NACIÓN
La revolución de las Farc será trinada
El camino político de la organización también tiene un norte en las redes sociales. Los personajes de esta crónica cuentan cómo ha sido salir del aislamiento de las montañas hacia la comunicación virtual.
Amanece en Icononzo, Tolima, un lugar aislado, en la cúspide de los Andes centrales de Colombia, que por décadas fue parte de la retaguardia del Bloque Oriental de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Bajo un manto de niebla, el sitio parece una colonia agrícola en construcción, más que un campamento guerrillero o un antiguo campo de batalla. Los pies se hunden entre el barro y hay gente construyendo estructuras en lo que parece monte recién abierto. Gregory, un combatiente férreo que acompañó por años a Carlos Antonio Lozada, sale de su casa prefabricada recién construida y me saluda, con el celular en la mano.
“Levantarnos a las 5:00 AM a leer las noticias en nuestros celulares se ha vuelto nuestra nueva gimnasia diaria” —me dice Gregory, refiriéndose a la rutina de entrenamiento físico que tenían los guerrilleros en tiempos de guerra. “Lo primero y lo último que hacemos en el día es revisar esta vaina a ver que está pasando en el mundo, y leer cualquier comunicación que los camaradas envíen al WhatsApp”, agrega, señalando su enorme Samsung S7. Después de pasar gran parte de su vida en el combate, este es el primer smartphone que Gregory utiliza. Hace tan solo unos meses, hubiera sido suicida tener un aparato de estos en un campamento insurgente.
Las FARC, una organización marxista disciplinada y hermética, con raíces en el movimiento campesino de los años 50, sostuvo una guerra en contra del establecimiento colombiano por más de cinco décadas. Todas las partes involucradas en el conflicto tuvieron victorias y sufrieron golpes duros y la confrontación afectó las distintas esferas de la sociedad, con terribles consecuencias para la población civil. Al principio de los años 2.000, cuando el gobierno fortaleció la ofensiva contra los rebeldes, la violencia del enfrentamiento arreció. Hacia el 2010, el conflicto se estancó: ya no era posible que la guerrilla se tomara el poder por las armas, ni tampoco el gobierno estaba en capacidad de derrotarla en el campo de batalla.
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El 27 de septiembre de 2016, después de cuatro años de negociaciones, el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las FARC Rodrigo Londoño firmaron un tratado de paz. Se mostraron en la televisión nacional estrechando manos —una imagen increíble para muchos en un país ya acostumbrado a la guerra incesante. El acto simbólico marcó el fin oficial de este conflicto sangriento y las unidades guerrilleras, regadas por todo el país, iniciaron su tránsito hacia la vida civil. Las FARC se preparaban para hacer política legal, sin armas.
La era del smartphone
Desde este inicio del proceso de paz hasta hoy, la tecnología ha transformado drásticamente las formas de comunicación de la guerrilla.
En tiempos de guerra, las FARC vivían en la clandestinidad, y sus combatientes rara vez se comunicaban con sus familiares para evitar represalias de las fuerzas enemigas. Hoy, muchos volvieron tener contacto con sus seres queridos —algunos de los cuales los creían muertos, tras varios años sin recibir una carta o una llamada.
Así mismo, la guerrilla tenía mucha dificultad para comunicarse con la población colombiana. En palabras de Gregory, “Ellos establecieron un cerco mediático, lograron aislarnos políticamente y nos dieron duro en el frente de la comunicación”. La página oficial de las FARC, por ejemplo, ha sido saboteada y cerrada repetidas veces, al igual que las diversas cuentas deFacebook, Twitter e Instagram de sus frentes. Cada vez que esto sucede, los guerrilleros vuelven a abrirlas.
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En su nueva fase desarmada, uno de los objetivos principales de la organización es el de romper ese cerco mediático y lograr establecer una conexión con sus potenciales electores —explica Gregory— quién durante la época de guerra impartió cursos para otros guerrilleros de estrategia urbana, organización de masas, y hasta explosivos. “Durante 50 años — dice— solo una versión de la verdad ha sido permitida en Colombia. Ahora es nuestro turno para contar nuestra verdad”.
Y así es. Hace medio siglo, un grupo de campesinos se organizó para repeler los ataques del gobierno, enarbolando las banderas de la reforma
agraria y la inclusión política. Hoy, las FARC dicen luchar por los mismos principios, en un país que sigue entre los 10 más desiguales del planeta (World Bank, 2016), y en donde un líder social es asesinado cada 4 días. Según las Naciones Unidas, al menos 41 líderes han sido asesinados en lo que va del 2017.
Sin embargo, el sistema político ha evolucionado desde la época en que Manuel Marulanda se internó en la manigua, con un puñado de hombres, para fundar la guerrilla más longeva y fuerte del hemisferio. Las comunicaciones en tiempo real, las tendencias en redes sociales y la presencia virtual de propuestas y personalidades ante el país y el mundo, son ahora factores críticos en la vida publica colombiana, que han llegado a influenciar el resultado de más de una elección. Y con miras a llevar a buen término el proceso de paz, las FARC han tenido que “saltar al ruedo” y aprender en la marcha.
De 30 cartuchos a 140 caracteres
Cuando Gregory llegó a La Habana, como parte de la comisión de su frente para los diálogos de paz, la única tecnología de comunicación que manejaba era el correo electrónico, gracias a su paso por la universidad: “En Cuba tuvimos que echarnos al agua: empezamos a abrir cuentas en redes, aprendimos a programar y a alimentar las páginas, a crear perfiles públicos para los líderes, que apenas salían de la clandestinidad y tenían que comenzar a ser percibidos como figuras de la política nacional.” Uno de estos personajes, claro está, es ‘Timochenko’, cuyas hábiles respuestas en Twitter le ganaron el apodo de “Trinochenko” entre los guerrilleros.
Como era de esperarse, hubo que enderezar algunas situaciones en la marcha. Como anécdota, cuentan que muchos guerrilleros que recién abrían perfiles en Facebook, posaban para la foto en camuflado y con el AK-47 al hombro. No era esa la idea. Se les explicó que, como parte de la estrategia, el mensaje unificado que iba a tener la organización era uno de reconciliación, sin camuflados, sin armas y sin odios.
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Una vez superadas las “primiparadas”, ex-combatientes de todos los rangos se han adaptado. En Icononzo, una de las 26 zonas de desarme que hay repartidas por todo el país, ya las FARC le han entregado los poderosos S7 a veinticinco cuadros políticos —sus nuevos “fusiles”, en palabras de Gregory. Allí mismo hay un punto de WiFi para uso público y casi todos los ex-guerrilleros cuentan con un teléfono celular.
Igualmente, una delegación fue escogida en cada zona de desarme para asistir a un curso intensivo de cinco meses en diseño gráfico, redes sociales, periodismo y fotografía. “Así como antes dotábamos a la gente con el camuflado y las botas, estamos viendo la necesidad de empezar a darles planes de datos”, asegura Gregory.
Pero no todo puede pasar por ‘la nube’ todavía. La calificación de Colombia en el Indice de Conectividad Global es relativamente bajo y en grandes espacios del territorio el acceso a tecnologías de la comunicación es limitado o inexistente. Y esa es, precisamente, la Colombia que las FARC conocen muy bien.
“¿Como vamos a llegarle, por ejemplo, a los campesinos pobres de las selvas del sur si allá no hay conectividad? En el futuro, vamos a tener que inventarnos nuevas herramientas de comunicación. —anota Gregory— Por ahora vamos a seguir insistiendo con nuestro mensaje de reconciliación”.
Un aguacero empieza a caer sobre Icononzo, y debemos salir antes de que el camino en pésimo estado que conduce a esa zona veredal nos deje atrapados. Le doy las gracias a Gregory por su tiempo, y prometo enviarle algunas fotos de nuestra visita.
Él me mira con su característica mirada severa, — Listo. Me encuentra en el chat.