militar de Bedoya le granjeará una gran simpatía en sectores minoritarios pero su candidatura simple y llanamente no sería viable. Le puede suceder algo parecido a lo que le pasó a su mentor, el general Alvaro Valencia Tovar, quien se lanzó a la Presidencia de la República en 1978 después de una salida del Ejército parecida a la de Bedoya. A pesar del entusiasmo que despertaba en algunos sectores el general candidato no obtuvo más de 50.000 votos. La mayoría de los colombianos consideran altamente conveniente que en el país haya personas de las convicciones ideológicas y de la verticalidad de Harold Bedoya. Pero no las quieren aún como inquilinos en la Casa de Nariño. nn "Usted me ofende con esa propuesta. Mis deberes están aquí, en Colombia", dijo Bedoya
La última conversación
Pocas veces un militar le había hablado en ese tono a un presidente. Ocurrió el pasado jueves entre las 3 y 30 y las 4 y 15 de la tarde, después de que el presidente Ernesto Samper le pidió al general Harold Bedoya que pidiera la baja del servicio activo de las Fuerzas Militares. El oficial no solo no renunció sino que por el contrario le dijo al mandatario lo que se había guardado durante los últimos tres años. Con fuentes del palacio presidencial y del Ministerio de Defensa SEMANA reconstruyó los principales apartes de la última conversación de Samper y Bedoya.
"Yo no voy a renunciar porque siempre he cumplido con mis deberes y he defendido las instituciones y las leyes"
"A los deberes no se renuncia y por eso no voy a renunciar"
"Usted le está haciendo un daño muy grande a este país. Usted no es confiable"
"Los cambios en la cúpula en este momento no son convenientes por la situación actual que vive el país"
"No voy a renunciar porque el país me necesita"
"Usted sabe que lo que yo he hecho es defender la Nación. Si no vea lo que dijo el general Barry McCaffrey en una entrevista en relación con la lucha contra el narcotráfico adelantada por el Ejército y la Policía. Allí él dijo que Bedoya y Serrano eran unos oficiales honestos"
"Cómo le va a presentar usted al país el hecho de que justamente un día después de lo que dijo el general de Estados Unidos usted me saque"
"Usted más que nadie sabe que los políticos lo están utilizando. Yo he sido comandante en gobiernos liberales y conservadores. Conozco este palacio muy bien. Cuatro veces he estado aquí"
"La opinión pública sabe quién es el general Bedoya, qué ha hecho por Colombia. Si me saca, usted va a cometer un grave error, no conmigo, ni con el Ejército. Usted será el único responsable de lo que le pase a la patria"
"Usted está cuestionado no sólo nacional sino internacionalmente. Cuando pase el tiempo y usted ya no sea presidente va a saber que la única institución que sabe de lealtad es la militar. Usted no tiene sentido de la lealtad"
"Ustedes, este gobierno, no han hecho sino perjudicar al estamento militar. Usted se dedica todo el tiempo a defenderse, pero nunca nos ha defendido a nosotros"
"Ustedes han atacado a la institución, quitándole presupuesto y cediéndole todo a la subversión"
"Usted me ofende con esa propuesta. Mis deberes y responsabilidades están aquí", le dijo Bedoya a Samper cuando éste le ofreció un importante cargo diplomático en Estados Unidosu
"Usted sabe que en materia de derechos humanos hemos hecho un gran esfuerzo. Este año no ha habido una sola investigación por ese tema. Y respecto a las modificaciones al Código Penal Militar, yo creo que se va a debilitar aún más el accionar de la fuerza pública"
"Usted le está haciendo un daño muy grande a este país. Usted no es confiable": Bedoya El general, en lugar de acatar la orden de su jefe supremo, decidió cantarle la tablan El general Bonett estuvo muy presionado para que no aceptara el comando de las FF.MM. Para evitar una crisis militar que podría tornarse inmanejable, Samper decidió mantener al general Bonett, a quien había pensado llamar a retiro en compañía de Bedoya. Le ofreció el comando de las Fuerzas militares, y pasada la media noche del jueves, Bonett llamó a Palacio y dijo que el gobierno podía contar con él.