E X    <NOBR>Z O N A</NOBR>    <NOBR>D E</NOBR>    <NOBR>D I S T E N C I O N</NOBR>

La reconquista

La Operación Tanatos para recuperar el Caguán muestra que la guerra contrainsurgente es mucho más compleja de lo que el país cree.

1 de marzo de 2002

Los colombianos recibieron como una bofetada la imagen en televisión del guerrillero ‘Carlos Antonio Lozada’, muerto de la risa en su Toyota sin placas en la zona de distensión cuando todos pensaban que estaba ya bajo control del Ejército. Dos días antes la candidata presidencial Ingrid Betancourt había sido secuestrada en la carretera de Florencia a San Vicente del Caguán por más de 100 subversivos a plena luz del día. A la confusión se sumaba la ola terrorista desatada por las Farc en el sur del país. Después de tres años de debates sobre la zona desmilitarizada se había creado el imaginario colectivo de que con el fin del despeje comenzaba el de la guerra. Por eso la gente comienza a preguntarse en qué consiste la tan anhelada reconquista del Caguán.

La Operación Tanatos, para recuperar la zona de distensión, tiene un impacto político inmediato y uno militar que sólo se verá a mediano plazo. El día en que el presidente Andrés Pastrana, rodeado de su cúpula militar, izó la bandera en el Batallón Cazadores las Farc no perdieron el control territorial de la zona, como lo dejó muy claro la sonrisa de ‘Lozada’, pero sí perdieron lo que ésta representaba en términos políticos. Las Farc veían los municipios desmilitarizados como un indicio de que la guerrilla era “un Estado en formación”, como aseveró hace unos meses ‘Simón Trinidad’. “Con su pérdida en la actual coyuntura mundial quedan reducidos a un grupo terrorista vinculado con el narcotráfico. Esto es grave para ellos por la importancia que le dan a la beligerancia”, afirma un experto.

En términos militares también pierden. Aunque los guerrilleros sólo se retiraron de las cabeceras, como habían dicho que lo harían, la sola presencia del Batallón Cazadores en el Caguán reduce las ventajas que ofrecía como retaguardia. A las Farc se les dificulta tener ahora un centro financiero y de entrenamiento militar, un refugio para esconder secuestrados y negociar rescates, un corredor estratégico hacia el centro del país, un lugar para descansar, 13.000 hectáreas de coca y un ‘tapo’.

“Ninguno de estos resultados se pueden esperar ya porque se van dando gota a gota”, explica el general Fernando Tapias, comandante de las Fuerzas Armadas. Lo que quiere decir que si en unos meses aumenta la deserción guerrillera, se reducen los secuestros, se aceleran las negociaciones por rehenes, baja el monto de los rescates, disminuye el reclutamiento y se merman sus finanzas se sabrá que la Operación Tanatos fue un éxito.

Pero los golpes de la guerrilla esta semana plantean desde ya si esta es la mejor manera de enfrentar la guerra. La estrategia oficial ha consistido en un ablandamiento aéreo contra campamentos guerrilleros, pistas de narcotráfico y carreteras clave para el repliegue de las Farc. Sin embargo han brillado por su ausencia las victorias militares.

Esto se explica por la dificultad de la operación. La zona de distensión abarca un territorio selvático e irregular de dos veces el tamaño de El Salvador, país que exigió de su Ejército más de 100 helicópteros y 10 años para recuperar su control. A diferencia de la Fuerza Pública, la guerrilla conoce esa zona palmo a palmo. Y además las Farc conocían de antemano el operativo que adelantaría el Ejército. En medio de la euforia que precedió al ‘penultimátum’ de Pastrana el 10 de enero los militares revelaron en televisión los pasos que seguirían y el número de hombres que destinarían. Eso les permitió a las Farc minar el terreno y volar puentes y repetidoras para dificultar la avanzada terrestre de las tropas.

Como soldado avisado, las Farc también prepararon su plan B. Los ataques terroristas que han dejado sin luz y agua a buena parte del suroriente del país buscan consolidar su poder en esa región. Desde la séptima conferencia en 1982 las Farc definieron como su estrategia de largo aliento tender desde esta zona un cerco sobre la capital y para ello han desplazado desde entonces varios frentes a lo largo del cinturón andino oriental (ver mapa). La mayoría de sus ataques se han concentrado en esta zona, que es hasta donde realmente les llega su brazo fuerte. Sin embargo ellos saben que para que su lucha no sea marginal tienen que adelantar su segunda estrategia, que es llevar la guerra a la ciudad “para que la sienta la oligarquía”, como lo han advertido varias veces. Esto es más difícil, sobre todo desde que se inauguró el Batallón de Alta Montaña del Sumapaz, que ha obstaculizado su principal entrada a Bogotá.

Porque lo que queda claro después de la arremetida de los últimos días es que la guerra contrainsurgente no consiste en enfrentamientos directos entre fuerzas regulares. El Ejército parecería haber preparado la ‘reconquista’ con un dispositivo de guerra regular bajo el supuesto de que las Farc opondrían una fuerte resistencia. Pero esta guerrilla, como lo hizo hace una década cuando el ataque a Casa Verde, evadió el combate y recurrió a escaramuzas de guerrilla clásica y a inéditos ataques terroristas.

Si bien el Ejército demostró imprevisión al no haber protegido sitios clave como la estación eléctrica de Altamira, que transmite energía a todo el sur del Huila, Caquetá y parte de la bota caucana y Nariño, y la central de telefonía en Montañitas, Caquetá, cuya voladura dejó incomunicada a Florencia, lo cierto es que proteger los 2.000 puentes del país y las más de 7.000 torres de energía es imposible. Por eso algunos analistas consideran que esta no es una guerra que se pueda ganar a punta de aviones, ni siquiera con las cuatro brigadas móviles que comenzarán a operar en tres meses, ni con los 12 helicópteros Arpía que llegarán este semestre. “Esta es una guerra de inteligencia policial”, dice otro analista. Explica que sólo cortando las fuentes de financiación, rastreando las cadenas hasta llegar a la captura de los cabecillas y destruyendo sus centros de operación se logra derrotar a la guerrilla. Para eso hay que contar con la colaboración de la población civil. “Hay que construir Estado y ganarse el corazón y la voluntad de la gente”, agrega otro experto.

El modelo de los Teatros de Operaciones, que anunció el Presidente el jueves, delega el control de las zonas de orden público al comandante militar del lugar. La ley de seguridad le permite, entre otras cosas, censar a la población civil y practicar allanamientos sin que medie orden judicial. Si estos teatros no se manejan correctamente se corre el riesgo de convertir a la población civil en enemiga. “Si se equivocan de modelo terminan legitimando a la guerrilla”, dice un analista. “O lo que es igual de malo, a las autodefensas”. Lo cual quiere decir que el esfuerzo de las Fuerzas Armadas en el Caguán es necesario pero no suficiente. El éxito de esta nueva fase del conflicto depende del compromiso de toda la sociedad y no sólo del arrojo de las Fuerzas Militares.



Los colombianos recibieron como una bofetada la imagen en televisión del guerrillero ‘Carlos Antonio Lozada’, muerto de la risa en su Toyota sin placas en la zona de distensión cuando todos pensaban que estaba ya bajo control del Ejército. Dos días antes la candidata presidencial Ingrid Betancourt había sido secuestrada en la carretera de Florencia a San Vicente del Caguán por más de 100 subversivos a plena luz del día. A la confusión se sumaba la ola terrorista desatada por las Farc en el sur del país. Después de tres años de debates sobre la zona desmilitarizada se había creado el imaginario colectivo de que con el fin del despeje comenzaba el de la guerra. Por eso la gente comienza a preguntarse en qué consiste la tan anhelada reconquista del Caguán.

La Operación Tanatos, para recuperar la zona de distensión, tiene un impacto político inmediato y uno militar que sólo se verá a mediano plazo. El día en que el presidente Andrés Pastrana, rodeado de su cúpula militar, izó la bandera en el Batallón Cazadores las Farc no perdieron el control territorial de la zona, como lo dejó muy claro la sonrisa de ‘Lozada’, pero sí perdieron lo que ésta representaba en términos políticos. Las Farc veían los municipios desmilitarizados como un indicio de que la guerrilla era “un Estado en formación”, como aseveró hace unos meses ‘Simón Trinidad’. “Con su pérdida en la actual coyuntura mundial quedan reducidos a un grupo terrorista vinculado con el narcotráfico. Esto es grave para ellos por la importancia que le dan a la beligerancia”, afirma un experto.

En términos militares también pierden. Aunque los guerrilleros sólo se retiraron de las cabeceras, como habían dicho que lo harían, la sola presencia del Batallón Cazadores en el Caguán reduce las ventajas que ofrecía como retaguardia. A las Farc se les dificulta tener ahora un centro financiero y de entrenamiento militar, un refugio para esconder secuestrados y negociar rescates, un corredor estratégico hacia el centro del país, un lugar para descansar, 13.000 hectáreas de coca y un ‘tapo’.

“Ninguno de estos resultados se pueden esperar ya porque se van dando gota a gota”, explica el general Fernando Tapias, comandante de las Fuerzas Armadas. Lo que quiere decir que si en unos meses aumenta la deserción guerrillera, se reducen los secuestros, se aceleran las negociaciones por rehenes, baja el monto de los rescates, disminuye el reclutamiento y se merman sus finanzas se sabrá que la Operación Tanatos fue un éxito.

Pero los golpes de la guerrilla esta semana plantean desde ya si esta es la mejor manera de enfrentar la guerra. La estrategia oficial ha consistido en un ablandamiento aéreo contra campamentos guerrilleros, pistas de narcotráfico y carreteras clave para el repliegue de las Farc. Sin embargo han brillado por su ausencia las victorias militares.

Esto se explica por la dificultad de la operación. La zona de distensión abarca un territorio selvático e irregular de dos veces el tamaño de El Salvador, país que exigió de su Ejército más de 100 helicópteros y 10 años para recuperar su control. A diferencia de la Fuerza Pública, la guerrilla conoce esa zona palmo a palmo. Y además las Farc conocían de antemano el operativo que adelantaría el Ejército. En medio de la euforia que precedió al ‘penultimátum’ de Pastrana el 10 de enero los militares revelaron en televisión los pasos que seguirían y el número de hombres que destinarían. Eso les permitió a las Farc minar el terreno y volar puentes y repetidoras para dificultar la avanzada terrestre de las tropas.

Como soldado avisado, las Farc también prepararon su plan B. Los ataques terroristas que han dejado sin luz y agua a buena parte del suroriente del país buscan consolidar su poder en esa región. Desde la séptima conferencia en 1982 las Farc definieron como su estrategia de largo aliento tender desde esta zona un cerco sobre la capital y para ello han desplazado desde entonces varios frentes a lo largo del cinturón andino oriental (ver mapa). La mayoría de sus ataques se han concentrado en esta zona, que es hasta donde realmente les llega su brazo fuerte. Sin embargo ellos saben que para que su lucha no sea marginal tienen que adelantar su segunda estrategia, que es llevar la guerra a la ciudad “para que la sienta la oligarquía”, como lo han advertido varias veces. Esto es más difícil, sobre todo desde que se inauguró el Batallón de Alta Montaña del Sumapaz, que ha obstaculizado su principal entrada a Bogotá.

Porque lo que queda claro después de la arremetida de los últimos días es que la guerra contrainsurgente no consiste en enfrentamientos directos entre fuerzas regulares. El Ejército parecería haber preparado la ‘reconquista’ con un dispositivo de guerra regular bajo el supuesto de que las Farc opondrían una fuerte resistencia. Pero esta guerrilla, como lo hizo hace una década cuando el ataque a Casa Verde, evadió el combate y recurrió a escaramuzas de guerrilla clásica y a inéditos ataques terroristas.

Si bien el Ejército demostró imprevisión al no haber protegido sitios clave como la estación eléctrica de Altamira, que transmite energía a todo el sur del Huila, Caquetá y parte de la bota caucana y Nariño, y la central de telefonía en Montañitas, Caquetá, cuya voladura dejó incomunicada a Florencia, lo cierto es que proteger los 2.000 puentes del país y las más de 7.000 torres de energía es imposible. Por eso algunos analistas consideran que esta no es una guerra que se pueda ganar a punta de aviones, ni siquiera con las cuatro brigadas móviles que comenzarán a operar en tres meses, ni con los 12 helicópteros Arpía que llegarán este semestre. “Esta es una guerra de inteligencia policial”, dice otro analista. Explica que sólo cortando las fuentes de financiación, rastreando las cadenas hasta llegar a la captura de los cabecillas y destruyendo sus centros de operación se logra derrotar a la guerrilla. Para eso hay que contar con la colaboración de la población civil. “Hay que construir Estado y ganarse el corazón y la voluntad de la gente”, agrega otro experto.

El modelo de los Teatros de Operaciones, que anunció el Presidente el jueves, delega el control de las zonas de orden público al comandante militar del lugar. La ley de seguridad le permite, entre otras cosas, censar a la población civil y practicar allanamientos sin que medie orden judicial. Si estos teatros no se manejan correctamente se corre el riesgo de convertir a la población civil en enemiga. “Si se equivocan de modelo terminan legitimando a la guerrilla”, dice un analista. “O lo que es igual de malo, a las autodefensas”. Lo cual quiere decir que el esfuerzo de las Fuerzas Armadas en el Caguán es necesario pero no suficiente. El éxito de esta nueva fase del conflicto depende del compromiso de toda la sociedad y no sólo del arrojo de las Fuerzas Militares.



Ley de Seguridad y Defensa Nacional