P O R T A D A

¿La nueva Colombia?

La reunión de los empresarios más poderosos del país con ‘Tirofijo’ le da un impulso contundente al proceso de paz. Análisis de SEMANA.

17 de abril de 2000

Perdón, ¿usted cómo es que se llama?’’, preguntó ‘Tirofijo’ cuando Hernán Echavarría Olózaga terminó su intervención. El comandante de las Farc estaba impresionado no sólo con la erudición de Echavarría sino con su memoria histórica. Las referencias del patriarca empresarial a la violencia de los años 30, cuando él era apenas un niño, sorprendieron a ‘Tirofijo’. Pero cuando Echavarría le aclaró que en dos semanas cumplirá 90 años el jefe guerrillero hizo con su puño un gesto de admirada comprensión.

El cruce de palabras al final de la intervención de Echavarría sirvió para romper el hielo de una de las reuniones más importantes que han tenido lugar en Colombia en los últimos años: Manuel Marulanda Vélez, rodeado por varios de los miembros del secretariado de las Farc —y por su infaltable escolta personal—, hablaba, cara a cara, con 14 de los más importantes empresarios del país —desarmados y sin ningún tipo de protección— en torno de los temas que han tenido dividido al país por más de 50 años. Un gesto de valor, sin duda, por parte de los llamados ‘cacaos’, y una muestra de la voluntad de paz del ‘establecimiento’ que debe producir, en opinión de los analistas, un viraje fundamental en el proceso de paz.

Como ha ocurrido desde que Víctor G. Ricardo, el alto comisionado para la paz, se reunió con ‘Tirofijo’ en algún lugar de las montañas de Colombia, a mediados de 1998, y con una foto en la que el jefe guerrillero portaba en su muñeca un reloj de la campaña presidencial de Andrés Pastrana —lo que a la postre inclinó la balanza electoral—, la reunión del viernes pasado fue bastante sorpresiva. Aunque la verdad es que no se puede decir que haya sido inesperada. Lo cierto es que desde que se hizo evidente que el presidente Andrés Pastrana estaba dispuesto a jugarse todo su prestigio en el proceso el sector empresarial —en una decisión que habla muy bien de su conciencia histórica— se ha venido moviendo intensamente para no quedar excluido de las negociaciones de paz.

Desde agosto del año pasado, por iniciativa de Nicanor Restrepo Santamaría —presidente de Suramericana de Seguros, presidente de la junta directiva de la Asociación Nacional de Industriales Andi y uno de los primeros delegados del gobierno en las conversaciones de paz—, y de Luis Carlos Villegas —presidente ejecutivo de la Andi y miembro en este momento de la mesa de negociación—, los industriales expresaron su apoyo, con muy pocas reservas, a las conversaciones de paz. La asamblea de la Andi, celebrada en Medellín, expidió un documento en el que no sólo se respaldaba el proceso sino que formulaba varias recomendaciones al gobierno para superar los obstáculos que en su opinión estaban entrabando los diálogos con la guerrilla.

Esta posición no se quedó, sin embargo, en el plano de las recomendaciones. Con el apoyo de los principales grupos económicos del país un selecto grupo de empresarios comenzó a madurar la idea de una fundación que pudiera hacer aportes concretos a las conversaciones de paz. Y optaron por crear la Fundación Ideas para la paz con el fin de profundizar en el conocimiento de las experiencias que en este campo se han adelantado con éxito en otras partes del mundo e impulsar estudios que ayuden a promover la convivencia en Colombia.

Mientras la idea iba madurando los acontecimientos fueron haciendo cada vez más importante la posición de los empresarios. Después de la tregua de fin de año las Farc decidieron que las negociaciones de paz deberían comenzar por el análisis del modelo económico. Y así se lo hicieron saber al gobierno, que aceptó sin ninguna objeción que la agenda común de negociaciones —que originalmente constaba de 12 puntos— fuera agrupada en tres grandes bloques: uno referido al modelo económico y social; otro a los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario, y otro a las reformas políticas o de Estado. Y que los primeros seis meses de negociaciones se dedicaran a evacuar el primer tema.



Objetivo el Caguán

Para ambientar la discusión el gobierno acordó enviar a San Vicente del Caguán a los pesos pesados del equipo económico: el ministro de Hacienda, Juan Camilo Restrepo, para que hablara con las Farc sobre la política económica y el manejo de las variables de corto plazo, y al director de Planeación Nacional, Mauricio Cárdenas, para que les hiciera una exposición de carácter estructural sobre la situación de los diferentes sectores de la economía. Y, para darle realce al inicio de las negociaciones, previsto para el 29 de enero, decidió invitar a los principales empresarios del país. Estos en su gran mayoría no pudieron asistir pero dos días antes de la reunión el consejo gremial envió una carta al Presidente apoyando la decisión de iniciar las negociaciones con la discusión del modelo económico.

El gobierno, de todas maneras, ya estaba jugado en el tema. No se habían apagado todavía los ecos de la inauguración de la Villa Nueva Colombia —sede oficial de las negociaciones— cuando se produjo la sorpresiva noticia del inicio de la gira europea por parte de una delegación compuesta por la gran mayoría de los miembros de las mesas de negociación del gobierno y de las Farc. Y la justificación del viaje tenía que ver precisamente con el modelo económico. Para el gobierno era muy importante que los negociadores de las Farc salieran del ostracismo y vieran cómo funcionan algunas naciones europeas, que han logrado un alto nivel de bienestar sin necesidad de acabar con la economía de mercado.

La gira se prolongó más de lo calculado y los delegados del gobierno y de las Farc regresaron al país el 25 de febrero. Entre tanto los empresarios habían madurado su idea de crear la Fundación Ideas para la Paz y le pidieron una cita al presidente Andrés Pastrana, quien los recibió el 29 de febrero en la Casa de Nariño. A la reunión asistieron 11 industriales de primer nivel, encabezados por Hernán Echavarría, Carlos Ardila, Andrés Obregón, Edmundo Esquenazi y Nicanor Restrepo. En la reunión, de más de una hora de duración, hicieron la presentación formal de la Fundación y ofrecieron su colaboración en el proceso de paz. El Presidente no sólo agradeció el gesto sino que les sugirió hacer la misma presentación ante las Farc. Y los medios de comunicación dieron cuenta en ese momento que a la salida de la reunión el presidente de la Fundación, Rodrigo Gutiérrez, manifestó la disposición de los empresarios a presentar sus propuestas ante el Comité Temático y a viajar a la zona de distensión si fuese necesario.



La cumbre de Los Pozos

El viaje de los ‘cacaos’ al Caguán no era, por esa causa, inesperado. Pero no por eso deja de ser un empujón fundamental para el proceso de paz. Los hechos de los últimos días —en particular el secuestro de Lucho Herrera y el exilio de Pacheco y de Pacho Santos— habían generado desaliento con respecto al avance del proceso. A los colombianos se les ha insistido hasta la saciedad que las negociaciones de paz se desarrollan en medio del conflicto y que mientras no haya un acuerdo entre las partes sobre cese al fuego es difícil esperar un comportamiento distinto de la guerrilla. Pero eso no impide que para confiar en el avance del proceso los colombianos sigan esperando lo que los expertos denominan ‘‘hechos de paz’’.

El propio consejo gremial, que le había manifestado su apoyo al gobierno en ocasiones anteriores, le envió la semana pasada al presidente Pastrana —dos días antes de la visita de los ‘cacaos’ al Caguán— una dura carta pidiéndole acciones fuertes para contrarrestar las acciones de la guerrilla contra la infraestructura energética del país y contra la red vial nacional, que, en su opinión ‘‘amenaza con colapsar el servicio público de transporte y los procesos de distribución física nacional e internacional, con grave impacto para la competitividad del país’’. Y concluye que ‘‘si la subversión está verdaderamente interesada en el proceso y en tener credibilidad por parte de los colombianos debe demostrar con hechos de paz su voluntad de paz’’.

A la carta no le falta razón. La obligación del gobierno sigue siendo la de proteger la vida y bienes de los ciudadanos. Y mientras los alzados en armas sigan atentando contra el país la respuesta del gobierno tiene que ser contundente y efectiva. Pero eso no quita que se valoren los avances que se logran por otro lado. Días antes de morir asesinado el exconsejero de paz Jesús Antonio Bejarano sostenía que más que ‘‘hechos de paz’’ lo que necesita un proceso de reconciliación para salir adelante es la acumulación de una serie de factores —a los que llamaba ‘‘masa crítica’’—, a partir de los cuales puedan empezar a producirse esos ‘‘hechos de paz’’. Y que la experiencia internacional demostraba que uno de esos factores, y tal vez el principal, es el compromiso del sector empresarial, y en particular de los dueños del capital, con una salida negociada del conflicto armado. Lo que es evidente hoy por hoy es que los empresarios colombianos están cada día más dispuestos a buscar ese tipo de salida.

Durante la reunión entre la cúpula de las Farc y los 14 empresarios más importantes de Colombia no pasó gran cosa. Sin embargo en sí misma constituye un impulso decisivo para el proceso que inició el presidente Pastrana antes de posesionarse. En las seis horas que duró la reunión hablaron todos, incluidos Víctor G. Ricardo, Manuel Marulanda, Raúl Reyes y Joaquín Gómez. Los empresarios insistieron en subrayar su compromiso inequívoco con la paz y con la búsqueda de una solución política al conflicto armado y dejaron en claro que la única manera de generar empleo y riqueza es creando empresa, no destruyéndola. Los guerrilleros, por su parte, repitieron su discurso, hicieron un reconocimiento de la importancia de que un grupo de ese calibre se hiciera presente en el Caguán y justificaron los instrumentos de guerra mientras ésta sea un hecho. Según uno de los empresarios que prefirió omitir su nombre, “los secuestros son para ellos retenciones necesarias de quien no quiere pagar impuesto de guerra”. Según la misma fuente, para las Farc es claro que mientras el gobierno se arme para la guerra “la insurgencia no puede hacer algo distinto”. Ante una pregunta en ese sentido las Farc se refirieron a los recursos que reciben por protección de cultivos, justificando esta práctica pero tomando distancia del propio tráfico de drogas. Y dejaron en claro que su política “no es la de quitarle la plata a quien la tiene sino asegurar inversión en los sectores menos favorecidos y generación de empleo”.

Pero a pesar de que no pasó mucho en ese tiempo y que los discursos fueron en su mayoría totalmente predecibles —incluyendo los ataques contra los medios de comunicación— la reunión en sí es uno de los acontecimientos más trascendentales desde que el proceso se inició hace año y medio. Ver a Andrés Obregón, presidente de Bavaria y cabeza del Grupo Santo Domingo, sentado en mangas de camisa con Manuel Marulanda y Raúl Reyes hace pensar que no resulta utópico imaginarse a las Farc activas en el proceso electoral de mayo de 2002.



La acumulación de hechos de paz

Con algunas excepciones, la opinión de los empresarios sobre el proceso de paz ha venido mejorando de manera sustancial en los últimos meses. Según la última encuesta Gallup Elites —cuyos resultados se publican en esta edición— el 70 por ciento de los dirigentes de las principales empresas del país está de acuerdo con las negociaciones. Y de 57 por ciento que aprobaban en octubre de 1999 la gestión de Víctor G. Ricardo, en la última encuesta se pasó a 68 por ciento.

Claro está que ni eso, ni la decisión de los principales empresarios de viajar a la zona de distensión y enfrentar a sus ya legendarios enemigos, garantiza que la paz esté a la vuelta de la esquina. Pero citando nuevamente la última intervención de Bejarano, ‘‘si los procesos de paz son lentos lo son por el tiempo requerido para la acumulación de la masa crítica de hechos positivos que hacen posible la negociación y no necesariamente por el tiempo de la negociación en sí mismo’’.

Es indudable que la reunión del viernes fue un paso definitivo hacia la acumulación de esa masa crítica de hechos positivos que hacen posible una negociación. El traslado de los hombres más poderosos de Colombia, en virtud de su poderío empresarial, a la zona de despeje, puede partir en dos la historia del proceso. Falta ver si las Farc hacen lo propio y ofrecen al país elementos para seguir creando una dinámica que dé por terminado el enfrentamiento armado y permita una negociación política, no en medio de la guerra sino acompañada de una buena vez por el silencio de los fusiles.