Política
La terquedad de la ministra Carolina Corcho la ha convertido en un obstáculo para reformar la salud
La terquedad de la ministra de Salud, Carolina Corcho, está poniendo en jaque al Gobierno. Su reforma ha generado enormes críticas y tiene con los pelos de punta al país.
Desde hace varios meses, de la reforma a la salud se han hecho todas las advertencias posibles. La obsesión de la ministra del ramo, Carolina Corcho, de implosionar el sistema tiene aterrados a los expertos, pues nadie sabe, una vez se eche esa bomba, qué va a pasar con lo que queda.
La alta funcionaria ha defendido a capa y espada su idea, cuya bandera es acabar con las EPS, pero no ha dado mayores detalles. Mientras tanto, el presidente Petro auspicia la necesidad de la reforma con la tesis de que Colombia tiene “uno de los peores sistemas del mundo” y alentando a los colombianos a que este 14 de febrero salgan a respaldar ese revolcón a las calles.
Pero esta semana, a ese frenesí le apareció su primer gran escollo en el interior de casa. Se hizo viral un documento de cuatro páginas en el que el ministro de Educación, Alejandro Gaviria, planteaba su enorme angustia por lo que está sucediendo. “La reforma propuesta puede hacer daño. Mucho daño”, decía el sentido texto, que había sido compartido de manera privada al consejo de ministros.
El alto funcionario tuvo que salir a explicar que lo compartió hace unas semanas en un encuentro que tuvo el gabinete en Villa de Leyva. Lo que se lee en su documento es preocupante. El ministro, quien estuvo por más de seis años a cargo de la cartera de Salud en el Gobierno Santos, hace una serie de preguntas que dejan a cualquiera sin aire. En especial, porque él mismo advierte que, por ahora, “no hay respuestas”.
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¿Cómo será el manejo de la transición? ¿Quién va a coordinar el traslado de pacientes? ¿Quién va a coordinar la atención domiciliaria y la entrega de balas de oxígeno? ¿Quién va a encargarse de la gestión farmacéutica y la entrega de medicamentos? ¿Quién va a liquidar y auditar las licencias de maternidad y las incapacidades? ¿Pasarán los 110.000 empleados de las EPS a ser funcionarios públicos? ¿Cuánto tiempo va a tardar la puesta en marcha, desde cero, de un sistema de información centralizado? ¿Quién va a auditar el control de gastos y los cientos de millones de facturas? ¿Quién y cómo van a transferir las deudas existentes? Son apenas algunas.
Que su propio compañero de gabinete deje en evidencia el grado de improvisación que tiene una reforma que puede poner en riesgo la salud de los colombianos debía haber producido un estruendo, pero la ministra Corcho decidió pasarlo por alto. Fiel a su actitud de siempre, esas críticas no produjeron ninguna reflexión pública, ni siquiera la apertura a una discusión.
A Corcho, que se caracteriza más por ser activista que técnica, las críticas no la han amilanado, sino engrandecido. A medida que ha subido la espuma de la discusión, más cerrada ha sido su actitud y más terca su posición. Sin embargo, la situación está llegando al punto de ser insostenible.
En primer lugar, porque la ministra ha cometido errores de fondo que terminarán pasándole factura. El más grande recientemente tuvo que ver con las deudas de las EPS a los hospitales. Aseguró a los cuatro vientos que esas compañías tenían una cartera de 50 billones de pesos. La cifra era absurda si se tiene en cuenta que todo el presupuesto del sistema es de 70 billones y una deuda así haría simplemente que no fuera operativo.
El mundo se le vino encima. Y al paso de los días, la Superintendencia de Salud envió un comunicado que decía que luego de hacer bien las sumas y restas, realmente eran 16 billones, que además incluían las deudas corrientes, es decir, las propias del sistema que se pagan a 60 días. La ministra no rectificó. “O no entiende el sistema o de mala fe da información falsa. Las dos cosas son preocupantes”, le dijo el presidente de una EPS a SEMANA.
En segundo lugar, porque la discusión de la reforma que ha hecho con los suyos de espalda al país, y ad portas de radicarla en el Congreso, ya no aguanta más. La indignación llegó a un punto muy alto cuando, tras semanas de reclamos para que hiciera público el articulado, la ministra dijo a la salida del Congreso que se trataba del proyecto “más discutido de la historia republicana”.
La declaración produjo una respuesta tajante del exministro Fernando Ruiz: “¿De una reforma que ni siquiera se conoce el texto? ¿Cuál discusión? Que el Congreso de la República certifique cuántas audiencias públicas se han hecho. Esto se quiere pasar a la brava, el proceso huele muy mal y va a ser un desastre para el pueblo colombiano”.
Para ese día, los principales actores de la salud ya habían mostrado su desesperación por el oscurantismo del debate. “Hemos insistido bastante en la necesidad de conocer el texto del articulado del proyecto de ley y hasta ahora no los conocemos”, le dijo a SEMANA la presidenta del Colegio Médico de Bogotá y Cundinamarca, Clemencia Mayorga.
La mayoría de organizaciones, incluso, enviaron comunicados. Uno de los más duros fue el de la Asociación Nacional de Profesionales de la Salud y otro de 12 asociaciones y federaciones médicas, en el que están incluidas la Academia Nacional de Medicina y la Federación Colombiana de Sindicatos Médicos.
También se pronunciaron Fenalco, Afidro, la Andi, Asocajas, Acemi, Gestarsalud, la Asociación Colombiana de Enfermos Hepáticos y Renales (ACE HR), Pacientes Colombia, Fundación Retorno Vital, Grupo de Economía de la Salud y la Cámara de Comercio Colombo Americana. También se conoció que la ministra le dijo al gremio de las EPS que como ellos habían decidido dar la discusión en los medios, no les daría más citas.
En tercer lugar, porque las preocupaciones ya dejaron de ser solo del gremio médico y permearon al escenario donde ella tendría que meter este balón: la política. Uno de los críticos más duros es de la casa y médico de profesión: Roy Barreras. En un foro de SEMANA, el presidente del Congreso –quien es uno de los principales escuderos del presidente Petro– le mandó un fuerte vainazo. “La palabra clave que el presidente Petro ha mencionado desde el día de su posesión es transición. Les pido a las ministras, sobre todo a las ministras, que le hagan caso al presidente Petro y que construyan modelos de transición”, dijo. Barreras ha explicado que sin esa transición lo que está en riesgo es la vida de los colombianos.
La ministra se enfrentará a otro león: César Gaviria. El expresidente, líder del trapo rojo, ya dijo que no a la reforma. SEMANA reveló que Alfonso Prada, ministro del Interior, citó a los congresistas del Partido Liberal y que después de esa reunión, Gavirialos convocó para que no permitan que la ministra Corcho, “arrase” con el sistema. No menor fue la despachada de Humberto de la Calle, que llamó a la reforma “un salto al vacío”. El jurista, uno de los padres de la Constitución de 1991, reclamó la necesidad de debatir sobre un texto cierto.
Esos, que son los partidos que podrían ser más afines a esa discusión, ya se bajaron del bus. Claramente, la oposición, liderada por el uribismo y Cambio Radical, ha rechazado de manera airada la reforma. La senadora Paloma Valencia ha sido la más enérgica y ha demostrado en debates con cifras lo que esta significaría. La realidad es que en el Congreso ven con mucho escepticismo la reforma. La semana pasada, la ministra invitó a los parlamentarios de la Comisión Séptima, pero casi nadie fue. De 21 representantes a la Cámara, asistieron 12 y de 14 senadores, llegaron dos.
Los pocos que fueron hicieron que las redes se inundaran de memes, pues compartieron la presentación de PowerPoint que les hizo el viceministro de Salud, Luis Alberto Martínez. Los usuarios compararon las gráficas con Los Simpson y otros dibujos animados. En medio de las risas, apareció una queja de más gravedad, cuando Cambio Radical aseguró que la presentación era un plagio de un documento ecuatoriano. El ministerio tampoco aclaró si era cierto o no.
La ministra Corcho tiene mucho que responder y no quiere hacerlo. Se niega a dar entrevistas a los medios de comunicación. Hizo una barrida de decenas de funcionarios técnicos de su cartera y ya no hay expertos internos que la controviertan. Sus colegas de gabinete y de partido la refutan en público. Los congresistas no le jalan a sentarse con ella. Y el ultimátum que tiene para presentar la reforma es la semana entrante, el 6 de febrero. Está como Corcho en remolino.