Atlas del Nazismo
La ‘puerta de oro’ de los nazis en Colombia
Desde que Hitler llegó al poder, en 1933, el fermento nazi en Colombia se concentró en Barranquilla, donde vivía la colonia alemana más numerosa y con mayor poder económico. Dicen que si el Führer hubiera ganado la guerra, la nueva colonia de su imperio hubiera sido ‘La Arenosa’.
Hitler en Alemania y él en Barranquilla pensaban igual. Y se llamaban igual. Eran tocayos. Adolf Held era en 1921, hace cien años, el principal comerciante alemán en Barranquilla cuando escribió esta carta:
Francia está buscando por todos los medios posibles el dominio de las mejores hulleras alemanas: el Sarre y el Ruhr. Además, por medio de su vasallo Polonia quiere arrebatarnos las hulleras de la alta Silesia. Es la tendencia del capital internacional de los judíos la de hacerse a todas estas riquezas y lo grave es que la mayor parte de los hombres no quiere verlo. En la guerra pasada todas las naciones han sufrido, las unas más y las otras menos: los únicos que han ganado son los judíos repartidos por el orbe y entrelazados entre sí íntimamente. No tienen vínculos con las naciones donde se hospedan y las naciones no son para ellos sino medios de que valerse para obtener el dominio absoluto sobre todas las riquezas...
Ese mismo 1921 Adolf Hitler, que apenas un año antes había refundado el partido obrero alemán rebautizándolo Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), espetaba insultos contra los judíos en salones de Munich mientras sus simpatizantes tomaban cerveza.
Dos años antes, en 1919, cuando todavía era soldado del ejército alemán, Hitler consignó por primera vez por escrito, en una carta que hoy se exhibe en Los Angeles en el Museo de la Tolerancia, su pensamiento antisemita y propuso privar a los judíos de sus derechos y removerlos de Alemania. Había que bloquear el poder y la influencia de los judíos porque sus “actividades producen una tuberculosis racial entre las naciones”, señalaba. Dos decenios después esas ideas se convirtieron en la Carta Magna de la nación alemana.
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Adolf Held fundó en Barranquilla la firma A. Held en 1886. Cuando la compañía celebró 50 años de existencia en 1936, la cadena de almacenes Helda tenía sucursales en Barranquilla, Manizales, Cali, Pereira, Buenaventura, Girardot y Cartagena. La carta en que Held despotricaba contra la conspiración judía internacional, un tópico recurrente del antisemitismo, estaba dirigida a quien había sido su agente en Medellín en el primer decenio del siglo XX, Carlos E. Restrepo, el cual fue después, entre 1910 y 1914, presidente de la República. Held también hizo negocios y mantuvo amistad con el banquero Pedro A. López, de Honda, padre y abuelo de los presidentes Alfonso López Pumarejo y Alfonso López Michelsen.
Los negocios de Held abarcaban el tabaco y la ganadería y era dueño de vapores que surcaban el río Magdalena, como el Manizales, el Honda y el Zaragoza. En Bremen fue uno de los fundadores y el primer gerente del Banco Alemán Antioqueño, que luego trasladó su sede a Barranquilla y finalmente a Medellín.
Adolf Held murió en Bremen en 1927, por una gangrena causada por una bicicleta que lo atropelló al frente de su casa. Si no hubiera muerto a los 68 años, Adolf Held habría sido quizás el jefe del Partido Nazi en Colombia. Pero lo fue su socio en los almacenes Helda: Emil Pruefert.
Held, Pruefert y otros alemanes que crearon emporios comerciales en Barranquilla, empezaron a llegar al puerto a finales del siglo XIX. Exportaban tabaco, algodón, dividivi, corozo, pieles, maderas y luego café e importaban cerveza, cristalería, telas, licores, conservas, y artículos de ferretería.
Echaron raíces en Barranquilla, donde fundaron el Club Alemán (1904) y el Colegio Alemán (1912), el primero de Colombia pues son posteriores los colegios alemanes de Bogotá (1921) y Cali (1935).
“Para comienzos del siglo XX la colonia alemana en Barranquilla se hallaba sólidamente constituida y tenía un notable grado de aceptación entre, por lo menos, una parte de la sociedad barranquillera”, según el historiador Julián Andrés Lázaro.
La carta de Adolf Held contra el dominio judío internacional la desenterró Adolfo Meisel Roca, exgerente del Banco de la República en Cartagena y hoy rector de la Universidad del Norte en Barranquilla.
Meisel Roca escribió en su investigación histórica sobre los alemanes del Caribe colombiano, publicada en 1999 con Joaquín Viloria:
Emil Pruefert combinaba su actividad comercial como socio de la casa Helda, con labores de espionaje a favor del gobierno nazi de Alemania. Pruefert estableció en Barranquilla la sede del partido nazi en Colombia y ejerció su jefatura desde antes de 1936 hasta 1942, año en que fue expulsado por el Gobierno colombiano y regresó a Alemania. Pruefert se desempeñó, además, en la dirección militar de los nazis en Colombia, junto con Karl Regnier y Gottfried Schmidt.
Almacenes Helda estaba en la Lista Negra desde 1941 pero seguía operando a finales de 1943, lo que llevó al secretario de Estado de los Estados Unidos, Cordell Hull, a escribir a su embajador en Bogotá que la supervivencia de la cadena de almacenes era “una de las derrotas más notorias de la política de los aliados en Colombia ya que se trata de la firma nazi más peligrosa del país.”
Y lo era porque la propaganda nazi estaba a cargo de las empresas alemanas, como lo afirmó el diplomático colombiano Ernesto Caro, encargado de negocios de Colombia en Berlín en 1940: “Es absolutamente cierto que la propaganda nazi en el exterior, y especialmente en nuestros países, es dirigida y sostenida económicamente por las casas industriales alemanas establecidas en ellos”.
A la misma conclusión llegó después de la guerra el tribunal de Núremberg que juzgó a los jerarcas nazis: “El Ministerio Alemán de Exteriores temía que hubiera fricciones políticas si era obvio que Alemania situaba agentes en el exterior con el fin de diseminar propaganda nazi. Por eso fue política oficial que el trabajo de inteligencia y de propaganda se ocultara bajo la fachada de empresas. Los jefes y empleados de la Farben (en Colombia la Bayer) en el mundo eran ‘agentes económicos’ del Tercer Reich.”
Si Hitler hubiera ganado la guerra, el primer viaje del Führer a Kolumbien, la nueva colonia del Imperio Alemán, habría sido a Barranquilla para condecorar a Emil Pruefert y a los demás correligionarios que avivaron la llama del nacionalsocialismo en la confluencia del río Magdalena y el Mar Caribe.
Hoy la idea parece risible pero pudo haber sido realidad. Hitler conquistó toda Europa. El demagogo inculto y fracasado que prometía en 1919 remover de Alemania a toda una raza de tuberculosos en efecto llevó a cabo en los últimos años de monstruosa dictadura el exterminio de 6 millones de judíos y habría podido dominar el mundo imponiendo en todo el orbe el poder del Tercer Reich durante 1000 años, como lo prometió. El nazismo solamente duró 12 años porque dos gigantes del siglo XX, Churchill y Roosevelt, y la sangre derramada de millones de soldados de las democracias, como inicialmente se llamó a los aliados, lograron vencerlo. Y también porque veinte millones de ciudadanos soviéticos, con un solo fusil por cada dos soldados, dieron la vida bajo las órdenes de otro dictador, Stalin, para derrotar a Hitler.
La aviación colombiana
Tras la Primera Guerra Mundial, un nuevo núcleo de alemanes se asentó en Barranquilla. Entre ellos se contaba un piloto militar que combatió del lado alemán en la Gran Guerra, el capitán Herbert Boy, que hizo la primera comunión con Joseph Goebbels, su condiscípulo en la escuela y futuro ministro de propaganda de Hitler. Boy, junto con otros aviadores y empresarios alemanes y socios colombianos como Ernesto Cortissoz y el millonario austríaco Peter Paul von Bauer, fundaron en 1919 la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (Scadta), antecesora de Avianca. La pobreza y la humillación que se vivían en Alemania los llevaron allende las fronteras.
Dos de los fundadores eran de ascendencia judía. Cortissoz, cuyo nombre lleva el aeropuerto de Barranquilla, fue un sefardita de Curazao asentado en el puerto. Era gerente de Scadta en 1924 cuando falleció a los 39 años en el accidente del hidroavión Tolima, un Junkers de fabricación germana. Von Bauer también era de ascendencia judía.
Desde cuando Hitler llegó al poder en 1933, el fermento nazi en Colombia se concentró en Barranquilla. Allí vivía la colonia alemana más numerosa y con mayor poder económico de todos los 4.000 alemanes radicados en el país. Las industrias químicas y farmacéuticas que operaban en Colombia eran de alemanes o filiales de firmas germanas. Los almacenes Helda eran la competencia de almacenes Ley. Y la Scadta no solamente inauguró el transporte aéreo de pasajeros y el correo aéreo sino que fue esencial para el gobierno, que la contrataba para el levantamiento de planos aerofotográficos necesarios para fijar los límites fronterizos. Además, fue efectivamente la Scadta la que logró que Colombia diera el salto de la mula al avión. La carga se transportaba tradicionalmente en mulas por coloniales caminos de herradura y ser propietario de recuas de acémilas era equivalente a ser dueño hoy de flotas de tractomulas.
¿Cómo se aclimataron las ideas nazis en Barranquilla después del ascenso de Hitler al poder? Lo explica el historiador Julián Andrés Lázaro:
La concepción de que no importaba donde se ubicara un alemán, este debía responder a un propósito especial específico que estaba asociado al fortalecimiento de su patria hizo que la “Gleichschaltung” (Coordinación), que fue la denominación que recibió la política de alineamiento de toda la vida alemana en torno al ideario nazi, trascendiera fronteras y llegara hasta lugares tan distantes como los países suramericanos, donde había presencia de inmigrantes alemanes a los que, a través de las organizaciones nazis o de los cuerpos diplomáticos y consulares, se transmitía un conjunto de contenidos y se propiciaban unas prácticas capaces de despertar, en no pocos de ellos, el entusiasmo por vincularse con el proyecto nacionalsocialista.