LA SIERRA Y LA SIEMBRA
Los bogotanos están alarmados por la tala de árboles. La administración sostiene que este es el <BR>comienzo de un programa de arborización sin precedentes.
En las últimas semanas los bogotanos han enfrentado una situación para la que no estaban
preparados: la poda y tala de árboles en diversos sectores de la ciudad en un programa que lleva el sugestivo
nombre de 'Bogotá se viste de verde'.
Un nombre que le ha caído al pelo a quienes le sacan chiste a todo, pues lo han rebautizado 'Bogotá se
desviste del verde' al ver cómo la capital pierde su cobertura vegetal y, de paso, queda en evidencia la
mediocridad de buena parte de su arquitectura, que antes pasaba inadvertida gracias al follaje de los árboles
que ya cayeron.
Pero no sólo ha habido chistes. Comunidades enteras han saltado en defensa de sus árboles sin que les
importen los argumentos técnicos de que están enfermos, muertos o en inminente peligro de caer.
Y mientras el programa avanza muchas preguntas han quedado flotando en el aire. ¿Por qué están cortando los
árboles al tiempo? ¿Por qué tumban árboles que se ven sanos o que, en el caso de estar enfermos, su muerte
aún no es inminente? ¿Cómo se defenderá la ciudad de sus graves problemas de calidad del aire mientras
crecen los nuevos? ¿No resulta contradictorio enseñarles a los niños en largas y costosas campañas
educativas que deben respetar los árboles para que, en un plazo de pocas semanas, los vean caer uno tras
otro? ¿Quién garantiza que los nuevos árboles no van a morir en manos de vándalos o durante la ejecución
de obras futuras?
En el ojo del huracán está María Consuelo Araújo, directora del Jardín Botánico (ver entrevista), entidad
encargada de liderar este proyecto, al que se le han asignado 40.000 millones de pesos. "Ante todo,
debemos hablar de sustituir y no de talar", señala la funcionaria, quien admite que la principal falla de este
programa ha sido la falta de comunicación entre la administración y la ciudadanía.En realidad el triste
espectáculo de la tala parece ser la punta del iceberg de un ambicioso programa cuya finalidad es sembrar
120.000 árboles, de los cuales ya se han plantado 18.000. Una cifra nada despreciable, más si se tiene en
cuenta que Bogotá cuenta, en sus espacios públicos, con 150.000 árboles, de los cuales, según el programa,
deben cortarse unos 11.000.
"Es la primera vez que se hace un plan de esta naturaleza", señala el alcalde Enrique Peñalosa. "Antes los
árboles nacían solos, o los sembraba la gente con espíritu cívico, crecían de cualquier manera. Con este
programa vamos a llevar árboles a localidades donde nunca han llegado programas de este tipo, como San
Cristóbal, Usme y Ciudad Bolívar".
El alcalde acepta que el proceso es doloroso. "Las ciudades no se hacen de un día para otro. Tal vez nos
tome 20 años para ver los resultados de este programa".
El futuro dirá si este proyecto vestirá de verde a Bogotá. Por ahora los habitantes de la ciudad tendrán que
acostumbrarse a ver caer árboles que le dieron su sombra a varias generaciones de bogotanos.
"No hay árboles malos sino mal plantados"
SEMANA: ¿Con qué criterio se seleccionan los árboles que deben talar?
María Consuelo Araújo: El programa de sustitución se basa en un inventario muy minucioso de todos los
árboles de la ciudad. Los ingenieros forestales cuentan con una ficha de cada árbol que incluye una foto
general del árbol, una foto en detalle que muestra en qué estado de deterioro se encuentra, todos los datos
técnicos básicos, en qué estado se encuentra y una recomendación en la que se dice si éste debe ser talado,
podado o trasladado, como se hizo con 60 árboles que estaban en la calle 80, donde se construye la Troncal
Transmilenio, y que se trasladaron al parque Ciudad Tunal, donde ya rebrotaron.
SEMANA: ¿Y qué hacen cuando la comunidad se niega a la tala de los árboles que deben cortarse de acuerdo
con el plan?
M.C.A.: En el park way no se van a cortar los urapanes. Primero, porque no todos están muertos. Además son
árboles con una identidad histórica en la zona. Allí se sembrarán árboles que cuando crezcan tengan una
arquitectura similar a la del urapán. En el parque lineal El Virrey se dejó una alameda de urapanes y paralela
a ésta se sembró otra con nogales. A veces tenemos que explicarle a la gente qué le pasa a cada árbol. Las
acacias, por ejemplo, muchas veces se ven sanas pero están podridas por dentro, incluso huecas, pueden
caer en cualquier momento y ocasionar una tragedia.
SEMANA: ¿Cómo garantizan ustedes que estos árboles jóvenes sí van a llegar a la edad adulta?
M.C.A.: Lo ideal sería reponer árboles adultos por otros adultos, como se hizo en Chicago, pero no tenemos
la posibilidad de hacerlo. De todos modos estamos sembrando árboles de dos metros o más, en estado
joven pero con buenas posibilidades de sobrevivir en el medio urbano. En los barrios y los parques
estamos trabajando directamente con la comunidad. En las grandes avenidas, donde es difícil conseguirles un
doliente, buscamos que entidades como bancos adopten los árboles para garantizar su sobrevivencia
después de que termine esta administración.
SEMANA: ¿Por qué están cortando todos los árboles al tiempo y no de una manera gradual?
M.C.A.: A los árboles nuevos hay que darles las condiciones de luz y el espacio necesario para que
sobrevivan. Como dijo el padre Enrique Pérez Arbeláez, fundador del Jardín Botánico, no hay árboles malos
sino mal seleccionados y mal plantados.
SEMANA: ¿Cómo han compaginado su campaña de protección de las aves con este proyecto?
M.C.A.: Tenemos un centro de rescate de avifauna silvestre. El contratista tiene que sacar los pájaros de los
árboles que van a cortar y llevarlos a un centro de rescate. Luego los reubican en lugares adecuados.