crónica
La tragedia de Ubalá: el corazón que bombea la energía de El Guavio clama por una carretera pavimentada
SEMANA viajó al único pueblo de Colombia dividido en dos por otro municipio, donde más de diez mil personas estuvieron a punto de apagar la capital, a la espera del milagro que anhelan desde el siglo XIX, y que han prometido todos los presidentes, gobernadores y alcaldes, desde la Constitución del 91.
Apenas 126 kilómetros –y una cordillera de por medio– separan al Grandioso Templo de Ubalá de la Casa de Nariño, punto de referencia del que podría ser considerado el corazón de Bogotá.
Quien quiera recibir la bendición del cura del pueblo, en el oriente de Cundinamarca, puede hacerlo solo por tres caminos, aunque está en lo que se llama “las goteras” de los cientos que tiene la famosa nevera bogotana. Solo dos los pueden identificar Waze y Google Maps. El que a diario coronan miles de ciclistas aficionados al Alto de Patios, antes de La Calera.
Tres horas y 52 minutos de recorrido, bordeando en una “media luna” el parque natural Chingaza. Y el “más corto”, por la Autopista Norte, en tres horas y 12 minutos, por las alfombras de toda la escala de verde por campos de Briceño, Sopó hasta Gachetá. El tercero, en cambio, se sabe cuando comienza, pero nunca cuando concluye.
Sin el preciso consejo del GPS, Dios es la única guía, desde el momento en que se llega al embalse del Sisga y se desvía hacia Guateque, en Boyacá. Tras el paso obligado por Machetá, se debe girar a la derecha, con dirección a Manta, pueblo que nadie puede creer que sobreviva en lo alto de una montaña, lejos del tramo que sí alcanza a señalar el Waze, aunque en Google aparece por el titular de El Tiempo del 12 de octubre de 1999:
Doce muertos y 34 heridos en accidente del bus de la flota La Macarena, de placas SSF-156, a las 11:45 de la noche del domingo 10 de octubre. De allí, a solo 62 kilómetros al único municipio de Colombia partido por la mitad (Zona A y Zona B) por otro municipio –Gachalá–, aunque parezca inaudito.
Viaje al pasado
Este 14 de septiembre, Ubalá llegó a ser sinónimo de una “oscura” pesadilla, tan oscura que ningún colombiano con la misma edad de la Constitución del 91 (31 años) tiene memoria de haberla vivido. Los 13 meses de racionamiento de energía, o de “apagón” de hasta diez horas diarias, entre el 2 de marzo de 1992 y la primera semana de febrero de 1993.
En ese periodo, el país se enteró, en tinieblas, a la luz de una vela, por la radio, de la fuga de Pablo Escobar de La Catedral de Envigado, y se arremolinó en los privilegiados televisores encendidos gracias a plantas eléctricas, para ver el brillo en Europa de Ximena Restrepo y Faustino Asprilla.
Ambos fueron la “energía” del golpeado ánimo de 38 millones de colombianos de entonces, obligados a levantarse en tinieblas, por la ‘hora Gaviria’, que adelantó una hora los relojes y convirtió a las cinco de la mañana en amanecer.
El Guavio, palabra que resumía (solo hasta entonces) los mayores alcances de la corrupción en la historia de Colombia, es el nombre de la Central Hidroeléctrica más grande del país, construida desde 1978, con la promesa de ser inaugurada en 1987. Proyecto de la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá (EEEB), por 566 millones de dólares, tuvo un sobrecosto de 2.494 millones de dólares. “El mayor descalabro financiero y gerencial del siglo”, lo calificó el entonces procurador Carlos Gustavo Arrieta, luego de haber entrado en operación en diciembre de 1992.
Sin embargo, su energía fue el remedio al apagón que padeció el país. Treinta años después, cuando ningún millennial ni centennial en Bogotá imaginaría la “tragedia” de nueve o diez horas sin poder cargar la batería del teléfono celular, los 10.000 habitantes de Ubalá, desde su casco urbano hasta las 33 veredas de ‘Ubalá A’, y las 16 veredas de las inspecciones Mámbita y San Pedro de Jagua, en ‘Ubalá B’, cargaron el peso de “presuntos culpables”, de repetirse un apagón.
El 14 de septiembre el país supo que el “paro” había completado su primer mes, precisamente cuando los ubalenses de la Zona A festejaban el día del Señor de los Milagros, con una procesión desde el Gran Templo, a las diez de la mañana.
Los ubalenses de la Zona B, a la misma hora, seguían obstaculizando el paso de maquinaria pesada y buses y camionetas 4x4 con operarios de la empresa Enel, a la Casa de Máquinas de la hidroeléctrica de El Guavio, para llamar la atención, en busca de una solución a un problema que lleva más de un siglo y medio. Durante un mes bloquearon el paso y no permitieron el cambio de turnos para la operación de la hidroeléctrica ni los mantenimientos preventivos.
Si bien es una deuda histórica la que se tiene con esas comunidades, las vías de hecho casi vuelven a dejar a oscuras al país. Allí estaban arremolinados los habitantes de la región, como hace 30 años, pero a una transmisión en vivo desde Facebook: la de la reunión entre el ministro del Interior y los alcaldes de la provincia, a pocos metros de la Casa de Nariño.
De ese lugar se esperaba oír la noticia de la carretera pavimentada, que uniera al único municipio de Colombia atravesado por otro municipio y las aguas de un embalse. Milagro que Ubalá, Medina (en Cundinamarca) y Santa María, en Boyacá, llevan esperando, al menos desde 1846, cuando se fundó el pueblo de “al pie de la loma”–nombre que conserva el escudo de Ubalá–. Los compromisos para mantener los caminos despejados e iniciar la planeación de las vías con millonarios recursos levantaron un paro que tuvo en jaque al sistema eléctrico nacional.
Recorrido de otro siglo
El pasado 14 de septiembre, y tras partir de Bogotá, a la 1:00 a. m., el equipo de SEMANA llegó al ‘Gran Templo de Ubalá’, minutos antes de las 8:00 a. m., hora en que los parlantes de la ‘Casa de Gobierno’ terminan la labor diaria de los gallos, al despertar a los que faltan con los cinco minutos del disco del himno de Ubalá.
Siete horas, cinco de ellas por una trocha con tramos embarrados, otros con cicatrices de derrumbes, y bordeando el filo de la vida y la muerte, que parecen conducir al siglo XIX, cuando las distancias se medían por días y no por kilómetros. Aún se miden de esa forma en Ubalá, en cuyos 500 kilómetros de superficie se concentra la mayoría de los 150 del embalse de El Guavio, paradójicamente, el único pueblo que los gobiernos olvidaron, desde que la hidroeléctrica entró en operación, cinco años después de lo prometido.
Aislados quedaron los ubalenses de Mámbita, cuya única “vía de comunicación” son los 51 kilómetros de carretera –o trocha destapada para ser precisos–, que se miden en mínimo dos horas y nueve minutos, si la “vía está bonita”, por el tiempo seco, según los que a diario la tienen que atravesar, en camionetas que visitan con frecuencia el taller. Y los 21 kilómetros que separan a San Pedro de Jagua, en pleno piedemonte llanero, donde aún se transporta bultos de papa, yuca, maíz, y petacos de cerveza, a lomo de mula.
Con esas mismas mulas, “no confundir con tractomulas”, aclaran los campesinos, se desentierran las llantas de los vehículos que quedan enterrados.Los buses de Flota La Macarena, los que más han recurrido a esta tracción animal, dejaron de asomar por la agencia del parque principal de Mámbita desde el 14 de agosto, día que empezó el paro.
La ruta salía a diario, en punto de las cinco de la mañana, con la ilusión de completar los 126 kilómetros al centro de Bogotá antes del mediodía. Todos en Ubalá deben viajar un día antes, para cumplir sus citas médicas en Bogotá. “Si usted necesita ir de urgencias a un hospital, se muere”, dice un campesino de San Pedro de Jagua, al relatar la muerte de un trabajador, tras cortarse la pierna con una guadaña.
Así lo pudo comprobar SEMANA, en una travesía de 48 horas que concluyó en el municipio de Santa María, uno de los más calurosos de Boyacá, donde se alcanzó a registrar 31 grados, el día en que, por primera vez en su historia, vieron cruzar camionetas con antenas microondas, cámaras de televisión, cámaras fotográficas y libretas de notas de periodistas de los principales medios de comunicación de Bogotá, los que necesitan la energía diaria que bombea desde el corazón sin arterias del municipio de Ubalá.
*Conozca los 71 kilómetros de vías de la región en el especial multimedia: ‘Viaje al centro del Guavio’ en www.semana.com.
¿Dónde queda?
Al oriente de Cundinamarca se ubica Ubalá, municipio que está partido en dos.