VALLE DEL CAUCA
“La violencia homicida en Cali tiene relación directa con estructuras de Cauca y Nariño”
El secretario de Seguridad de Cali, Carlos Rojas, hace un balance de las nuevas dinámicas violentas que afectan a la capital del Valle
En Cali están pasando cosas asociadas al crimen transregional que no se pueden dejar pasar por alto. Por ejemplo, la captura, en diferentes momentos, de dos presuntos cabecillas de la columna disidente Oliver Sinisterra en calles de la capital del Valle merece un análisis más profundo, que logre establecer la relación entre esta ciudad y una estructura criminal que opera en Nariño, sobre la frontera con Ecuador.
¿Qué hacían estos delincuentes en Cali? Las teorías pueden ser muchas, pero de lo que sí no hay duda es que el crimen del suroccidente colombiano podría migrar y asentarse en Cali donde, si bien hay una reducción de homicidios en los últimos años, hay dinámicas violentas como el microtráfico y el comercio de armas que podrían convertir a la capital del Valle en una de las plazas más peleadas por los violentos.
En entrevista con SEMANA, el secretario de Seguridad, Carlos Rojas, afirma que existen evidencias de estas nuevas dinámicas violentas que vienen de Cauca y Nariño, y a las cuales hay que mirar con lupa porque de lo contrario podría “echar al traste” la tendencia a la baja en homicidios.
SEMANA: ¿A qué se debe la reducción de hurtos y homicidios en la ciudad en los últimos 18 meses?
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Carlos Rojas (C.R.): En general, en 2020 y 2021 con respecto al tema de homicidio notamos una reducción leve. Digo leve porque no es un reducción estructural, pero lo interesante de esa reducción, aún en contexto de pandemia, es que está en el marco de una tendencia a la baja que Cali viene experimentando desde hace seis años con respecto a los indicadores de homicidios. Nosotros estamos seguros que hay dinámicas y aspectos administrativos y sociales que han tenido cierto grado de incidencia. Algunos de ellos son la presencia de la Alcaldía en barrios y comunas que tradicionalmente han sido señalados como sectores difíciles.
SEMANA: ¿Lo que pasa en Cali en el tema de homicidios podría estar amarrado a fenómenos más grandes de violencia que golpean a la región suroccidente?
C.R.: Efectivamente. Hay unos dinamismo que están anclados con el territorio. Por ejemplo, la relación de Cali con Buenaventura, la relación de Cali con el Pacífico a través de Buenaventura, la relación de Cali con departamentos como Cauca y Nariño; hay un dinamismo poblacional y un intercambio de referencias, no cabe la menor duda. Entonces, todos esos territorios que están anclados con el macronarcotráfico surten a Cali y han hecho que la ciudad se convierta en el centro de microtráfico más grande del suroccidente colombiano. Para nosotros ese repertorio es el más incidente en la dinámica violenta de la ciudad.
SEMANA: ¿A raíz de esto han detectado nuevas formas de violencia social en la ciudad?
C.R.: Sí, hemos notado nuevas formas de violencia social y homicida que podrían llevar al traste este indicador a la baja que tenemos en los últimos seis años y eso nos preocupa mucho, porque estamos haciendo un esfuerzo gigantesco desde lo institucional para tratar de contener estos fenómenos del delito y la delincuencia, pero debemos mirar mucho más atrás del fenómeno, porque si nos quedamos solo con la lectura del indicador, no nos dirá mucho.
SEMANA: ¿Esa preocupación de un posible aumento de homicidios está relacionada con los disparados niveles de violencia en Cauca, porque hay evidencia de que mucho de lo que está pasando en esos lugares con disidencias y grupos armados organizados tiene una repercusión en el Valle y especialmente Cali?
C.R.: Sí, es que de todas maneras el narcotráfico produce mucho dinero, y ese dinero no está guardado, sino que circula y lo hace activando otras economías ilegales. Entonces uno siente que la ciudad es el corazón de esas nuevas economías ilegales. Sitios como el suroriente de la ciudad, suroccidente, centro y ladera se convierten de alguna manera en nuevos conjuntos de nichos a raíz de los cuales se instalan y dinamizan estructuras tradicionales, y estas terminan de alguna manera interactuando con fenómenos macro como los que acabamos de describir a nivel regional. Yo creo que las nuevas formas de violencias homicidas van a tener una relación directa, y no supuesta, con estructuras que manejan el negocio del narcotráfico en el suroccidente colombiano y la costa Pacífica, así como la frontera con Ecuador. Esto ya está teniendo un impacto en los temas de manejo de ciudad.
SEMANA: De presentarse este panorama adverso con Cali como una posible capital del crimen del suroccidente colombiano, ¿tiene la ciudad cómo responder de manera institucional?
C.R.: Yo no veo a corto plazo que esto vaya a sobrepasar la institucionalidad. De todas maneras, en la ciudad está la Tercera Brigada del Ejército Nacional, la Policía Metropolitana que tiene una gran capacidad operativa y está la Fiscalía. No creo que estas nuevas dinámicas violentas lleguen a copar toda la institucionalidad, pero yo sí creo que van a horadar muchísimo nuestras capacidades de tener una cobertura en el territorio, porque dentro de los fenómenos de estas nuevas violencias hay una parte micro de esa violencia muy concentrada que se produce en la esquina, en la cuadra, en el barrio, que es la que termina imponiendo agenda en las dinámicas homicidas. Y eso sí debe preocuparnos mucho, porque desafortunadamente Cali, a diferencia de otras ciudades del país, está en un enclave regional que pareciera imposible superar.
SEMANA: ¿Tienen un panorama de cuántas bandas delincuenciales hay en Cali?
C.R.: El informe de Naciones Unidas hace dos años habló de 180 bandas. Estructuras delictivas altamente organizadas que operan en varias categorías en la ciudad; sin embargo, muchas de ellas se diluyen por la muerte o captura de sus líderes, la judicialización de sus integrantes y la presión de las autoridades. El año pasado no solamente se capturaron liderazgos fuertes, sino que también se desmantelaron las organizaciones en su conjunto. Hubo momentos donde se desarticularon bandas por completo, con capturas de hasta 60 personas en una sola operación. Hoy, en información preliminar, podríamos estar hablando de 130 bandas activas. No estamos hablando de pandillas, estamos hablando de estructuras mucho más estables, más maduras, que tienen un control territorial, que dialogan entre ellas en ciertos sentidos, y que yo diría tienen una relación macro con las estructuras del narcotráfico a nivel regional. Ellas no operan solas en el territorio, sino que tienen unos enlaces fuertes que les permiten sostener el tipo de violencia que la ciudad ha venido incubando.
SEMANA: ¿Qué sectores de Cali le preocupan más?
C.R.: Todo el oriente de la ciudad (Distrito de Aguablanca) es una zona de vulnerabilidad muy marcada. Igualmente hay otros sectores como la ladera que también preocupan.
SEMANA: Y en cuánto a hurtos, sabemos que hay una reducción, pero sigue siendo el gran talón de Aquiles de la seguridad en Cali...
C.R.: Una ciudad que pierde 180 mil empleos en un año, más del 50 % de su población económicamente productiva en la informalidad necesariamente por algún lugar tiene una relación con el fenómeno de la violencia. No es una relación precisamente causal. 180 mil personas que perdieron una oportunidad de empleo, incluidas las que se desempeñan en la informalidad, generan una presión muy grande en la economía urbana, y eso termina relacionado con estos fenómenos del delito en la ciudad. Entonces el fenómeno de los hurtos en motocicleta y la violencia que uno ve en los barrios no es algo perceptivo, es una realidad.
SEMANA: ¿Qué están haciendo desde la Secretaría de Seguridad para mejorar esos indicadores de hurto y homicidio en la ciudad, y además para prever lo que se puede venir en materia de violencia en la ciudad?
C.R.: Lo primero es que hay una dimensión institucional de la Política de Seguridad, que está en todos los niveles administrativos, pero también hay una realidad micro, que es lo que pasa en la ciudad y nosotros lo que hemos considerado es que no cabe duda de que a mayor interinstitucionalidad los resultados son más visibles, de más impacto y a corto plazo. Hemos venido trabajando mucho en eso y yo diría que Cali tiene una de las estructuras interinstitucionales más sólidas del país, el diálogo articulado entre Ejército, Policía y Fiscalía es del más alto nivel, y eso ha arrojado frutos importantes.
Además, nosotros hemos planteado que Cali avance en una política de seguridad para esta nueva época. Una política que tenga tres grandes componentes: el primero, gestión del conocimiento. No nos cabe duda que esto necesita investigación de punta y nuevas herramientas informáticas. Nuestro observatorio está trabajando en eso y los modelos hacia donde se debe dirigir es los centros cognitivos, que serían grandes almacenes de información debidamente procesada para poder leer con rapidez cómo se dinamiza la violencia en la ciudad. Segundo, procesos sociales y comunitarios. Este es una gran protagonista de la seguridad en la ciudad, pero tenemos un gran desafío y es que esa gran actor está impactado por la percepción de inseguridad y tiene miedo. Ese miedo inmoviliza y no permite que se realicen las denuncias. El tercero, la cultura de la seguridad y convivencia. Los valores y principios de la relación social están impactados porque la violencia destruye el capital social de la comunidad. Si me preguntan por un diagnóstico, diría que ahí están los grandes desafíos para nosotros poder tener una política con altos niveles de estrategia de mediano y largo plazo.