Política
“La pureza moral es inconveniente”: ¿mensaje velado de Alejandro Gaviria a Íngrid Betancourt?
Alejandro Gaviria asegura en una reflexión de corte filosófico que el purismo moral no permite hacer las grandes reformas que la transformación del país demanda.
Alejandro Gaviria se hunde hoy en una profunda reflexión entre su rechazo a la pureza moral que Íngrid Betancourt planteó en la coalición Centro Esperanza como norma de conducta colectiva y la necesidad de no renunciar a los principios.
Es una discusión que puede ser más filosófica que ideológica, que pocos se hacen en política, pero que el precandidato Gaviria decidió encarar a través de una reflexión desde el estudio de su casa.
La tesis de Gaviria es que un líder que de verdad quiera transformar a Colombia haciendo las grandes reformas que el país espera desde hace décadas, como la de la justicia o la pensional o una tributaria justa, no lo puede hacer solo. Tiene que transar.
En palabras de Gaviria, ese líder tiene que unir, y para lograrlo tiene que entenderse con los contrarios, sin sacrificar principios pero sin llegar al purismo moral que Íngrid planteó en la coalición y que terminó con su salida de ese proyecto político.
Lo más leído
Cualquier líder que quiera transformar a Colombia tiene que unirla. No lo puede hacer solo, va a tener que trabajar con gente que piensa distinto. La posición moralista extrema, aunque puede ser rentable políticamente, no es buena para gobernar. Escúchalo: https://t.co/jlYnx7l23K pic.twitter.com/EPuWDLCDsg
— Alejandro Gaviria (@agaviriau) January 31, 2022
La reflexión del exrector de Los Andes es que cualquiera de esas grandes reformas enunciadas no lo hará ni un presidente solo ni siquiera una coalición, sino que “tendrá que ir más allá. Ser más pluralista, en el sentido más político de la palabra”.
Lo que dice Gaviria está lleno de pragmatismo. La historia misma de Colombia, pero lo que hoy ocurre en el mundo entero, es mucho de eso. En Colombia, salvo algunos momentos de la historia como el de la “República Liberal” o la llamada “hegemonía conservadora”, del pasado siglo, en que cada partido imponía su voluntad en las decisiones, ha habido transacciones.
Desde que comenzó el Frente Nacional en Colombia en 1958, lo que el país ha vivido han sido las transacciones. Primero entre los partidos tradicionales (liberal y conservador), y en las últimas décadas entre facciones de estos. Pero transacciones siempre.
Y es lo que se ve en los sistemas parlamentarios en que no es posible que un partido obtenga las mayorías absolutas para gobernar. Lo del día a día son las coaliciones y con ello vienen las transacciones.
Lo que Gaviria plantea es cómo hacer esto sin sacrificar principios.
Lo que Íngrid exigía y que al final la coalición aceptó, pero solo a futuro, es que no se acepten apoyos de dirigentes que hayan apoyado el gobierno del presidente Iván Duque. Y menos que hayan respaldado iniciativas uribistas, siquiera de opinión, en contra del proceso de paz.
Y la respuesta de Gaviria a eso es que “habrá que trabajar con personas que piensan distinto, que tienen una visión distinta del cambio”.
Lo que Gaviria no acepta son “las posturas moralistas extremas que dividen al mundo entre buenos y malos”, una postura que según él “puede ser rentable políticamente, buena para ganar la elección, pero que no lo será tanto para gobernar”.
Gaviria complementa su tesis sobre la necesidad de transar con los contrarios asegurando que si “uno divide para ganar no podrá ser un gran transformador”.
Para este académico que se mide por primera vez en las urnas, “la política está definida por la imperfección” y sugiere la necesidad de enfrentarse sin temores a ella a sabiendas de su complejidad.
Y llega al punto que sin duda ofrece todo tipo de reflexiones y discusiones: “La pureza moral es inconveniente como discurso, e incluso como acción”.
Pero al mismo tiempo afirma: “Renunciar a todo principio es renunciar a la razón por la cual muchos entramos a la política”.
Lo que Gaviria se pregunta, sin atreverse a ser absoluto, es “cómo negociar una cosa con la otra”. Cómo no ser un purista moral pero tampoco renunciar a principios fundamentales.
Y se hace más preguntas: ”Cómo moralizar la política sin renunciar a la responsabilidad del cambio”.
Solo concluye que ese es tal vez uno de los desafíos de todos los líderes políticos. Y que esa parte imperfecta de la política que obliga a tomar riesgos es la que la hace fascinante.
Gaviria, como si le estuviera respondiendo a Íngrid, cuyo “purismo moral” estuvo a punto de sacarlo de la coalición Centro Esperanza, asegura que se mantendrá en la política con la certeza de no renunciar a los principios y al mismo tiempo insistirá en la transformación del país, que implica ejecutar grandes reformas, para lo cual será necesario transar con los contrarios.