NACIÓN

La última navidad de una paciente con covid-19. El caso de la señora Rosa

Su historia refleja el drama de cientos de personas que, durante y después de las fiestas navideñas y de fin de año, tuvieron que despedirse en las salas de urgencias de los hospitales de sus familiares a punto de morir.

Revista Semana
18 de enero de 2021
Señora Rosa: Otra víctima del coronavirus en navidad
Señora Rosa: Otra víctima del coronavirus en navidad | Foto: Revista Semana

A finales de diciembre, Adriana Rodríguez, de 36 años, viajó con su esposo y sus hijas de 6, 7 y 16 años, a Bogotá, para pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo con doña Rosa Elena Camacho Ladino. La felicidad era total, por fin podía ver a su “viejita” de 67 años, a la que no había podido visitar por culpa de la cuarentena del coronavirus.

Los Rodríguez son bogotanos, pero hace algunos años migraron al bajo Cauca en busca de mejores oportunidades de trabajo. Adriana estaba ilusionada con ver a su mamá y volver a la casa donde creció, en el barrio Fontibón, en el occidente de la capital.

En los días previos a la Navidad, la alegría reinaba en este hogar. Adriana y su familia gozaban con las charlas interminables que sostenían con doña Rosa y la señora Beatriz Ladino, la abuela de 87 años. En los días siguientes, Rosa comenzó a sentirse indispuesta. Los síntomas, que parecían de una gripa, se agravaron con el pasar de las horas.

El 24 de diciembre, la Noche Buena dejó de serlo cuando doña Rosa “empezó con fiebre y varios malestares como mareos, dolores de cabeza, cansancio, en fin”, relata Adriana. Ella admite que le faltó ser más persuasiva con su madre para que fuera al hospital a practicarse la prueba de la covid-19, una vez aparecieron los primeros síntomas.

“El párroco del hospital me llamó luego y me hizo una video llamada, me mostró a mi mami, le colocó los santos óleos y a las 11:23 am de este martes 12 falleció”

La ocupación de unidades de cuidado intensivo en Bogotá llegó al 93.3%
La ocupación de unidades de cuidado intensivo en Bogotá llegó al 93.3% | Foto: Revista Semana

Una semana después, y ante el deterioro progresivo de su salud, doña Rosa finalmente accedió ir al médico: “El día 29 (de diciembre) la trajimos a urgencias al hospital San Ignacio y la entraron para colocarle oxígeno, el cuál no funcionó casi porque ella ya venía complicada. Le hicieron la prueba de covid y el 31 de diciembre salió positiva”, recuerda su hija.

El nuevo año, doña Rosa recibió el año entubada y con la noticia de que debía entrar a una UCI. Desafortunadamente, la ocupación de la unidades superaba el 90% en la ciudad y la madre de Adriana, al igual que cientos de pacientes enfermos gravemente de covid-19, tuvo que esperar a que los médicos dictaminaran a quién debían asignarle la UCI, a ella o a otra persona más grave o con mayores probabilidades de sobrevivir. “El primero de enero tuvo que ser entubada, al día siguiente le dieron UCI pero la doctora que la atendió me aclaró que habían otros cinco pacientes, y tuvo que decidir cuál de ellos estaba más enfermo para poderle dar la única cama que había disponible”, contó Adriana. Esta práctica, denominada “medicina de guerra”, ha representado un dolor adicional a las familias que pasan por esta tragedia y un reto ético a los médicos de la capital.

Aunque los médicos de la San Ignacio se esmeraron en salvar la vida de doña Rosa, su cuerpo no reaccionó al tratamiento administrado. Sus pulmones colapsaron antes de ser entubada y su situación empeoró con el pasar de los días. El lunes 11 de enero de 2021, el médico tratante se comunicó con Adriana y su familia para informarles que el estado de su madre era crítico y lo mejor era despedirse a tiempo. “El párroco del hospital me llamó luego y me hizo una video llamada, me mostró a mi mami, le colocó los santos óleos y a las 11:23 am de este martes 12 falleció”.

“Mi mamá tenía pavor de ir a urgencias por el miedo de contagiarse y que al entrar ya no volviera a salir. Lo peor es que así pasó”, cuenta entre sollozos su única hija y recordó su última conversación su madre: “Mientras aún podía hablar me dijo que quería mucho a su familia, que cuidara mucho a sus tres nietas, y que me amaba”.

El dolor embarga a la familia Rodríguez. A la muerte de doña Rosa, se suma que no pudieron darle la sepultura que ellos querían. Por razones sanitarias, que prohíben enterrar a los fallecidos por covid-19, le entregaron a Adriana las cenizas de su madre. Ahora la angustia de la familia Rodríguez recae en la madre de la señora Rosa: doña Beatriz Ladino, quien también resultó contagiada con covid-19 pero se encuentra aislada y asintomática, hasta el momento.