VALLE DEL CAUCA
La tormenta del alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina
El alcalde de Cali pasa por su peor momento. La crisis en la capital del Valle, debido al paro nacional, ha aumentado la inconformidad frente a su gestión.
Esta semana, el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, decidió tomar una decisión radical y pedir la renuncia de todo su gabinete. Hasta el cierre de esta edición no había nombrado a sus nuevos coequiperos, pero la reacción refleja el difícil momento que está viviendo el mandatario y la búsqueda de un cambio desesperado.
Sin embargo, la crisis de Ospina viene de tiempo atrás. Desde que comenzó la pandemia, su popularidad ha ido disminuyendo considerablemente, tanto así que varios apoyos políticos y ciudadanos que tuvo en ese entonces le reclaman ahora una mejor gestión y hasta lo ven desubicado en medio del caos que vive la ciudad.
Según la más reciente encuesta de SEMANA, el alcalde tiene una imagen favorable de solo 12 por ciento.
La debacle del alcalde de Cali terminó siendo impulsada por la cuestionada Feria virtual y un polémico contrato de alumbrado público, entre otros hechos de presunta corrupción, que lo han puesto contra las cuerdas. Pero la crisis generada por el paro, que tienen pasando a Cali uno de sus momentos más difíciles, ha sido lo que ha agudizado las críticas en su gestión.
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Hay quienes le critican que faltó preparación e investigación para saber lo que podría ocurrir en materia de seguridad en la ciudad, dado su contexto de problemas sociales. Según la ONG mexicana Seguridad, Justicia y Paz, Cali es la número 39 de las 50 ciudades más violentas del mundo. Políticos cercanos a su gobierno han reconocido que lo han visto errático y desubicado en sus decisiones, a pesar de que aseguran que últimamente ha retomado el rumbo.
El alcalde de Cali fue presidente de la Alianza Verde y es de las entrañas de la colectividad, siendo una de las que lo respaldaron para llegar a la alcaldía. En general, en la bancada se mantiene un respaldo general, pero hay varias voces críticas que reconocen que su gestión no ha sido la mejor.
Catalina Ortiz, representante a la Cámara, ha mantenido reparos con Ospina desde que fue elegido. Aun así, la congresista caleña dice que en estos momentos se debe rodear a los alcaldes para superar la crisis y por eso se modera en sus reparos.
“Jorge Iván ha sido una persona muy errática en el manejo de esta crisis”, dice. Le cuestiona que haya confusión en sus mensajes, y un “comportamiento errático” que dificulta que se puedan resolver los problemas. “La gente no sabe cuál es la posición real del alcalde respecto a las cosas”, comenta Ortiz.
Una opinión similar tiene el senador Carlos Fernando Motoa, de Cambio Radical, perteneciente a la bancada del Valle. Motoa ha sido crítico de Ospina desde el comienzo y señala que una de sus fallas ha sido darles juego a grupos políticos en sectores como la salud, la falta de apoyos y atención a los empresarios de la región, además de las contradicciones en sus mensajes.
“La gestión de Jorge Iván no ha sido relevante. No hay un tema, una política pública o un área sensible que uno pueda resaltar de su gestión. Antes, por el contrario, ha generado mucho ruido, ha generado impacto negativo por las decisiones administrativas que ha tomado”, asegura Motoa.
A pesar de las críticas de diferentes sectores, hay líderes del Verde que siguen manteniendo su respaldo al alcalde. La congresista Katherine Miranda asegura que la situación de Cali es particularmente compleja y le rescata que se ha mantenido en constante diálogo con la ciudadanía.“
Jorge Iván no es el alcalde que desde las redes sociales da órdenes. Él está en la calle con la gente, así le griten, así lo saquen, es de los pocos alcaldes en este país que ha llegado al territorio donde está el conflicto y sienta mesas para generar diálogos. Eso no lo ha hecho nadie y no se valora. Es lo que deberían hacer otros gobernantes”, dice Miranda.
Ospina 2.0
La carrera política de Ospina inició en el Hospital Universitario del Valle, el más grande del suroccidente colombiano, donde ejerció como director tras pasar un largo periodo en los quirófanos. El médico de profesión, hijo del exmilitante del M-19 Iván Marino Ospina, se lanzó al ruedo como aspirante a la Alcaldía de Cali en 2007. Su candidatura, así como su elección, fueron un verdadero batacazo en la capital del Valle.
Ospina conquistó el voto popular del Distrito de Aguablanca, una subregión urbana de 23 barrios y cinco comunas, y de los sectores más vulnerables. Hábil en su discurso contra el establecimiento, logró captar la atención de los caleños apáticos y hastiados de política tras la destitución de los últimos tres alcaldes.
Jorge Iván se presentó como la alternativa ante tanta politiquería. En 2008 asumió como alcalde y en una de sus primeras decisiones polémicas recibió públicamente el apoyo del exsenador Juan Carlos Martínez, condenado por parapolítica, así como de Juan Carlos Abadía, cuestionado exgobernador del Valle. Esas alianzas le valieron a Ospina un sinnúmero de críticas. Sin embargo, contrario a lo que sucede hoy en su segundo mandato, su popularidad estaba en la meseta y el alcalde de Cali echaba mano de eso.
La ciudadanía caleña lo reconocía como un mesías que vino a sacar la ciudad de un atraso urbanístico de aproximadamente 25 años. Ospina ideó el programa 23 megaobras para cambiarle la cara a la capital del Valle. Parcialmente lo logró. De su primera administración se pueden rescatar proyectos como el bulevar del río Cali y la construcción de puentes y vías necesarias para desembotellar una ciudad en rápido crecimiento.
Sin embargo, de esos proyectos pactados inicialmente, hoy –13 años después– hay más de 11 que no se ejecutaron o quedaron a la mitad, a pesar de que se cobraron en su totalidad.
Ospina aún arrastra líos judiciales por esas actuaciones. En octubre de 2019, el Juzgado 8 Penal del Circuito de Cali lo citó a una diligencia de acusación por presunto interés indebido de contrato durante su primera administración. No obstante, nada de eso diezmó la confianza de los caleños para llevarlo de nuevo a la alcaldía.
En los primeros meses del segundo mandato, Ospina prometió terminar las 23 megaobras y además les apuntó a ambiciosos proyectos urbanísticos en predios fantasmas dejados por el narcotráfico. La ciudadanía lo aplaudió y su popularidad subió al pico más alto, pero llegó la pandemia y desde ese momento todo fue más difícil.
Ospina ha tratado de sortear el desplome en su popularidad con decisiones en caliente: durante algunos meses prometió que no aplicaría nuevamente medidas restrictivas en el sector nocturno, para recuperar la confianza de los empresarios, pero ante el crecimiento de casos de covid regresó a los toques de queda y pico y cédula.
La ambigüedad de sus decisiones generó otra ruptura en la confianza ciudadana. Por eso, durante el paro nacional, los graves hechos de violencia, confrontación con la fuerza pública, denuncias de abuso policial y vandalismo, Ospina ha encaminado su discurso a favor de los que hoy están en las calles, quienes en su mayoría son del Distrito de Aguablanca y de sectores vulnerables, donde el alcalde de Cali aún tiene un mínimo de credibilidad.
En sus pronunciamientos ha condenado el actuar de la fuerza pública en Siloé y pidió investigaciones rápidas. Sin embargo, su discurso es más conciliador cuando habla de los jóvenes que bloquean la ciudad. Impidió la intervención del Esmad en las últimas movilizaciones y ha abierto el diálogo para desbloquear, pese a que en algunos puntos lo saquen con insultos.
Ospina intenta, en medio del caos, recuperar su popularidad venida a pique. Entendió que, aunque el descontento inicial es con el Gobierno nacional, él puede presentarse como el redentor capaz de llevar paz; un mandatario humilde y conciliador, así le toque sacrificar a todo su gabinete.