Inmunidad
La paradoja: ¿Llegará Colombia a la inmunidad de rebaño por los contagios masivos?
Al ritmo en que van las infecciones, Colombia podría llegar pronto a la inmunidad colectiva por la vía de la infección y no de la inoculación.
La inmunidad de rebaño es un término que circuló en el mundo al mismo ritmo del coronavirus. Planteaba la posibilidad de adquirir protección por la vía del contagio, un tipo de defensa que ocurre cuando una gran proporción de la comunidad se vuelve inmune a la enfermedad, y eso hace más difícil dispersar el virus entre los vulnerables.
Pero, en el caso de la covid-19, muy pronto la mayoría de los Gobiernos rechazaron esa idea por razones éticas. A diferencia de otras enfermedades, este coronavirus tiene una manifestación severa que puede causar la muerte en un porcentaje de afectados. Infectar a buena parte de la población para alcanzar la inmunidad grupal implicaría, entonces, miles de vidas humanas perdidas, pues mientras más infectados, más muertos habría. Salvo Suecia, país que escogió esta vía, pero con unas medidas muy claras de distanciamiento físico, nadie quiso tomar ese camino.
Los demás, incluida Colombia, decidieron imponer medidas, como cuarentenas, evitar aglomeraciones, practicar la distancia física y usar el tapabocas, hasta que aparecieran las vacunas y lograr la protección con esta alternativa. Hoy, con la reactivación económica, las aglomeraciones por las protestas y la lentitud en el proceso de vacunación, el país podría lograr esa ansiada inmunidad de rebaño, pero por la vía que no deseaba: la de la infección.
Así lo proyecta el epidemiólogo Jaime Ordóñez, quien explica que, de seguir las cifras récord de infección en Colombia, en poco tiempo habrá “muchas más personas con inmunidad por contagio que por la vacuna”, dice. Según sus cálculos, hasta el 10 de junio había 3.665.137 casos identificados por covid de manera oficial, equivalentes al 7,2 por ciento de la población colombiana. Pero, si se tiene en cuenta el subregistro muy grande del país, que el experto calcula en 77,4 por ciento, la cifra real sería cuatro veces mayor, y, por cada infectado registrado con prueba PCR, hay tres sin identificar. Así las cosas, 31,8 por ciento de los habitantes ya tendrían anticuerpos por la enfermedad.
Ahora bien, con esquema completo de vacunación hay 3.594.039, es decir, 7,1 por ciento de la población. Si se suman esas dos cifras, 38,9 por ciento de los ciudadanos ya estarían protegidos frente al virus. No obstante, de ese porcentaje, cuatro de cada cinco habrían sido por infección, y solo uno de cada cinco, por la vacuna. A esto se le conoce en los círculos epidemiológicos como la vacuna de los pobres, un costo muy alto en términos de vidas perdidas, pues, por cada 1 por ciento de la población infectada, fallecen 3.955 personas.
Se la llama vacuna de los pobres, porque son las condiciones de pobreza del país las que terminan definiendo ese destino. Muchos, desesperados por la falta de empleo, han salido de sus casas, y otros lo hacen por físico agotamiento tras más de un año de encierro. Mientras todo eso sucede, el proceso de vacunación ha sido lento y eso no ayuda, como tampoco lo han hecho las protestas, pues rompen con una de las recomendaciones de bioprotección: evitar las aglomeraciones.
“Las ciudades han ido adquiriendo mayor prevalencia por contagio, cosa que no es el deber ser, no es el camino”, señaló el viceministro de Salud, Alexánder Moscoso. Para él, el impacto de las marchas fue diferente en virtud de las prevalencias que cada región tenía. “En Barranquilla fue pequeño, porque la prevalencia era importante, lo mismo que en Leticia, donde había vacunación y alta prevalencia; mientras que ciudades de moderada y más baja prevalencia tuvieron un mayor impacto, como Bogotá”.
Según Ordóñez, lo peor está aún por venir. Esta semana el país registró cifras récord de nuevas infecciones con más de 29.000 casos y 573 muertes. La ola actual podría empezar a ceder en la tercera semana de julio cuando terminen las vacaciones, “pero antes habrá días con 600 muertos”. Después de eso, se prevé un descenso, que podría ser lento o no dependiendo de la velocidad de la vacunación. Es preciso destacar que, si no fuera por la vacunación, la mortalidad sería gigantesca. “Pero limitó los contagios en las personas mayores de 60 años, y eso redujo la cantidad de personas en uci de ese grupo”, dice Moscoso. Por tanto, el Gobierno está empeñado en acelerar el proceso.
De no ser así, Ordóñez pronostica que, aun cuando esta será la última ola, será la peor. “En los próximos siete meses, que es la mitad de tiempo, habrá más muertos que en los 14 meses anteriores”. n